La necesidad apremiante de nicotina le hizo saltar de su sitio con la energía de un adolescente, aunque ya no lo era. Sus rizos castaños y su cara de pascua le proporcionaban un aspecto a la vez entrañable y jovial. Una vez cerca de la máquina, una voz femenina y sensual interrumpió su gesto, volvió la cabeza y se encontró con dos ojos como brasas que se le clavaron en el cuerpo taladrándole a golpe de pupilas, con una expresión ojerosa y asustada. Confuso, hizo en vano un esfuerzo para reconocerla, pero esos ojos grandes y marrones como almendras estaban allí, nublándole la mente y completando el trabajo de la voz, como si fueran dos operaciones distintas pero complementarias de un mismo proceso. Luego, un olor a jazmín de primavera invadió su nariz y los largos párpados que servían de cobijo a esos ojazos de gata salvaje, empezaron a agitarse nerviosamente. El efecto fue inmediato y él, aunque dudó unos segundos al principio, acabó acercándose con recelo y curiosidad a la desconocida, y se sentó mientras la cabeza le daba vueltas y vueltas.
Ella empezó a hablarle, así de repente y sin introducciones previas, todo de golpe. Le habló sinceramente, sin censura, sin tabúes, de un tirón, como se habla a un viejo amigo, como para deshacerse de un peso insoportable. Él, atónito, la escuchó con mucho interés, como un niño escucha a su maestra, sin interrumpirla en ningún momento y, cuanto más hablaba ella, más interés mostraba él, aunque luego el interés se transformó en dudas, en inquietudes, en miedo, se contagió del mismo miedo que la aterraba a ella, hasta hacerles temblar a ambos. Aún así, ella consiguió apoderarse de él, se apropió de él igual que un cangrejo ermitaño se mete dentro de una concha vacía. Un doloroso amargor se hinchó en la garganta del joven al evocar tantas cosas juntas, las palabras pronunciadas por ella empezaron a agitarse en su cabeza como en una coctelera y una necesidad urgente de huir lo invadió. La sinceridad y la soltura de ella eran desmesuradas, provocadoras, molestas.
Se levantó dispuesto a marcharse, pero una fuerza interior lo agarró y, sin ninguna explicación lógica, se acercó a la desconocida, la asió apasionadamente y ambos se alejaron apresuradamente.
Iman Tanouti
Rabat, 15 de marzo de 2012
Ejercicio basado en una escena cinematográfica.