En el café me pongo a mirar las nalgas de los
presentes porque me he situado en un lugar estratégico
y bastante más cómodo para ver con mayor claridad.
Y las de Fátima, al levantarse del asiento, con sus
pantalones de campana de tela gruesa y colores llamativos que aumentan
visualmente más las curvas, liberan literalmente un sistema
airbag. Sus caderas anchas, un auténtico paraguas gratuito de carnaza,
protegen sus zapatos de la lluvia. Cuando camina, sus nalgas la ayudan a
mantener una postura corporal enderezada, participan siempre de cualquier
movimiento y se convierten en la base de su equilibrio. En estos instantes,
todos los ojos de la sala, con sus diferentes tamaños, se mueven
como limpiaparabrisas hacia esa zona llamativa, ese signo de fertilidad y
de salud.
A pesar de toda esa carga, Fátima tiene un carácter
especial: no se siente acomplejada, sino que escancia humor e ironía
para enfrentarse a la vida. Además, viste como le apetece, con ropa moderna y
haciendo oídos sordos a las críticas.
Mohamed, el dueño del café, es un tipo serio, de cara firme,
muy flaco, un palo vestido que tiene forma de pera: la parte superior muy alargada
y cubierta de una camiseta de seda negra que marca sus huesos; y la parte
inferior, embutida sus pantalones ajustados de color oscuro, lo cual empeora
las cosas ya que su espalda se acaba extendiendo hasta los tobillos sin ningún
tipo de curva de por medio. Sobra decir que es un hombre negativo y depresivo.
Sin embargo, él también es un gran admirador de esa gran
masa de Fátima, aunque a su manera. Precisamente, en este instante se dirige a
ella para invitarla a bailar.
ASSIA EL OUALIDI
Rabat, diciembre de 2021.
Tarea de escritura basada en motivos del cuento «Inmóvil sol
secreto» de María Luisa Puga (Vindictas. Ed. Páginas de Espuma, pág. 44).