TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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jueves, 30 de mayo de 2013

« LIBERTAD EFÍMERA » de ABDELKRIM TADILI

 Hermano, estoy solo en mi cuarto de la ciudad universitaria, en Francia, donde ya llevo dos noches. Aquí ya paso frío, aunque sólo estamos en septiembre. Desde el balcón disfruto de una vista panorámica que da sobre la hierba, los campos, el bosque. Más a lo lejos, más abajo, se ve el puerto fluvial, donde de vez en cuando suenan las sirenas de los barcos. Esta mañana he salido para dar un paseo de reconocimiento de la ciudad y me ha llamado la atención la limpieza de la ciudad, su ritmo de estrés y los apretujones de la gente.
 Me acuerdo todo el tiempo de vosotros, de vuestro rostro en la estación de trenes de Rabat al despedirme y he sentido  en lo más profundo de mí mismo un desgarramiento provocado por nuestra separación, por estar lejos de papá y de mamá…
 En cuanto al viaje empezó bien hasta llegar a Tánger, pero en Algeciras, en España, las cosas comenzaron a complicarse. Por la noche el tren iba atestado de gente. Había estudiantes, trabajadores, y tanto españoles como turistas. Me resultó bien difícil encontrar sitio en un compartimiento. Había bastante desconfianza entre los viajeros; así que pasé la noche en vela. Al día siguiente, descubrí España a través de las ventanillas del tren. España es un país magnífico, con naturaleza variada, gente de aspecto simpático y mujeres guapas.
 Durante el viaje conocí a una mujer que iba a Holanda para ver a su familia. Es curioso, pero al conocerla sentí por primera vez  una impresión de libertad y de independencia que no había sentido antes. Desgraciadamente, el viaje compartido terminó en París y nos separamos. Y si  ahora me preguntaras si me gustaría volver a hacer el mismo viaje en las mismas condiciones, mi respuesta sería con toda seguridad “sí”.

Abdelkrim Tadili
Rabat, 22 de mayo de 2013
Basado en «Intramuros (Esta noche estoy solo)» de la novela Primavera con una esquina rota de Mario de Benedetti.


TILILA (EL IMPERATIVO) de ABDELLAH EL HASSOUNI

- Tilila, bébete el vaso de leche.
- No, no tengo ganas y no me gusta la leche. Ya bebí un poco ayer.
- Pero, ¿cuántas veces debo repetirte que es necesario beberse cada día un gran vaso de leche para crecer?
- Por ahora me niego a crecer. Espero el regreso de papá para hacerlo. Por lo menos él, me riñe poco y, cuando lo hace, no grita.
Rim, mi mamá, me habla todo el tiempo dándome órdenes: acaba tu plato, ponte derecha en la mesa, come lentamente, no tragues sin masticar bien, acaba tus deberes, arregla tus juguetes, cepíllate los dientes… Yo a menudo disfruto haciendo todo lo contrario o haciéndolo todo muy lentamente para fastidiarla excepto, evidentemente, cuando la necesito para algo. Mi abuelo Adam, el papá de mi mamá, a menudo me murmura al oído que hay que responderle «Sí, mi capitán». Pero yo no lo hago para no ponerla demasiado nerviosa y para poder ponerme mi pantalón de peto azul preferido con la camiseta roja. Pero eso sí: su manera de hablarme me ayuda a mejorar mi nota en conjugación. No toda la conjugación, sino en el imperativo. Soy la mejor a la hora de conjugar el imperativo en la segunda persona del singular. Si Rim, mi mamá, utilizara otros tiempos de la conjugación, yo incluso podría conseguir una mejor nota. Soy buena en matemáticas, pero no en gramática. En gramática hay siempre confusión, demasiados tiempos en la conjugación y demasiados verbos.
Yo, cuando sea adulta, no tendré que ocuparme de los errores gramaticales. Las personas adultas no están obligadas a tener cuidado con la conjugación cuando hablan entre ellas y a menudo utilizan sólo el imperativo para dirigirse a nosotros, los niños. La vida de los adultos es más simple. Algunas veces deseo parecerme a mis abuelos. Ellos no hacen nada más que esperar a que vayamos a verlos. Cuando estoy con mi abuelo, aprovecho para hacerle un montón de preguntas como “¿Por qué Dios no está casado?” o “¿Por qué los perros corren siempre tras los gatos?” o “¿Cuando una piedra se haga grande se llamara peñasco…?” Para ciertas preguntas, me pide que espere un poco. Parece que se comprende todo mejor cuando uno es adulto. Mi papi Adam me lee libros y no se salta líneas. Y si le pido que relea la misma historia, no me lo niega. Cuando paseamos por los caminos de la granja, se para siempre para mostrarme las plantas, las hojas secas o las orugas. Me enseña las raíces, las yemas, las flores, me habla de sus colores y me pide que no pise las cosas que crujen. Mi mami Hiba es una mami maravillosa. A menudo me lleva a las tiendas de caramelos o de chocolates. Todo el mundo debería tener una mami, porque, ella y mi papi son los únicos adultos a quienes les gusta pasar el tiempo conmigo, sobre todo cuando no hay dibujos animados en la televisión.
Mi papá no es tan viejo como mis abuelos. Con él, nunca oigo escapes de gas cuando se inclina y no me dice que es cosa del perro. Es más jugador y corre mejor y yo puedo compartir con él algunos juegos donde hasta nos empujamos un poco. Mi mamá me dice que ahora está retenido lejos y que estará de vuelta tan pronto como pueda. Lo echo muchísimo de menos. Es el único de la familia que, como yo, tiene la piel del color de las almendras tostadas. Los otros tienen una piel blanca, tan blanca como la leche. Por eso he decidido no beber más leche, así conservaré el mismo color de piel que mi papá.

Abdellah El Hassouni
Rabat, 27 de mayo de 2013
Basado en la secuencia “Beatriz (Los rascacielos)” de la novela Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti.

miércoles, 29 de mayo de 2013

“PÉRDIDAS” de ANASTASIO GARCÍA

Mucho tiempo después, en las frías y también en las calurosas noches de insomnio, iba a recordar, más frecuentemente de lo que a él le hubiese gustado, aquellas tardes de sol compartidas con los amigos, aquella inocencia común, corriendo tras un ratón antes de que desapareciera, temeroso, para volver a aparecer, pasado un tiempo, desafiante. Se acordaba, como si hubiese terminado de comérselos, de los bocadillos que le preparaba su abuela o de la expresión de la cara de su madre tras buscar insistentemente la onza de chocolate, para luego confesar que había sido él quien se la había comido, aunque en realidad quien se las comía era el canijo, como cariñosamente lo llamaba.
Recordaba cuando él y su gran amigo, el canijo, su casi hermano, pues se habían amamantado de la misma leche, se tumbaban en la hierba y veían esos extraños pájaros que siempre volaban en línea recta e iban trazando el camino para los siguientes, aunque desapareciera casi de inmediato, por eso, según Karim, el siguiente pájaro tardaba algún tiempo en pasar, ya que tenía que buscar el camino por sí solo… ¡Bendita inocencia!
Un día le preguntaron al maestro cómo se llamaban esos pájaros. No son pájaros, son aviones y dentro hay personas que viajan de un lugar a otro….
A partir de ese día su vida cambió. Se imaginaban dentro de los aviones, o pájaros grandes, como acordaron llamarlos, viajando, descubriendo nuevos lugares. Se imaginaban que eran esos exploradores que aparecían en los tebeos. Correrían muchas aventuras y ganarían mucho dinero y así podrían construir una gran casa para vivir con gran comodidad y no como ahora, todos hacinados.
Casi lo consiguieron. Al menos en parte, ya que en un abrir y cerrar de ojos, la miel de los labios se les escapó. Lo único que consiguió, y pensaba en singular, fue conocer otro mundo, hostil, a veces un poco cruel, aunque también con momentos agradables, ya que una parte de todo el proyecto se quedó a mitad de camino. Cuando recordaba todo esto, maldecía el día en que le preguntaron al maestro qué eran esos extraños pájaros y las ideas empezaron a anidar en sus cabezas.
¿Había merecido la pena? Se preguntaba continuamente. La respuesta era obvia.

Anastasio García.
Rabat, mayo de 2013.
Basado en “Beatriz” (Las estaciones)”de la novela Primera con una esquina rota de Mario Benedetti.

« ALEGRÍA EN MI PRIMERA POESÍA » de HOUDA BENZZOUBEIR (Colaboración)


Quiero hacer mi primera poesía
para hablar de los sentimientos,
para describir la alegría
que ocurre en algunos acontecimientos.

Quiero decirle a la gente:
no gastes tu tiempo en buscarla,
mira a tu alrededor solamente
y descubrirás cómo sentirla.

Hay alegría en las flores,
en sus diferentes olores
y en sus bonitos colores.

Hay alegría en la sonrisa de los niños,
en los abrazos y en los sueños,
en la suave mano de la madre
y en el consejo del padre.

Hay alegría en toda la vida,
la hay en la ayuda de la amiga,
la hay en la fiesta y en la broma
y en el blanco de la paloma.

La alegría esta en todos los lugares,
se difunde como una enfermedad
y podemos sentirla a cualquier edad.

No gastes tu tiempo en buscarla :
siéntela y vívela.



Houda Benzzoubeir (estudiante de español de B1.1 en el I.C. de Rabat)

martes, 21 de mayo de 2013

“INMIGRACIÓN (INSOMNIO)” de AIXA ABOUNAI



A pesar de que estoy muy cansada, no logro dormir. Esto me pasa cada vez más. Además el día fue largo y particularmente completo. Esto debería satisfacerme porque es sinónimo de una buena entrada de dinero, pero me deja un gusto completamente amargo en la boca. Pero, tranquila, no voy a molestarte con mis estados de alma. ¿Qué tal tú, Ghali y los niños, Narjis y Sami?
¡Pasa el tiempo tan rápidamente! ¡Cuando pienso en que hace tan solo seis años que las dos nos licenciamos y hablábamos de cambiar el mundo! ¿Recuerdas nuestras tardes de preparación de exámenes, a veces en tu casa y otras en la mía…? Pero poca importancia tiene el lugar: trabajábamos y soñábamos con un futuro feliz.
Sentada ahora sola en mi balcón, reviso esa época en que quería irme de cualquier modo, dejar el país para asegurar mi futuro, ya que las manifestaciones diarias de los universitarios licenciados parados delante del Parlamento no me permitían tener ilusiones en cuanto a posibilidades futuras…. Pero tú mantenías siempre la esperanza e insistías en el hecho de que había que luchar en el interior. Para mí el paraíso estaba en otro lugar. Me bastaba con atravesar el Mediterráneo…
Jamás habría creído que llegaría echar de menos tanto este país que  quería a cualquier precio dejar, que un té a la menta me parecería la mejor bebida del mundo, que una torta hecha por mi madre vale más que todos los bollos del universo. ¡Qué ironía del destino! Pero son, sobre todo, nuestras discusiones interminables las que me faltan. Aquí no tengo amigos. Con el trabajo que hago no es fácil tener amigos, conozco a mucha gente pero no tengo ningún amigo.
Cuando escribo a mi familia, la tranquilizo, les digo que todo está bien y ella está dispuesta  a  confiar en todo lo que le diga. ¿Por qué no va a ser así si envío regularmente dinero? ¿Qué puedo contarles? Si yo misma no logro hablar de mi trabajo. Yo, licenciada en Filosofía, que me fui para asegurar mi futuro, no encontré el paraíso que imaginaba sino un rincón en el infierno.
Es asombroso cómo nuestra visión de las cosas, de lugares, del otro, cambia según se está allá o aquí. Las lecturas, los medios de comunicación, nos ayudan a imaginar y tener una idea de que hay otro lugar que corresponde a nuestras esperanzas, a nuestros sueños, más que la realidad que estamos viviendo. Pero el encuentro luego es tanto más decepcionante que no estamos preparados para enfrentarnos a él. La desilusión es grande, pero confesar el fracaso es difícil, cuando el "allá" era ante todo un modelo de éxito.
A ti no te escondo mi sufrimiento, mis desilusiones, ni tampoco los momentos de alegría, porque también lo tengo. No creas que no hay nada positivo en mi aventura de ave migratoria. Pero te hablaré de eso en otra ocasión… Ahora voy a intentar dormir.

Aixa Abounai
Rabat, 10 de mayo de 2013.
Basado en “Intramuros (Esta noche estoy solo)”de la novela Primera con una esquina rota de Mario Benedetti.

“MANUEL (LA VECINA)” de AIXA ABOUNAI



Nuestra vecina es muy gentil. Cuando la encuentro en las escaleras, me sonríe y a veces me da caramelos. Le deben de gustar los caramelos porque a menudo los lleva encima. No tiene niños, así que los caramelos deben de ser para ella.
Mi papá dice que no es como nosotros. Es verdad que tiene la piel de color marrón. Pregunté a papá si era de África. Dijo que sí, pero yo le recordé que la gente en África era negra. En todo caso es lo que vi en el libro y la película de Kirikou. No comprendo nada. Papá dice que es de África del Norte, pero África está en el sur. El Norte está allí donde vive mi abuela, nieva mucho y hace mucho frío, y la gente es muy blanca, más que nosotros. Tienen los cabellos rubios y a menudo los ojos azules.
De todos modos, nuestra vecina es muy bella. Papá dice sobre la belleza de la vecina que es su capital. No comprendo qué quiere decir esto. Yo conozco la capital de Francia, que es París, pero también la capital de España, que es Madrid, y conozco muchas otras, pero jamás pensé decir que una persona puede tener también una capital.
A mi madre no le gusta que se hable de la vecina. Dice que la emigración siempre ha existido en todos los países del mundo. La emigración es cuando la gente se va de su país para ir a trabajar a otro país. Pero si no trabajan, esto no es la emigración. Mi tío se fue a trabajar a otro país pero mi madre dice que no es un emigrado sino un expatriado. No comprendo nada de eso. A mí, en cualquier caso, me gusta mucho nuestra vecina.


Aixa Abounai
Rabat, 14 de mayo de 2013.
Basado en “Beatriz” (Las estaciones)”de la novela Primera con una esquina rota de Mario Benedetti.

“ENCUENTROS” de ANASTASIO GARCÍA



Todas las mañanas lo veo pasar. A veces cabizbajo y triste. Otras, alegre, altanero y lleno de ilusión.
Le gustaba sentarse a disfrutar de uno de los pocos placeres que aún le quedaban: su café diario, a pesar que el médico se lo tenía totalmente prohibido… Y le gustaba ver pasar a la gente, imaginar sus historias, el porqué ayer llevaba un traje y hoy no, el porqué de una falda larga o corta o la conveniencia o no de una corbata un poco atrevida. También disfrutaba/ viendo la cara de la gente, analizar sus rostros, ver la aparente felicidad o tristeza e intentar encontrar una explicación.
            Con el tiempo voy reconociendo a la gente y puedo construir su historia de varios capítulos o días, pues el hombre, animal de costumbres, siempre hace la misma ruta, el mismo camino para ir a ganarse el pan, como decía muchas veces mi padre, o de un modo más refinado, el sustento. Esta mañana me encuentro un poco cansado, no sé qué me pasa, serán los años ya, pero aquí estoy como todas las mañanas desde hace ya muchos meses.
            Todas las mañanas lo veía pasar, y sus miradas siempre se cruzaban, saludándose con una tímida sonrisa, diciéndose buenos días con los ojos. ¿Cómo se dirá buenos días en su lengua? Siento una gran curiosidad. No sabía por qué, pero desde la primera vez que lo vio sintió algo extraño, que se habían encontrado, o mejor dicho, cruzado por algún motivo, aunque ahora no tenía ni la más remota idea de lo que esto pudiera significar.
            ¿Cómo se llamará? ¿Cómo llamarlo? Me lo he preguntado muchas veces. Por ahora no tiene nombre, así que no se llama de ninguna manera. Algún día lo sabré. Una cosa curiosa es que mi “conocido sin nombre” unas veces aparece peinado y otras no. ¿Por qué? No lo sabía. ¿Se habría levantado tarde? O ¿Se había olvidado de peinarse? Si se había levantado tarde, seguro que no había dormido bien. ¿Echaba de menos algo, a alguien? ¿Se sentía bien allí? Ahí, en este aspecto, yo lo podía comprender, pues yo mismo me sentía extranjero, sobre todo después de haber vuelto. Quizás era a eso lo que me unía a él. Los dos compartíamos, creo, muchas cosas, pero sobre todo, la soledad. Lo cierto es que cada mañana nos buscamos con la mirada. Si alguna vez no lo veo, me pregunto qué le habrá pasado ¿Quizás está enfermo?  ¿Habrá cambiado de camino?
            Está solo. De ahí la cara de tristeza de algunos días. Lo intuía, pero lo supe por dos cosas. Por sus camisas sin planchar y porque un día fui testigo de una escena: vio a una niña pequeña, de unos cinco años y su rostro se iluminó. Se dibujó una sonrisa tan dulce y tierna en su cara que rápidamente pensé que tenía una hija, y lo más terrible de todo, que la echaba desesperadamente de menos. ¡Maldito destino! pensé yo que él pensaba en aquellos momentos.



Anastasio García García.
Rabat, 20 de mayo de 2013.
Basado en la secuencia “El otro (testigo solito)” de la novela Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti.

“COTIDIANEIDADES (Entre familia, horno y ganado)” de RKIA OKMENNI



Más que antes, le dolía su rodilla izquierda. El dolor la despertó muy temprano. Aparte del dolor físico persistente, la otra razón que le hacía huir el sueño eran las pesadillas recurrentes en que su hija mayor lloraba y la llamaba. Y aunque se interpretaban las lágrimas de los sueños como signo de felicidad y alegría, no se representaban buenas imágenes de la situación actual de su niña... ¿Por qué su corazón de madre no llegaba a tranquilizarse a pesar de que Muna le había asegurado en una carta suya que se estaba acostumbrando al lugar, a los alumnos y a los aldeanos?
Sabía que le esperaba mucho trabajo, así que decidió levantarse. Pero antes se hizo unos masajes con aceite de oliva y se puso una venda de lana para aliviar su rodilla y arrastrar menos el pie. Salió del cuarto y se dirigió hacia el lado de la panadería para encender el fuego del horno y preparar la masa. Luego, su marido se encargaría de hornear el pan que distribuían  a los comercios del barrio diariamente desde las siete de la mañana.
Después las tareas diarias siguieron su habitual orden. Preparó el desayuno para todos. Despertó a sus niños para ir al colegio. Barrió y fregó el pasillo ancho y largo que conducía al horno y también a la parte reservada para la familia. A lo largo de este pasillo habían construido un banco de cemento donde las personas, en general niños y mujeres, solían  esperar la cocción del pan. Tuda siempre pasaba para saludar a todos los que esperaban allá y a veces se detenía para bromear con unos y a pedir noticias a otros. Después, fue a la casa del ganado, que no era un corral como en el campo, sino la antigua casa en que habían vivido antes de construir su nueva vivienda-panadería de hierro y hormigón. Le bastaba solo atravesar la calle para ocuparse de sus animales y ordeñar sus vacas.
Antes del mediodía, ya estaba en la cocina preparando la comida. Salió tras oír gritos, no solo de una persona, sino de dos o tres que reprochaban algo a su marido. El no respondía y seguía en la fosa de dos metros cúbicos que le permitía ver mejor por dentro el horno y vigilar la cocción del pan. Antes de pedirles el porqué de tanto alboroto, vio aquel pan quemado, casi carbonizado, de tres o cuatro hornadas. Arreglaron el problema con los clientes y su marido envió a llamar a un ayudante que iba a ayudarlo cuando lo necesitaban para acabar la cocción. Tuda pensó que quizás su marido se había dormido un rato o había pasado más tiempo de lo normal fumando durante la breve pausa que solía tomarse entre dos hornadas. Sin embargo, él le confesó que hacía unos días que no soportaba el deslumbramiento del fuego y hasta le convenció de que era algo eventual.
Pero su ceguera era progresiva y dolorosa para todos, familia y vecinos. Tuda encontraba siempre tiempo para ayudarle. Su cariño hacia su esposo se notaba hasta en su voz cuando le dirigía la palabra. Todavía distinguía siluetas y formas y ella esperaba que, quizás, un día recobrara la visión y, con ella, sus miradas de enamorado.

Entre fuego y suelo,
Tuda va, Tuda viene,
anda cojeando día a día,
amplían sus dolores,
va arrastrada por sus bromas
que borran pesares y penas.

Entre horno y ganado,
Tuda va, Tuda viene,
se desplaza y corta el aire
empujada por el cansancio,
con las piernas de plomo
y los brazos rotos.

Aquel día, de nuevo el dolor en la rodilla la despertó. No sintió el descanso que solían procurarle algunas horas de sueño. Sabía que le esperaban muchas tareas, así que decidió levantarse. Pero antes, se hizo unos masajes con aceite de oliva y se puso una banda de lana para aliviar su rodilla y arrastrar menos el pie.
Su marido estaba todavía en la mezquita. Desde su ceguera, su fiel amigo venía cada madrugada para acompañarlo e iban a rezar juntos. Mitad por amistad y mitad para borrar algunos de sus pecados y asegurarse su ingreso en el paraíso.

Tuda va, Tuda viene
entre horno y tiempo
y sus sueños y despertares
se arrugan con sus noches,
se alargan sus días,
y se desbordan sus faenas.

Entre hoy y sus ayeres
Tuda va, Tuda viene,
y en sus ojos morenos
como nubes irisadas
viajan sombras tristes
hacia secretos escondidos.

Salió del cuarto y se dirigió al horno de la panadería para encender el fuego y preparar la masa. El nuevo panadero no tardaría en llegar.


Rkia Okmenni.
Rabat, 17 de mayo de 2013.
Basado en “EXILIOS (Caballo verde)”de la novela Primera con una esquina rota de Mario Benedetti.

“DESTINOS Y DESTINACIONES” de RKIA OKMENNI

Tú estás en tu pueblo del Rif y yo estoy en el mío del gran Atlas. ¡Qué doloroso golpe del destino! Incluso ahora, mientras te escribo, no me lo puedo creer. A finales del cursillo de formación, yo creía que quizás ambos podríamos empezar a trabajar en dos escuelas cercanas o, por lo menos, no tan distanciadas. Pero al contrario, veo que estamos en las antípodas el uno del otro. Lo peor que podía ocurrirnos.
El primer día pasé mucho cansancio y mareos viajando en el autocar durante varias horas. Luego continué en un transporte público en que se mezclaban y se me imponían muchos olores de personas con sus compras y animales que cargaban atados. Acabé el viaje en una mula y no pude valorar las virtudes de dicho modo de transporte ni la naturaleza que atravesábamos, dado que el animal, buen conocedor del camino, subía y subía el sendero sacudiéndome, mientras yo, temiendo caer, me agarraba con todas mis fuerzas a su cuello.
Al llegar, los aldeanos me esperaban con curiosidad y los niños con timidez. Las mujeres fueron poco acogedoras y sus  miradas me seguían fuera adonde fuera. Era la primera maestra mujer que llegaba hasta esta escuela tan lejana y recién construida. Las primeras noches tampoco fueron mejores ya que empecé a sufrir insomnio a causa de los ruidos nocturnos y creyendo que todo los seres vivos de la montaña se despiertan de noche y desaparecen de día. Aunque conseguí identificar a algunos de ellos, otros me resultaban desconocidos, por lo que dejaba mi lámpara encendida hasta la mañana intentando convencerme de desde aquel momento en adelante tenía que acostumbrarme a aquel concierto de la naturaleza.
Hoy es jueves y es el día del zoco, el día del mercado semanal y nadie viene  a clase. Según me han contado, el cambio lo habían organizado los aldeanos, lo cual significa que hay clase el domingo en vez del jueves. Los funcionarios e inspectores de la región no tuvieron otra elección que aceptar. Yo aprovecho todo el día paseándome en el campo de esta región montañosa, escribiendo cartas, leyendo o lavando la ropa. Otros horizontes, otras ocupaciones, otras preocupaciones, otro ritmo de vida…
Hace ya poco más de un mes que estoy aquí y el número máximo que he tenido en mi clase ha sido de siete niños con tres distintos niveles de primaria. Estoy en un lugar en donde ni siquiera se siente la necesidad de aplicar todo cuanto he aprendido en enseñanza infantil. ¡Qué desilusión! En nuestras discusiones de antes, te decía que además de dar cursos de matemáticas y otras disciplinas clásicas y lingüísticas, estaba dispuesta a enseñar a mis alumnos a ser creativos, a inventar, a asombrarse ante descubrimientos anteriores o potenciales del futuro y también quería formar mentes críticas para buscar e interrogarse  sobre el porqué de las cosas que se les ofrece en la vida o a lo largo de su aprendizaje. Pero lo que jamás hubiera esperado es que me faltaran alumnos. Estoy intentando convencer a sus padres, que no ven la utilidad (a corto, medio o largo plazo) del aprendizaje escolar, el cual consideran una perdida de tiempo. Vienen a las reuniones que organizo. Me escuchan mientras enumero las ventajas de la enseñanza en el presente como en el futuro, pero me siento cada vez como quien intenta vender tenedores a alguien que no sabe ni tiene ocasión de usarlos, ni posee lo que se come usándolos. Afortunadamente no sufro problemas de comunicación, dado que hablamos el mismo idioma a pesar de algunas diferencias. ¡Así que un problema menos!
Al principio tenía muchas reticencias para venir aquí y ahora es casi un desafío motivar a los niños y sobre todo a las familias para  que aprovechen el saber y la enseñanza en mi aula de edificio prefabricado. Seguro que al leer mi carta te dirás: ¿Por qué no les atrae la escuela a pesar de la curiosidad innata de los niños? Es muy sencillo,  aquí todos viven del azafrán, el oro rojo, y se necesitan manos pequeñas. Solo el número de recolectores importa para optimizar la rentabilidad de la cosecha de cada familia. Y cuando digo familia se entiende tres o más generaciones que todavía viven en la misma casa.
No sé cómo van tus clases, tus alumnos y los habitantes de tu pueblo… ¿Tienes varios niveles en la misma clase? ¿Tantos como en la mía? Parece que allí donde tú estás, la mitad del aula se convierte en alojamiento para el profesor, mediante una sábana. ¿Tienes electricidad, agua corriente? Aquí, ni en sueños. Voy a buscar yo misma el agua a la fuente, que está un poco más arriba de la escuela y, al llegar, compré en el zoco una lámpara de petróleo para la noche. Bueno, por ahora estoy acostumbrándome a todo ello…
Espero noticias tuyas aunque ¿Cuánto tiempo puede tardar en llegarte mi correo?

Rkia Okmenni.

Rabat, 5 de mayo de 2013.

Basado en “Intramuros (Esta noche estoy solo)”de la novela Primera con una esquina rota de Mario Benedetti.

"TARA (Los vecinos, la familia, y otras cosas)" de RKIA OKMENNI

Ayer en el crepúsculo, mi mamá salió de la casa del horno hacia la del ganado para dar el alfalfa a las vacas y la paja al burro. Tropezó contra algo blando que se movía y saltaba. Gritó. Cuando encendió la luz, descubrió no solo una rana, sino muchísimas ranas dirigiéndose hacia todos lados. Entonces empezó a decir entre dientes unos insultos que a nosotros no nos deja pronunciar. Luego, empezó a buscar al responsable que había soltado aquellos bichos en el pasillo de nuestra casa, y así fue preguntando uno a uno lo mismo, tanto a mis hermanas, como a mis hermanos, como a mí…
Me llamo Tara. Tengo once años y soy la más pequeña en mi familia. Tengo también cinco hermanas y siete hermanos. Los dos mayores tienen sus respectivas madres. Mi padre se divorció dos veces antes de casarse con la mía. Mi hermanastro mayor, Ahmed, vive con nosotros, pero Ali  vive con su madre lejos de aquí.
Por lo que respecta a las ranas, yo sé quién es el culpable. No le diré nada a mi madre porque podría enfadarse con él. Son las ranas de Sami, el nieto de nuestros vecinos de enfrente y que vive en la capital. Viene a casa de sus abuelos durante las vacaciones. Tiene ocho o nueve años y es un niño algo raro, pero divertido. Le gusta buscar ranas en el palmeral y jugar con ellas. Ayer se le escaparon de su vaso de plástico tras derramar el agua por accidente. A mí las ranas me dan asco, por lo cual no pude ayudarle.
Mi mama estaba convencida de que alguien quería hechizarla para que sus hijas jamás se casaran. Encargó a mi hermano que se fuera a buscar unos sapos prometiéndole a cambio una moneda. Dos días después, nuestros vecinos encontraron unos sapos muy feos en el umbral de su puerta y ni siquiera se quejaron.
Estos días, mi madre grita y se enfada porque mi hermana Muna se fue a trabajar al monte y muy lejos. Todos la echamos de menos en casa. Además, desde que mi papá ve solo siluetas y formas y no puede cocer el pan, ni ayudar en casa y ni siquiera ir solo a la mezquita, mi mamá está muy triste y a veces llora sin esconderse. Y mientras llora dice todo lo que le hace llorar.
Desde que mi papá esta casi ciego, reza mucho y habla poco, salvo cuando murmura sus rezos desgranando el rosario. El viernes pasado, su amigo no pudo acompañarle a la mezquita para rezar porque estaba de viaje. Mi padre mi pidió que lo acompañara y que le esperara delante de la gran puerta hasta que terminara de rezar para llevarle de regreso a casa. En el camino, le pregunté si empezaba a acostumbrarse a su ceguera. El me respondió que le faltaba mucho tiempo para eso. Yo lo mantenía con la mano izquierda y él se ayudaba mediante un palo con su mano derecha. Además, yo le indicaba cuándo debía subir o bajar de la acera o evitar un obstáculo. En una mezquita, las chicas no deben entrar por el lado reservado a los hombres, por eso mi padre me dejó sus zapatos para que nadie se los llevara. Muy avergonzada ante todos aquellos hombres que entraban para rezar, volví mi cabeza y miré hacia otro lado. Y como todos se vuelven muy piadosos el viernes, algunos me dieron una moneda pensando que yo pedía limosna. A nadie le enseñé ese dinero. Compraré caramelos al salir de clase y jamás acompañaré otra vez papa a la mezquita. Que lo haga uno de mis hermanos, ya que ellos sí pueden entrar.

Rkia Okmenni.
Rabat, 14 de mayo de 2013.
Basado en “Beatriz (Las estaciones)”de la novela Primera con una esquina rota de Mario Benedetti.

“RIM (REMAR A CONTRACORRIENTE)” de ABDELLAH EL HASSOUNI



¡Jolines! Estos mechones no se dejan dominar…, dijo y se dijo Rim, con su cepillo entre las manos. Esto no puede ser más que una consecuencia de este estado de estrés que estoy viviendo, agregó, tratando de encontrar una explicación mental que fuera aceptable a su estado de ánimo, pero intentando apartar a primera vista todo lo que era físico. Se repitió lentamente las palabras “soy una chica joven y dinámica”, como si quisiera convencerse a sí misma de ese hecho. Era su querida mamá quien a menudo se lo repetía con gusto y quien le sacaba esa frase mágica cada vez que la veía un poco con la mente en las nubes. Eso le dibujaba siempre una sonrisa radiante. Ahora, joven tal vez, a sus treinta y dos años, aquel primer adjetivo todavía podía ser actual, aunque en lo referente a dinámica ya no estaba tan convencida.
Lo había sido hasta hacía un determinado tiempo. El tiempo en que todavía vivían los seis en aquel chalet de los alrededores de la capital: sus viejos, su joven hermano Reda, ella, su marido y su pequeña perla, Tilila. Su adorable y elegante mamá, Hiba, una mujer de una familia secular, había hecho lo mejor posible para educarlos según el modo y las costumbres que ella misma había recibido. Pero los tiempos habían cambiado tanto… Rim y su hermano habían sido modelados de otro modo y no precisamente de manera tradicional. Se les había impregnado la cultura europea que habían recibido en la escuela. No arrastraban la hereditaria carga ancestral, ni el peso de la religión estricta y apremiante. Pero Rim estaba persuadida de que su mamá seguía masticando un montón de prejuicios que continuaban siendo alimentados por sus relaciones mundanas bien seleccionadas. Y aunque Hiba había frecuentado los bancos de la escuela, lo cual le había proporcionado un cierto grado de saber y por consiguiente cierta ventana entreabierta a la evolución de la sociedad y las nuevas tendencias que la agitaban, los puntos de vista de su madre no la habían socorrido a la hora de la verdad. Rim adoraba a Adam, su papá, con quien las relaciones eran más simples. Aparte de que desempeñaba el papel de cajero automático, abierto a cualquier hora del día o de la noche, no tenía mucho tiempo y los niños no le exigían tanto. Por tanto, cada uno se dedicaba a sus actividades y quehaceres. Rim, sin embargo, había notado que la situación había cambiado tras la partida de Reda, aunque Adam abiertamente no hablara de eso. A la primera ocasión que tuvo, Reda había despegado hacia el país de su segunda lengua materna (si no su primera) para sumergirse totalmente en sus aguas. Durante un tiempo, volvía como un golpe de viento para saborear un estofado de carne, cocinado por las manos de mamá, acompañado por un vaso de té a la menta, e intercambiar algunas reflexiones con Adam, su papá, sobre su vida en el mundo de allá. Ella, Rim, no había seguido a su hermano. Sentía ataduras más fuertes: un marido y una niña a quien había que incubar y proteger. No todo el mundo puede hacer lo que desea.
Y ahora estos cabellos de mierda que se deshilachan entre mis dedos…, dijo y se dijo Rim, observando su cepillo. Si todavía fuera mi madre quien me cepillara, no los habría visto caer y a ella, tan delicada y tan discreta, le habría costado confesármelo. La verdad es que echo tanto de menos su presencia a mi lado…, seguía pensando. Rim y su madre, las dos mujeres de la casa, siempre habían estado muy cerca la una de la otra, habían sido verdaderas cómplices. Una complicidad profunda y maliciosa, a menudo transmitida justamente con una mirada o un gesto insignificante y que se había fortalecido con la partida de Reda. Esa complicidad seguía siendo efectiva, pero no tanto como antes. La gruesa nube gris que había ensombrecido su relación, la elección del compañero de camino de Rim, había dejado secuelas indelebles. Salem formaba parte de la banda de chicos y chicas que frecuentaban el chalet. Su tez del color de las almendras tostadas y sus cabellos ensortijados revelaban que era un chico del sur, del extremo sur. Hablaba la lengua de Molière con un acento particular. Hiba intentaba verlo con buenos ojos, diciendo que ella siempre se había mostrado abierta a la mezcla de culturas. Sin embargo, el día en que se había enterado de la relación entre él y Rim, se puso a denigrarlo gritándole a su hija… Esto no encaja con lo que somos nosotros… Cuando me dirige una simple mirada, siento que me echa en cara nuestras diferencias con orgullo: “He aquí mi físico y he aquí de qué estoy hecho". No es de nuestro entorno, no es como tú, como yo, como todos los demás… El peso de las tradiciones y las raíces de una burguesía arrogante y despreciativa, incrustadas en el fondo de Hiba habían salido a flote de una bella manera... Rim, que pensaba por entonces que jamás uno tiene la misma madre que los demás, sino precisamente una madre diferente, se había tomado aquella oposición con paciencia e indiferencia y había respondido con cierta terquedad. Mantuvo la estrategia de no hablar ni de lo que había sido dicho ni de lo implícito y, por lo demás, dejó que el tiempo interpretara su papel… Al final, acabó por ganar. O, más bien, Hiba había acabado por ceder. No quería perder tanto quizá por tan poco. Y su cólera se apaciguó dejando sitio a la añoranza…
Y estos cabellos que ya no quieren reinar ahí arriba… ¿Quieren también alejarse de mí? ¿Debe ser esto también sólo culpa mía? ¿O quizá es de mamá, o de de Salem o de los dos? ¿O bien es una señal de que el tiempo pasa volando y me cuesta confesármelo? Con treinta y dos años no soy precisamente una mujer madura, aunque sea una joven mujer que ya no es dinámica, dado que he aguantado lo que he aguantado. Pero no hay que remar hacia el pasado. A menudo el tiempo no se mide por minutos, días o años sino más bien por la manera con la cual vivimos el tiempo…, pensó Rim. Se levantó, echó los mechones en el inodoro y tiró de la cadena.


Abdellah El Hassouni

Rabat, 20 de mayo de 2013

Basado en la secuencia “El Otro (Testigo solito)” de la novela Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti.

jueves, 16 de mayo de 2013

“EL VETERANO (SUEÑOS, ENSUEÑOS)” de ABDELLAH EL HASSOUNI



Miró sus ojos y descubrió en ella un verdadero sufrimiento. Sabía que sus caricias no podían aliviarla. Sin embargo, él continuó a pesar de que era bien entrada la noche. Ella gemía de vez en cuando, cada vez más débilmente. Él no podía proyectarse en aquella situación. Tenía ideas vagas, esperanzas y, sobre todo, temores enterrados. Y ahora las cosas habían cambiado totalmente.
Al aproximarse a la fecha fatídica, ocho meses antes, él se había visto a sí mismo administrándolo todo con acierto, ya que siempre había sido un buen administrador en todo. O por lo menos era lo que pensaba de sí mismo. Normal, ¿no? Sobre todo para una persona como él, que había trabajado tanto y sin parar. Tanto tiempo para cosechar cabellos entrecanos y todo el tiempo para no saber hacer nada más, nada más que trabajar. Eso se debía probablemente a su educación, a su época. Él había dado sus primeros pasos bajo la protección de unos padres trabajadores en una casa sin televisión, sin portátil e incluso sin teléfono. Sus juguetes, aparte de unas simples canicas y una peonza, todos los había fabricado él mismo con pedazos de madera, latas de conservas vacías y un poco de ingenio mezclado con chillidos de niños alegres. De adolescente, los únicos momentos en que su padre no le gritaba «el tiempo es precioso y hay que saber aprovecharlo» era cuando lo veía estudiar o sostener un libro entre las manos.
Así y después de discusiones maratonianas con su fiel compañera y madre de sus dos niños, había decidido dejarlo todo y llevar a cabo su sueño, ahogado en el fondo de sí mismo desde hacía una eternidad. Su mujer no se mostraba favorable ante aquella idea, por no decir que estaba verdaderamente en contra. No se veía rompiendo con todas las atracciones mundanas que habían rellenado y jalonado su vida durante más de treinta años de matrimonio. El argumento de choque de él era repetir «no hay que pensar solamente en lo que podemos perder, sino sobre todo en lo que vamos a ganar». Y le describía de modo bastante poético cómo ambos le retorcerían al aburrimiento urbano su cuello con sus mil caras, cómo alejarían las inquietas y pequeñas nubes y le devolverían al azul del cielo su resplandor original, y cómo a la fuente le devolverían sus ganas de llorar con ruido y sin reserva alguna. Además, viendo la pequeña sonrisa que se dibujaba en sus grandes ojos castaños, le describía cómo ambos se regocijarían solos, estirados, luminosos, revestidos de pereza y de sueños, sobre un lecho blando y meloso de verdadero heno. Y así fue cómo en un abrir y cerrar de ojos, ya en los primeros días de su jubilación, vendió su vivienda, liquidó sus bienes y compró aquella pequeña granja situada en medio de cualquier sitio y a dos pasos de una ciudad y su imprescindible centro.
Pero hay muchas bellas ideas que a menudo generan víctimas. Su mujer era una, tal vez la única de los dos. Él le replicaba que siempre hay que engañarse para tener razón después. Sin embargo, había comprado dos caballos, algunas vacas, varios corderos, había poblado un corral y había vuelto a practicar su juego favorito, el de veterinario. Había recuperado su ritmo de trabajo y había conseguido de una manera bella constreñir el tiempo, acotarlo y volverlo casi intangible.
Sonó su portátil. Ella levantó la cabeza, volvió a colocarla en el montón de heno, gimió, se agitó, ofreciéndole la esperanza de una solución próxima. Era Rim, su hija, que quería saber qué era de ellos. Él le informó sobre el estado de su madre, sobre el mensaje de su hermano Reda, pero sobre todo le habló de Blanca, su vaca, que en ese momento se hallaba tendida a su lado y dando luz al primer ternero de la granja.

Abdellah El Hassouni
Rabat, 6 de mayo de 2013
Basado en la secuencia “Caballo verde” de la novela Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti.

«VEINTE AÑOS, HIJO», BAHIA OMARI

    Lloro sin cortar cebollas, pero oigo la fluidez de las lágrimas, lágrimas por el dolor que alcanza siempre mi corazón, mi alma; un...

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Cantando los versos de José Martí.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Iman y Anastasio recitando a Mario Benedetti. Mohammed a la guitarra.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Manal, Ahlam y Assia recitando a Oliverio Girondo.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Rkia recitando a Delmira Agustini

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Bahia recitando a Alfonsina Storni.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Laura & Mohamed y Mohamed & Laura cantando a Alfonsina Storni.

Ensayando para el Día E junio 2015

Ensayando para el Día E junio 2015
Grupo del Taller de Lectura y escritura 2015

Recital 18 de junio de 2016

Recital 18 de junio de 2016
21.00 Instituto Cervantes de Rabat

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015, 19.00 -INSTITUTO CERVANTES DE RABAT -

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014
Recital "A orillas del Bu Regreg 2014"