Erase
una vez, en los antiguos y más profundos tiempos, ya mucho antes de la
existencia del ser humano, las virtudes y los vicios (los buenos y los malos)
salían y paseaban juntos por el universo, siempre y en todos momentos, hasta
sentirse muy agotados por el aburrimiento.
Por
eso y para resolver este problema de la cruel monotonía, un día, el Creador hizo algo que
cambiaría el ambiente y les permitiría vivir momentos divertidos y más
dinámicos. Se trataba de un juego que se
llamaba “el escondite”.
Todos
se mostraron contentos. La idea les gustó mucho. En seguida, y con excitación, el
Delirio propuso empezar el juego diciendo en voz alta: “Yo voy a cerrar los
ojos y a contar hasta cien y, de inmediato, vosotros debéis ocultaros”.
Entonces, el Delirio cerró sus ojos y se puso a contar: 1, 2,3… Todos los
vicios y las virtudes corrieron por todos lados buscando un lugar discreto:
La Delicadeza-Dulzura encontró su escondite en
la luna.
La
Traición se ocultó en un montón de basura.
La
Pereza se colocó bajo una duna de arena.
La
Bondad en una buena cuneta.
La Generosidad se envolvió con las nubes y soñó.
El
Orgullo se recogió detrás de un acantilado.
La
Mentira toda confiada dijo: “Yo voy lejos, muy lejos, bajo las piedras que
están en el fondo del lago…”
Y
así, 79- 80- 81- 82…Todas las bondades y las maldades desaparecieron, salvo
uno: El Amor. El Amor no sabía dónde ocultarse. El Delirio seguía su cuenta:
97-98-99…y llegó justo a cien cuando el Amor saltó dentro un arbusto de flores
y desapareció.
El
Delirio abrió sus ojos y se puso a buscarlos: “Estoy aquí…Voy… Voy a buscaros,
salid de vuestros agujeros”. Muy rápido descubrió a la Pereza. Luego, la
Delicadeza-Dulzura apareció desde la luna. Justo después, la Mentira, sin
aliento, salió del lago…Y así sucesivamente.
La Locura, riendo, logró descubrirlos a todos y sacarlos de sus
escondites… Excepto a uno: el Amor. Y, sin parar, continuó buscándolo y buscándolo… y acabó poniéndose nervioso hasta
la desesperación. Justo en ese momento, los Celos se acercaron al Delirio y le
murmuraron: “El Amor está allí, oculto entre los arbustos con flores”.
Furiosa,
la Locura recogió un palo largo y agudo y brutalmente se puso a dar latigazos
al arbusto hasta oír un gemido, un llanto de dolor que partía el corazón. El Amor
se asomó débil, herido, cubriéndose los ojos con sus manos ensangrentadas. La Locura asustada le dijo: “¡Dios mío! ¿Qué
te ocurre? ¿Soy yo el culpable? ¿Qué te he hecho? ¡Qué pena! ¿Te he golpeado
hasta dejarte ciega?
¡Qué
horror! Te pido disculpas, no era mi atención. ¡Dios mío! Perdóname mi pecado,
fue por imprudencia. ¿Qué puedo
hacer por ti, Amor?”
El
pobre Amor gimiendo respondió: “¡Ah, desgraciadamente, no puedes devolverme la
vista…Pero, pero… puedes hacer algo: puedes ser mi guía, mi lazarillo.”
Así,
desde aquel suceso, el Amor se quedó
ciego y fue guiado por la Locura.
Y por eso decimos tanto “Te quiero” como “Te amo con locura”.
Fátima
Ezzehar
Rabat
(pero no importa el lugar): 16/05/2015
Ejercicio
basado sobre “El eclipse” –Ensayos y Fabulas- de Augusto Monterroso.