Querida abuela Felisa:
Mil
veces querida, aunque nunca pude ver tu rostro ni oír tu voz. Te sueño todas
las noches con tu pelo negro como el azabache… Y en esos mágicos instantes,
eres la reina de mi universo.
Hoy,
precisamente hoy, el cielo está más azul que nunca, más hermoso si cabe. ¡Cómo
te gustaría verlo, mi amor! Ahora estarás refunfuñando por la mísera hogaza de
pan de todos los días, mi pequeñín. Llegará un día en el que podrás contentar
tu estómago. Tú, lo verás. Yo… Pero no llores, mi amor, porque siempre estaré
contigo. Siempre. Me llevo conmigo todas tus caricias envueltas de inocencia,
tus mimosas miradas, intensas y soñadoras, y tus carcajadas impregnadas de
libertad.
Contemplo
tu piel blanca, inmaculada, suave como el algodón, y siento tus cálidos y
estilizados dedos acariciándome el cabello, adentrándose en los rincones de mis
pensamientos. Los siento tan sedosos que me erizan el vello de la piel. Mi
ángel de la guarda…, porque eso es lo que tú eres para mí. Sé que estás ahí,
observándome con tu voz silenciosa, acallando todos mis temores. Y son muchos,
abuela, muchos. Y te oigo. Y tus palabras penetran en mi oído como notas
melódicas que me inundan el corazón de alegría, de ese amor que nunca me pudiste
dar. Abuela del alma mía. Mil veces querida.
Sé tú
mismo, mi amor, sin miedos. Y sé feliz. Inmensamente feliz. Disfruta cada
segundo de vida como el último…
Podré
llevarte de viaje todos los días que quieras y verás el atardecer en una playa
de aguas cristalinas y arena blanca; la que compartías fantaseando con tu único
hijo, el de los ojos sinceros y vivarachos, tu niño del alma, el que dejaste un
día, cuando aquellos hombres irrumpieron en tu casa y te llevaron a la fuerza.
… Pero,
sobre todo, aprende a perdonar. El odio tiene alas que te alcanzan de pleno.
Absorbe todo lo que te guste de tu alrededor, lo
permitido y también lo prohibido… Y
no te avergüences de esto último. Defiéndelo si te hace feliz. Sé que lo harás,
sangre de mi sangre. No te achiques nunca. La vida es un camino tortuoso plagado de espinas, infectado de seres
hambrientos de odio dispuestos a devorarte en el más mínimo descuido. No lo
olvides. Y cuando el rencor llame a tu puerta no lo dejes entrar, porque se
apalanca en tu vida y no te abandona jamás. Se enquista. Permanece dentro de
ti…
No
quiero despertar de esta ensoñación. No. No quiero. Permanecerás dentro de mí
por los siglos de los siglos, inmortal como tu recuerdo.
No
soporto esas voces pegadas a mi espalda, amenazantes, martilleándome
contantemente la poca dignidad que me queda. No la pierdas nunca, hijo. No
permitas que te la roben ni un solo instante. ¡Dios! No soporto ni un minuto
más en este agujero andante. No. Sé que estamos llegando y que nos bajarán a
empujones, o a mamporros, pero también sé que alguna de nosotras se quedará en
el camino. El olor nauseabundo me corta el aire. No me deja respirar.
Oigo
zumbidos de voces discordantes a mi alrededor, decidiendo mi vida, suplicando una atención que no puedo darles, unas
caricias que mi cuerpo no reclama, lejanas, perturbadoras, envueltas en un aura
misteriosa. Y esas malditas voces que perforan mis oídos no cesan. Unas son
campanudas, retóricas, hinchadas. No dejan de observarme desde el cristal.
Nunca entran. Quiero que se vayan, que me olviden. Otras me dicen «mamá», pero
yo no sé por qué. No se despegan de mi lado. Me tocan. Insisten e insisten cada
vez que vienen. Y me hacen enfurecer. «¿Cómo estás, mami?». Dos mocosos
idénticos, cuyos pies cuelgan cuando se sientan frente a mí, clavándome sus
miradas diabólicas.
La joven
María no pudo bajar. La golpearon en la cabeza con la culata del arma. Se negó.
Ahora descansa en paz. Ya nadie la obligará a decir ni hacer lo que no desee.
Alza su vuelo en ese cielo azulado. Yo también lo haré dentro de pocos minutos.
Y en ese preciso instante, mi niño del alma, permanecerás en mí durante toda la
eternidad.
Ya no
siento los pies. Llevamos horas caminando sin rumbo fijo, o tal vez sí. No
importa. Porque sé que me recordarás, que tus hijos, los nietos que nunca
conoceré, también lo harán. Me soñaran todas las noches…
Voy a
quedarme contigo, abuela. Sí. Para siempre. Porque mi vida carece de sentido si
no puedo recordarte. Entonces, tampoco podré soñarte. No. No pienso despertar.
Si lo hiciese, un torrente de amargura encallaría en mi corazón y la pena
estrangularía la esperanza de tenerte en mis sueños otro día más. No. No
despertaré.
Se
valiente, mi niño del alma, y afronta la vida como venga. Mejor de frente.
Siempre de frente. Y no ahueques el ala en la mínima dificultad que encuentres.
No te desesperes por no hallar lo que buscas. Y da amor, mucho amor a tus
retoños, los que el destino me arrebata, porque les ayudarás a ser mejores
personas. No me queda tiempo, mi niño.
Hemos
llegado. A ellos les tiembla el pulso. Se frotan las manos en sus uniformes
verdes. Me adentro en sus pensamientos, pero no en sus corazones. Huelo
el aroma de las azucenas, que me endulzan la garganta seca, enredándose con el
olor a pólvora del primer disparo. Carmen ya no está. Ella también es libre
como María. Veo su sangre derramada en la tierra, agitándose con las hormigas
que caminan azarosas, agarradas a la vida. Cargan sus armas de nuevo. Él me
clava sus ojos. Puedo oler su miedo. Él también lo siente. «¡Apunten!». Me pesa
el alma, mi amor. Mucho. Te quiero.
Y ellos,
con esas sonrisas que les recorre la mandíbula, esperan que yo les devuelva
otra con la misma intensidad, amorosa y entregada. Y no me sale. No. No me
sale. Entonces me abrazan y estampan sus boquitas en mis mejillas. Pero no las
siento, abuela. No. No las siento. Solo las tuyas. Las que me regalas todas las noches que te sueño.
Clínica
psiquiátrica
Sala de
espera
—Tome.
Esta es la última que ha escrito su mujer.
Carlos
la agarró con el mismo temor de todas las semanas. Ya conocía el contenido.
Dudó unos instantes en leerla. Pero lo hizo, a pesar del inmenso dolor que le
provocaba. Decidió destruirla, hacerla añicos. La dobló y la partió en dos.
Entonces, sus hijos aparecieron de repente con los ojos lagrimosos.
—Mami no
quiere vernos.
—Eso no
es verdad —les contestó mientras hacía pedazos las palabras de su mujer.
No quiero que vuelvan, ni que me miren, ni que me abracen ni me besen.
—Mami ya
no nos quiere.
No. No quiero.
—No
digáis eso. Mami está muy enferma.
Y
mientras una lágrima furtiva recorría su rostro castigado y afligido, dobló varias veces la carta hasta
convertirla en minúsculos papelitos, inexistentes. Los pedazos del alma de
Natalia.
Solo te quiero a ti, abuela del alma mía. Mil veces querida.
Clara
Urbano.
Abril-mayo
de 2016.
Actividad
basada en imitar la técnica narrativa del capítulo 8 de LA VOZ DORMIDA de DULCE
CHACÓN.
¡Qué entrañable cuento Clara!
ResponderEliminarSobre fondo de ternura, añoranza y recuerdos dramáticos, también de sueño y realidad, me gusta como has alternado el contenido de la carta y el texto.
Tuve que releerlo dos veces…para identificar los protagonistas.
Me gustan todas estas “citaciones” que adornan el texto como cuando la abuela dice:
“El odio tiene alas que te alcanzan de pleno.” o
“cuando el rencor llame a tu puerta no lo dejes entrar, porque se apalanca en tu vida y no te abandona jamás. Se enquista. Permanece dentro de ti…”
¡Felicidades!
En espera del próximo cuento…
Rkia
Wow!!! Clara, me gusta mucho tu texto tan poético, lleno de sentimientos muy fuerte, profundo. Has escrito que no quieras llorar, pero yo si, lloro a la lectura de tu texto.El texto es conmovedor. El texto es un poema que transmite el impacto de esa mujer en ti.
ResponderEliminarTienes la pluma, de verdad,Clara.
La mezcla entre la carta y el texto es perfecta, y muy bien elaborada. La descripción de tu abuela da una imagen maravillosa, dulce de esa mujer cariñosa, afectuosa.
Me gusta mucho, mucho
¡Felicidades!
Bahia
Estimada Clara: es un cuento entrañable porque se siente el peso de toda una historia condensada en tan solo unos párrafos. Magnífica combinación de narradores paralelos, de tiempos distantes fusionados en uno, de vidas en plena intersección... Muy poético, a la par que lleno de nuestra historia...
ResponderEliminarClara, como siempre nos sorprendes con tus cuentos e historias. Una historia entrañable, llena de amor y de sentimiento. Una historia que se repitió muchas veces en ese periodo nefasto pero que no deja de ser única y singular.
ResponderEliminarMe encanta toda la parte dedicada a la abuela, pues es una carta llena de amor y ternura. También cuando dices "Abuela del alma mía. Mil veces querida"
Enhorabuena
Anastasio
! Clara, Qué profundo y qfectuoso texto!una memoria fresca, una condensación de recuerdos, de sentimientos, de amor,de dolor,de sueños,de tristeza...Una historia conmovedora de un periodo en el que se enlazcan los tiempos y nunca se disuelven.Clara, tu texto es magnificamente laborado: Es una joya.
ResponderEliminarMe encanta.
Enhorabuena,estimada Clara
Fatima
Clara
ResponderEliminarNo voy a halagarte, diciéndote que me gusta mucho tu estilo, tu manera de escribir (perdón, tus estilos y tus maneras de formular) porque es una realidad. Es pasmoso.
Pienso que jamás vi algo similar en nuestro taller, a pesar de todos mis años de frecuentación.
Este cuento afectuoso y poético es lleno de sensibilidad, de amor y de ternura.
Yo también, tuve que releerlo dos veces…para entenderlo y poder identificar los personajes.
Enhorabuena.
En espera del próximo cuento.
Abdellah.
Que palabras màs delicadas para hablar de un ser que nos puede amar tanto como nuestra propia madre ! Has podido desarrollar las letras que me habria gustado decir -sin mucho éxito- despues del fellecimiento de mí habuela el ano pasado en casi las mismas circunstancias . Muchas gracias de haberme ofrecido un alivio leyendo tu texto emocionante , que nos invita a reflexionar y a ser lectores activos -como diria Ester- pero que nos permite reconciliarnos con nuestros recuerdos . El estilo que has usado para lograr este resultado es estupendo . Enhorabuena y animo para la continuacion !
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