Me
llamó la atención un joven de unos veinte cinco o quizá treinta años de edad
que estaba hojeando unas fotos en blanco y negro con mucha atención. Ambos,
estábamos sentados a la misma mesa, uno frente al otro, en la biblioteca. Por
curiosidad, eche una ojeada a la foto en que el joven fijaba detenidamente su
mirada, parecía ser él mismo. Sin saber por qué le dije:
- ¿Le gusta tomarse
fotos en blanco y negro?
Él pasándome la foto me dijo:
- La verdad es que no
es mía aunque lo parezca.
Al
mirarla exclamé:
-
Pero sí es mía, soy yo sin duda alguna… ¿Cómo
se llama usted?
-
Yo me llamo Mohammed, Mohammed Korchi.
Como
hablándome a mí mismo, le dije:
- ¡No es posible! Yo
también me llamo Mohammed Korchi y vivo en el barrio Agdal. Y tú, ¿dónde vives?
- Yo –contestó– vivo
en el barrio Dyor Jamáa. ¡Me parece que usted se equivoca en su propio nombre y
apellido!
- En absoluto
–repliqué con energía–. ¿Eres funcionario en el Ministerio de Obras Publicas?
- Si –dijo–. ¿Cómo lo
has sabido? Disculpa que te tutee, pero pareces tan interesado en ello como
yo.
- A mí también me
parece bien tutearte, pues somos casi idénticos.
- Totalmente, no...
¿Qué haces actualmente?
- Estoy jubilado
desde hace ya diez años. Pero ahora estoy aprendiendo la lengua española, me
gusta la cultura hispánica.
- ¡Ah! He aquí otra
diferencia… Yo no hago lo mismo.
- Pero seguro que
acabarás haciéndolo –dije–. Otra cosa… En tu trabajo, perteneces al partido
Unión Nacional de las Fuerzas Populares y formáis, tú y otros compañeros, una
célula clandestina.
- ¡Vaya! Pues sí, soy
el secretario de una célula. Y trabajamos con el propósito de que la sociedad cambie.
- ¿Sabes? –continué
yo–, hay mucha injusticia, mucha pobreza, mucha ignorancia en total, etc...
Desde tu niñez te han enseñado la justicia y la igualdad como virtudes, pero
ahora no hay más que familias de «majzén»
y las cercanas a estas, que se apropian de todo… Ya no nos consideran
como simples servidores sino incluso como esclavos… ¿Ves? Su apariencia es
moderna, pero su cabeza sigue colocada aún sobre los hombros de un pasado muy
remoto.
- Exacto – dijo–.
Pero tú… ¿Cómo ves la situación a tu edad?
- Yo –contesté– digo que no hay mucho cambio en lo esencial.
La apariencia continúa cambiando rápido, pero las cabezas lo hacen de una
forma asquerosamente lenta. Escúchame,
voy a ahorrarte el esfuerzo de imaginar todo lo que vas a hacer en vano para
cambiar la sociedad. Vas a presentarte a las elecciones y vas a ganar como «consejero
de la comunidad» y ahí vas a saber cómo el dinero de la comunidad se gasta
según el atajo de los responsables de las autoridades locales, pues para eso
las elecciones se confeccionan a su medida para que haya siembre una mayoría
guiada y obediente. Todo será puro teatro.
Él dijo entonces:
- No estoy de acuerdo
contigo, hombre. Toda la población está harta y estará de nuestro lado y
venceremos.
Entonces le dije:
- Hay muchos meandros entre nosotros dos, no
podemos encontrarnos ni en el mismo tiempo ni en el mismo lugar. Pero tengo que
decirte que estando de por medio el dinero, nuestro dinero, y la mitología
religiosa, no hay que contar con la población. La cosecha general será una gran
decepción. No hay que quedarse para la próxima vez. Ahora, adiós, es la hora de
que cierren la biblioteca.
Y lo dejé allí, boquiabierto y con cara de
asombro.
Mohammed Korchi.
Rabat, el 27 de junio 2016.
Actividad basada en el cuento de “El otro” de J. L. Borges.
El «majzén» lingüísticamente
significa almacén, pero en el político-social marroquí significa una alianza
entre familias que gobiernan sobre la base de vencedores vencidos, por la
fuerza, relación en la que la democracia no tiene lugar.
¡Hola Mohammed !
ResponderEliminarTu texto es entrañable y me encanta el encuentro entre ambos: tu doble y tú.
¡Felicidades amigo y feliz verano!
Rkia
Muchas gracias Rkia. Te deseo feliz Aid y verano maravilloso. Med K.
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