«JULIO CORTÁZAR» por FATINE SEBTI
Si tuviera que elegir un solo libro para leer indefinidamente durante el resto de mi vida, sería, sin duda ninguna, uno del gran Julio Cortázar.
Elegiría un libro de ese hombre estupendo que parece haber nacido para escribir y que lo hizo con tanto genio que acabó fascinando al mundo con su sorprendente y polifacética pluma. Ese hombre que a través de sus cuentos nos hace descubrir la vida con ojos y sentidos nuevos, que nos lleva por caminos diferentes a los que conocemos, que abre a nuestra imaginación horizontes aún insospechables… Ese autor con quien todo es posible, ese cuentista que nos enseña que hay mundos ocultos que sólo esperan a que alguien sea capaz de revelárselos a quienes no los ven, que las posibilidades son infinitas y que de lo banal y lo trivial se puede extraer lo maravilloso y lo inesperado… Ese hombre para quien no hay frontera verdadera ni obvia entre lo real y lo fantástico, para quien ambos se entrecruzan y se confunden todos los días…
Elegiría la tinta de ese hombre alto, tímido y solitario que vio 31 primaveras parisinas, pero que vivió con un alma muy argentina y una nostalgia que llevaba grabada el nombre de Buenos Aires…. Lo leería incansablemente imaginando su voz hermosa y profunda, su «r» afrancesada, su rostro que el tiempo pareció haber olvidado y su barba eternamente negra… Optaría por ese amante del jazz de Charlie Parker e ídolo de Edgar Allan Poe, por ese dueño de las palabras, para quien éstas no sólo tienen significado y sonido, sino color y peso.
Elegiría al autor de Rayuela, de Bestiario, de Las Armas secretas, de Final del juego, de Libro de Manuel y de tantos otros que recomiendo a quienes quieran descubrir algo muy diferente que les marque la vida. Porque en todo lector siempre habrá un «antes» de Cortázar y un «después» de Cortázar.
Elegiría a ese gran hombre para quien: «Todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá entre nosotros, dará su sombra en nuestra memoria»
RAYUELA (Capítulo 7) de JULIO CORTÁZAR
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Texto sobre Julio Cortázar de Fatine SEBTI.
Rabat, 11 de mayo de 2010.
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