Cada noche, al acostarse sola
en su cama, imaginaba
las noches de pasión que iba a vivir pronto junto a Sami. Llevaba mucho tiempo pensando en los detalles del viaje más
importante de su vida que debía
emprender para encontrarse con su marido. Había marcado en el calendario que
tenía en la cocina todos los días que le faltaban para el veinte de diciembre. Hacía
tres meses exactamente que había acompañado a su marido al aeropuerto.
Entre sollozos y abrazos se había despedido de él. Una parte de ella se había ido al otro lado del mundo. Aquel día, ella debía emprender el mismo camino sin aquel
sentimiento de angustia.
Nadia se había despertado muy temprano
con mucho entusiasmo y excitación. Se había preparado un café bien fuerte y una tostada
con queso y aceite de oliva para desayunar. Se puso la ropa de más abrigo que había encontrado para el frío de invierno y
terminó de preparar su maleta, sin olvidar revisar si
no había olvidado su traje de baño y algo de ropa
ligera para sus próximas vacaciones bajo el sol resplandeciente de Argentina. Sentía prisa por disfrutar
de algunos días al lado de su marido.
Un ligero viento le había recordado que era la hora de salir. Se puso en camino rumbo al aeropuerto. El
sol brillaba. De vez en cuando, echaba una ojeada por las ventanillas de su coche para contemplar los prados verdes. Puso una
música romántica que le había recordado momentos agradables pasados entre los
brazos de Sami.
A las nueve y media llegó al aeropuerto internacional
Mohammed V de Casablanca. Metió su maleta en el carrito y se apresuró para facturar su equipaje. Buscó,
justo al entrar por la puerta de la terminal 2, la pantalla de “salidas” para ver si
no había ningún cambio de horario. Nadia viajaba
con la compañía “Alitalia” y debía hacer escala en
Roma. Se dirigió hacia la zona de control y facturación
de equipaje y, para su sorpresa, se encontró con una enorme fila. El ambiente era efervescente.
Un grupo de turistas había provocado un gran alboroto. Eran individuos de mediana edad o avanzada,
y de buena apariencia. Algunos de ellos iban vestidos con chilaba
de lana y pequeños gorros. Llevaban una
cantidad enorme de equipaje: maletas, alfombras…
- Sin duda alguna, han comprado muchos recuerdos para
sus familiares. O mejor dicho, han saqueado los
bazares de Marrakech – pensó Nadia para sí.
Hablaban entre ellos un lenguaje que era una mezcla de
dialecto marroquí y hebreo. Un agente de seguridad del aeropuerto se acercó a
una mujer que quería traspasar la fila de control y había causado un gran jaleo
y nerviosismo entre los pasajeros que esperaban desde hacía
largo tiempo. Una pareja, con los nervios
de punta, no pudo contener su enojo y empezó a chillar en
un italiano que nadie comprendía. Nada perturbaba a Nadia, que esperaba
su turno, segura de que todo saldría bien.
En la sala de embarque reinaba un ambiente irreal de
recogimiento. Unos hombres, colocados frente a
la pared, recitaban algunos versículos de la
Torá en voz alta, lo cual
atrajo a algunos curiosos que filmaban la escena con
sus móviles. No se oía ningún ruido, Nadia observaba la escena muy sorprendida.
Unos asistentes encontraban la escena un poco surrealista, contenían su risa
apretando los labios. Finalmente, la azafata avanzó y pidió a las familias con
bebés y ancianos que pasaran primero y ordenó a
los demás que formaran dos filas según el número
de asiento. Una vez en el interior del avión, algunas personas se precipitaron
sobre sus respectivos compartimentos para encajar
sus maletas y armaron de nuevo un gran
jaleo. Por fin, reinó la calma en el avión y
todos los pasajeros tomaron asiento. Desde la ventanilla del avión, Nadia veía a lo lejos la mezquita Hassan II, que sobresalía entre un mar de edificios, y pronunció:
- “El
trono de ALLAH, Dios, estaba en el agua”.
Intercambió en árabe dialectal unas
palabras con el pasajero que estaba a su lado.
-
¿A dónde vas?
-
A Jerusalén.
-
¿Y
tú?
-
A Buenos Aires.
El tiempo transcurrió muy rápido. El avión aterrizó entre alaridos y albórbolas
de alegría de las mujeres hebreas y los aplausos de los hombres. Nadia se
apresuró para ir a la zona de embarque para completar el resto de su viaje a Buenos Aires. Estaba muy cansada. Tras la
primera comida, se envolvió en una manta y se durmió enseguida. Era un viaje muy largo de
catorce horas. Se apagaron las luces en el avión, solo la despertaba de vez en
cuando los gritos de un bebé que estaba en los asientos de delante. Una hora antes del aterrizaje, se encendieron
las luces y los pasajeros comenzaron a
despertarse. Había muchas idas y venidas a los
baños. Apenas acabaron de servir el desayuno, el
avión comenzó su descenso. Eran las seis de la
mañana en Buenos Aires y la temperatura era de veinte grados.
Al pasar por la puerta
de “salida”, con
la maleta en la mano distinguí a mi marido entre
la muchedumbre con carteles donde estaba escrito: “Bienvenido, señor…”, “Embajada de Alemania”…. Sentí un
temblor que me sacudió todo el cuerpo y el
corazón latiéndome a toda velocidad. Corrí hacia
él y nos abrazamos con fuerza. Entrelazamos nuestras manos y nos dirigimos
hacia el parking, sonrientes y radiantes de felicidad.
Zakia Adli.
Rabat, febrero de
2017.
Actividad de escritura
basada en el cuento “El abuelo”, de Mario Vargas Llosa.
Zakia
ResponderEliminartu texto es una invitacion a compartir contigo ese viaje tan deseado, te seguimos por todos lados, todo esta minuciosamente detallado, las descripciones son muy palpables. Enhorabuena y sigue escribiendo
Iman
Zakia
ResponderEliminarQué buen viaje!
El texto està arrebatador, cautivador. Lo he leído de un tirón. La descripción està muy detallada, el estilo està sencillo y fácil a leer.
Enhorabuena Zakia!
Bahia
¡Hola Zakia !
ResponderEliminar¡Me encanta tu cuento!
Has escrito con un estilo sencillo y claro que deja fluir las ideas y el tiempo.
Describes un día rico en eventos, encuentros, sensaciones y sentimientos con mucho arte dando la mano al lector para acompañar a la protagonista y compartir su viaje.
¡Felicidades!
Espero tu próximo cuento…
Rkia
Hola Iman, Bahia y Rkia!
EliminarGracias por vuestros comentarios. Me alegra que os haya gustado mi cuento.
Un abrazo.
Zakia