TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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martes, 15 de diciembre de 2009

CANCION DE CUNA de JOE MCCARROLL


Acababas de llegar y te sentías contenta de, por fin, poder refugiarte de la mañana pálida y glacial. Apenas te habías sacado el abrigo, cuando ella te dijo que iba a llegar tarde esa noche. Una hora, una hora y cuarto te dijo, y al mismo tiempo te preguntó - como si no tuvieras tu propia vida fuera de ese apartamento- si te importaba. Le contestaste que no. La respuesta fue automática e indudablemente la que se preveía. Todavía resonaba el eco de la palabra cuando escuchaste el portazo y después un silencio hipnótico. Te quedaste allí sintiéndote aturdida y mirando fijadamente a la nada. Momentos después el llanto del niño, que venía del otro lado del enorme apartamento, te trajo de vuelta. Fuiste hasta él y empezaste a cantarle una canción de cuna. La misma que le habías cantado al tuyo al dejarlo junto a muchos otros que desconocías para que otra persona lo atendiera. Mientras cantabas, apartaste la vista de ese niño para mirar a través de una ventana a un mundo que tampoco te pertenecía. La ironía absurda y grotesca de la situación te aplastó lenta pero contundentemente, con todo el peso de tu ser. Para manteneros, cuidabas al niño de otro mientras otro cuidaba al tuyo. Eso no era el ‘algo mejor’ con el que siempre habías soñado antes de emigrar. En ese momento tu existencia se sentía tan sombría como el día que te ofrecía la ventana de ese refugio ajeno.

Joe McCarroll
Diciembre de 2009

(Ejercicio basado en Lejos del 16º, una de las historias de la película París, je t´aime)

LOS LAZOS DEL CORDÓN UMBILICAL de ABDERRAOUF SBIHI


Desde siempre y desde la fecundación, los sentimientos de la madre hacia su futuro descendiente se intensifican día a día. El aumento de peso, los disparos involuntarios del estómago, los caprichos, el dolor del parto, todo eso se olvida rápidamente. Se ignoran aquellos tiempos cuando llegas y te ofrece todo su tiempo con una felicidad sin igual para ti, tiene una sonrisa casi permanente, una disponibilidad continua, incluso durante la tranquila profundidad de la noche. A cada solicitud, la madre está ahí, el aseo está ahí, y sobre todo la sonrisa está ahí. La conjugación de sentimientos de satisfacción, de la orientación y de la educación implica una cierta complicidad simbiótica a lo largo de toda la vida. Si yo digo miles y miles de veces "Te quiero mamá", eso no vale ni un fragmento de su sonrisa porque ella me ha amado de forma natural antes de verme y yo la he seguido amando después de aprovecharme de ella.
El profeta dijo que “El Paraíso está bajo los pies de las madres”. El papel de la madre es divino y eterno ya que la prole de la madre de ayer es la madre de hoy. Los medios cambian pero el amor es el mismo.

Abderraouf Sbihi
(Ejercicio basado en Lejos del 16º, una de las historias de la película París, je t´aime)

DRENÉ UN ABISMO de MARIBEL ANDRADE


La esperanza me aparta de la muerte cada día. Cada día me levanto, corro, atravieso la ciudad fría, llego a mi trabajo frío donde pasan las horas lentas. Corro de nuevo, así se pasan los días.
Cuando sentí tu vida dentro de mí, en la mía se abrieron un abismo y un horizonte nuevo, ese horizonte era igual a esperanza, palabra salvadora; caminé por ella y drené el agujero del abismo.
Cada día, la esperanza suena a las 6 de la mañana; la esperanza está en la guardería, cuando te dejo; nunca solo, porque mi amor allí te dejo, para que te cuide, para que te proteja; y también se halla en los autobuses y metros que de ti me alejan los lunes, los martes…
El viernes, la esperanza está más lozana, más entera, rejuvenece: “Mañana y pasado recuperaremos el tiempo perdido de cada semana, tachada invisiblemente en el calendario de mi alma”. El viernes la esperanza está más cerca, ha pasado otra semana. Nuestros sueños, hijo mío, se acercan.

Maribel Andrade

(Ejercicio basado en Lejos del 16º, una de las historias de la película París, je t´aime)

INQUIETUDES de SAMANTHA BORGES


Como todas las mañanas, te sobresaltaste con el despertador. Te levantaste de inmediato, tomaste a tu bebé en brazos y saliste rápidamente a las calles de un París que recién amanecía y que te conducirían a la guardería donde ibas a dejar a tu niña.
La pequeña, al quedar solita en una cuna tan igual a otras cunas, comenzó a llorar, y tú, que te ibas con prisa, te volviste para cantarle una canción hasta que se calmara, con tu voz dulcemente conocida, así como con tu sonrisa y tu mirada, y los movimientos de tu mano.
Corriste en las cintas de las correspondencias del metro. Debías coger tres líneas para llegar a tu trabajo. Caminabas muy rápido por las escaleras y en las cintas, tratando de adelantarte a otros que no llevaban tanta prisa como tú. En uno de los trenes esbozaste una sonrisa a alguien que te hizo un lugar, siempre de pie. En el último metro lograste sentarte y descansar tu cabeza contra la ventana que reflejaba tu rostro. Tus dedos se movían en tu brazo, impacientes, como buscando una respuesta a los problemas que debías enfrentar.
Saliste del metro y caminaste siempre apresurada en ese barrio residencial donde trabajas.
Tocaste el timbre, y una voz en español te dijo que pasaras.
Las dos habláis español. Ella como tú, también es extranjera en París. Las dos tenéis un bebé. Pero ¡qué diferencia entre su espaciosa casa y tu dormitorio donde el despertador suena tan temprano! ¡Qué diferencia entre su trabajo y el tuyo! Te comunicó que esa noche llegaría una hora y media más tarde; te sorprendiste un poco, pero aceptaste.
El bebé lloraba y te dirigiste hacia su impecable cuna. Cantaste la misma canción que habías cantado a tu hijita, pero ahora de forma automática, pensativa. Miraste por la ventana y seguiste cantando y moviendo tu mano sobre la cuna.
Más tarde te acercaste a la ventana. Miraste detenidamente los bonitos edificios de la bonita ciudad. Una enorme nostalgia te invadió, un anhelo profundo de tu tierra a la que a la que tal vez muy pronto decidas volver.
Samantha Borges
(Ejercicio basado en Lejos del 16º, una de las historias de la película París, je t´aime)

sábado, 12 de diciembre de 2009

TE DIJERON de IMAN TANOUTI


Te dijeron que la vida allí es más fácil, que allí uno se gana mejor la vida, que allí no hay miseria ni prejuicios, que el cielo es de otro color, que a una madre soltera no se le mira como a una cualquiera.

Te dijeron que ya no hay lugar para ti aquí, en este pueblo fantasma; un lugar en el que, cuando sucede una cosa así, todos le echan la culpa a ella, por mucho que el daño, en sustancia, lo haya hecho él. Eso es lo que te ocurrió, todos pensaron que la culpa la tuviste tú, que no vigilaste, que no protegiste. Así son en tu pueblo, donde la obsesión con el que dirán es grande y donde la opinión ajena es más importante que la de uno mismo.

Te dijeron todo esto y te fuiste sin mirar atrás, más decidida que nunca, en busca de una vida mejor, para explorar nuevos horizontes y, por un momento, te sentiste libre, ligera, liberada, tan recién nacida como el bebé que llevabas en los brazos y que parecía compartir tu felicidad.

Iniciaste entonces, si cabe, un peregrinar más arduo y apretado por una tierra extraña. Aterrizaste en un mundo diferente donde tu vida se resumía en una sucesión de empleos precarios y, a veces, indecentes, abandonando a tu bebé cada mañana en una especie de prisión infantil para que sus llantos se unieran a los de los otros, también de padres y madres desesperados y miserables. Todo ello hasta acabar en la casa de esa falsa aristócrata, mimando a un bebé que no es el tuyo, mirando la vida escapar por las grandes ventanas de una casa que no es la tuya, esperando con tanta ilusión que se acabe el día para encontrarte con el rostro de tu bebé que tanto temes olvidar con el paso de los días o confundir con el de la falsa aristócrata.

Te dijeron y te dijeron, pero ahora te das cuenta de que todo era mentira, que la vida acá es más cruel, la gente mas egoísta; que cada día es un largo y estresado viaje en unos aparatos subterráneos que no habías conocido antes, con unas caras demasiado deprimidas y angustiadas. Y aquí estás, pobre de ti, prisionera por tu propia voluntad.

Y ya casi sientes que te faltan esas miradas duras de los tuyos, el dulce amanecer y el cielo azul de ese lugar perdido y olvidado, pero que tanto añoras.

Iman Tanouti
Rabat, 15 de Noviembre del 2009

(Ejercicio basado en Lejos del 16º, una de las historias de la película París, je t´aime)

LA MADRE de RKIA OKMENNI


Hubo momentos durante tu embarazo en los que pensaste en abortar, rechazando toda idea de maternidad y queriendo olvidar aquella fiesta de estudiantes que había acabado pasadas las tres de la madrugada. Seguiste yendo a la universidad con mucho ánimo, afrontando las miradas fijas sobre tu vientre. Tuviste que aguantar muchos problemas de salud durante el embarazo. Tenías ya un nombre minuciosamente elegido para tu niño que empezó a moverse y a darte golpetitos por dentro. Supiste que jamás lo abandonarías y que nunca permitirías que tú misma o cualquier otra persona le hiciera daño.
Llegaste a vivir lo lindo que es el momento de dar vida. Viste por primera vez al ser pequeño y frágil que llevaste durante meses dentro de tu cuerpo: ¡Tu niño! Entonces tu corazón se llenó de tanta ternura que no hubo en él suficiente espacio para contenerla. Olvidaste el dolor y viviste solamente el instante presente pensando con mucho cariño y los ojos húmedos: “¡Mi niño, carne de mi carne!”.
Antes de dar a luz -hacia la mitad de tu embarazo- la realidad se impuso sobre ti y tuviste que encontrar un trabajo fijo: el de cuidar a un recién nacido en una familia rica. El mismo de quien sigues ocupándote hasta hoy. En cuanto a tus estudios -la principal razón por la que emigraste a esta gran ciudad extranjera-, preferiste no pensar en ellos, por el momento.
Por ese sentimiento de amor y de responsabilidad hacia tu niño, decidiste permanecer lo máximo posible a su lado, para verlo crecer minuto a minuto. Por eso, cronometraste hasta el tiempo que tardarías en llegar hasta tu trabajo, aunque cada día, muy temprano, éste apenas te alcanza realmente para prepararlo y salir de prisa a la calle, todavía desierta y con las luces encendidas, mientras lo estrechas contra tu pecho y lo llevas a la guardería. Luego le cantas una canción para que siga durmiendo. Y con el corazón roto y sintiéndote culpable, sales corriendo para tomar diversos medios de transporte en donde te cruzarás con caras y siluetas que casi no percibes. Y, como de costumbre, empiezas tu trabajo cuidando al otro niño que calmas con la misma canción que poco tiempo antes le cantaste a tu hijo. Y lo haces soportando la superposición de las dos caras y sin parar de darle vueltas a lo que te espera hasta llegar a la guardaría, al cabo del día, para poder abrazar de nuevo a tu niñito querido.

Rkia Okmenni
Rabat, 16 de noviembre de 2009

(Ejercicio basado en Lejos del 16º, una de las historias de la película París, je t´aime)

martes, 1 de diciembre de 2009

RECUERDOS de FATINE SEBTI


Me acuerdo del hombre que me escupió en plena cara, un día de mercado. Un loco que me había elegido entre miles de personas. Aquel día debí de lavar mi mejilla un millón de veces.

Me acuerdo de un patio luminoso, con flores, hierbas y limones. Me acuerdo de su fuente y de aquella agua que nos prohibían beber, pero que a mí me sabía a azúcar. Me acuerdo del día en que me dijeron que aquella casa no pertenecía a mi abuela y que teníamos que mudarnos. Las lágrimas se agolparon en mis ojos. Y lloré.

Me acuerdo de la primera vez en la que tuve que desnudarme delante un médico. Mi corazón latía a toda velocidad y parecía que la vergüenza iba a matar a la muchacha de quince años que yo era. Pero cuando me tocó, una oleada de placer sorprendió a mi cuerpo y tiñó mis mejillas de rosa.

Me acuerdo de la vez en que mi pelo se llenó de piojos. En aquel tiempo no sabía que, sin duda alguna, me los habían pegado en la escuela. Me acuerdo de que, durante aquel periodo, la vergüenza y la culpabilidad me ahogaban. Para no pegárselos a nadie, debía quedarme lejos de los demás. Incluso de mi madre, y esto era realmente insoportable.

Me acuerdo de todas las personas que me fascinaron. Me acuerdo de sus nombres, sus caras, sus miradas o sus sonrisas… Incluso, ahora, cuando años después pienso en ellas, mi corazón late dos veces más rápido de lo normal.

Me acuerdo del día en el que mis padres me regalaron un verdadero Piano. En realidad, me habían regalado la luna. Me acuerdo de que durante bastante tiempo, cada día antes de dormir iba a mirarlo, acariciaba su madera y le decía cosas. Hasta incluso lo besaba. Aquellos besos tenían el sabor de un sueño realizado.

Me acuerdo de la voz tierna y profunda de mi abuela contándome con gran arte historias fantásticas. Me acuerdo de que tenía tanto miedo de perderla que siempre quería poder darle algo de mi juventud, de mi fuerza y de mi salud. Tiempo antes de irse me hizo prometer que nunca la olvidaría y que cada viernes leería el Corán para que su alma descansara en paz. Me acuerdo de que aquel día lloré mucho. Por amor, por tristeza, por rabia e impotencia.

Me acuerdo de cuando mi mejor amiga escribió sus primeras frases en español. Sentí el orgullo de una madre que ve a su niño dar sus primeros pasos. Me acuerdo de la alegría que me invadió. Aquel día supe que ya no andaría sola por el camino de mi pasión.

Me acuerdo de la mirada azul y tierna del hombre turco del gran Bazar que me vendió un mantel a mitad de precio para que me tomara un café con el. Me acuerdo de que era muy guapo y que luego sentí mucho no haber optado por la locura de aceptar.

Me acuerdo del dolor que sentí cuando mi mejor amigo me relató sus amoríos y me pidió mi opinión. Y yo me vi dándole consejos al hombre que amaba para que éste pudiera conquistar a otras. Me acuerdo que esta situación duró bastante tiempo y de que yo siempre le respondí honestamente.

Me acuerdo de que el once de septiembre de dos mil uno. Yo tenía un curso particular de matemáticas en casa. Acabamos de instalarnos alrededor de la mesa de trabajo cuando anunciaron la caída de las torres gemelas del World Trade Center. Mi padre y el profesor hablaron de política durante las dos horas siguientes. Yo me quedé contenta por haber escapado de aquella clase. Pero me acuerdo de que aquel día también me pregunté a mí misma qué era lo que odiaba más: las matemáticas o la política.

Me acuerdo de cuando me enteré de que en ciertos países circuncidaban a las mujeres. El asunto me obsesionó días y días. Me acuerdo de que una vez hasta sentí un dolor tan atroz como el que imaginaba que ellas sentían. Me acuerdo de que aquel día odié a todos los hombres de la tierra.

Me acuerdo de un día. Mi hermano había dejado la puerta entreabierta y entraba una brisa ligera y agradable. Yo estaba adormecida. Un niño se me acercó y me susurró algo en un idioma que yo no comprendía. Me besó la mano y se fue. Me acuerdo de que intenté levantarme y seguirlo, pero algo me paralizaba los miembros y no me moví. También me acuerdo de que mi hermano nunca me creyó. Pero yo no he olvidado la cara ni la voz de aquel niño que ya nunca jamás volvió a visitarme.

Me acuerdo de la primera vez en que logré leer una frase completa sin la ayuda de mi padre. Aquel día sentí que yo ya podía influir sobre mi destino.

Me acuerdo de cuando mi mejor amiga se casó. Me acuerdo de haber sentido que su marido me la había robado. Y de que, con ella, se había llevado mi corazón.

Me acuerdo del día en el que corrí por las calles con un conejo en una jaula. En el último minuto no había podido dárselo al profesor para disecarlo y estudiarlo. Renuncié a que me subieran tres puntos en Ciencias, pero vi en los ojos del conejo blanco una mirada de reconocimiento.

Me acuerdo de una pista blanca, de la voz de Mariah Carey cantando ‘Through the rain’, de un hombre tomándome la mano y haciéndome volar. Me acuerdo de que mi cuerpo se había vuelto tan ligero que se movía sin que yo hiciera esfuerzo y de que, a pesar de no dominar el arte del patinaje, me había dejado llevar olvidándome del miedo a caer. Quería que la canción durase eternamente y que el desconocido no me soltase la mano.

Me acuerdo de la primera carta de amor que recibí. Estaba escrita en un árabe muy poético. Me acuerdo de que el chico que me la envió solo había visto mi foto. En la carta me decía que él sabía de mis sentimientos hacia él y que yo sólo debía dejarme llevar. Decía que debíamos afrontar el mundo con nuestro amor. Yo no sentía ningún interés por él, pero sus cartas me encantaban. Me enamoré de su pluma.

Me acuerdo de los tres días que pasé en la ciudad de las luces. La ciudad de mi alma. Me acuerdo de que abracé París apasionadamente desde lo alto del Sagrado Corazón de Montmartre. Y de cómo ella me besó en la frente.

Me acuerdo de tantas otras cosas… Pero los recuerdos engañan. El tiempo los toca, los altera o los idealiza. Pero ¡qué importa! Quedan líneas y líneas en el libro de nuestras vidas…

Fatine Sebti, 15 de noviembre de 2009

RECUERDOS de ABDELLAH EL HASSOUNI


Me acuerdo la cara tensa de mi hija el día de su matrimonio; me acuerdo también las lágrimas de mi futura mujer, su madre, veinticinco años antes.

Me acuerdo de las ocultas lágrimas de mi hija que aún no había cumplido los dieciocho, cuando la abandoné y me fui a 3000 km. del hogar familiar con el pretexto de realizar unos buenos estudios. Me acuerdo de su primer aniversario al que fallé por motivos de trabajo. Me acuerdo de los remordimientos que tuve por no haber sido su sostén al dar sus primeros pasos por culpa de mi egoísmo y por no haber sabido tomar ciertas distancias. No logré subsanar este error hasta cinco años después, cuando le enseñé a montar en bicicleta. Es verdad que ciertas cosas simples toman, sin razones evidentes, dimensiones enormes.

Me acuerdo de mi primera vez: primer cigarrillo, primera cogorza, primera tarde de desenfreno, primer coche, primera salida, primera mujer. Pero no me acuerdo mucho de todas las veces que siguieron a esa primera vez.

Me acuerdo de todos los sufrimientos que mis mujeres me causaron, pero no tengo idea alguna del daño que yo mismo pude causar. Egoísmos de macho, por supuesto.

Entre todas mis mujeres, me acuerdo muy bien de las que me dieron plantón dejándome abrazado a una farola.

Me acuerdo de un cierto número de grandes tonterías que debí cometer y sobre todo de una de ellas: haber abandonado a mi amor juvenil sin razón ninguna ni justa, simplemente por el deseo de sentirme un hombre, un hombre deseado. Mucho tiempo después, acabé por insultarme cada vez que me miraba en un espejo.

Me acuerdo de mi larga estancia en los países del Norte, de sus ciudades frías y sumergidas en la niebla, ancladas en la historia y abarrotadas de edificios, coches y cultura. Me acuerdo de aquella chica rubia, blanca y fría parecida a una pechuga congelada. Me acuerdo del regalo de la otra: las “Palabras” de J. Prévert, que abrieron mis ventanas al mundo de la poesía. Me acuerdo de gente sarcástica e irónica y de su mirada despreciativa que rozaba el racismo. Me acuerdo sobre todo de la mente universal y acogedora de otros que sí me dieron la mano.

Me acuerdo de aquella cita perdida con la puntualidad, que me costó una noche bien fresca en un banco de una estación francesa.

Me acuerdo los escalofríos de miedo y de las olas de autosatisfacción que me invadían cada vez que atravesaba un algo prohibido: la lectura de “El comendador de los creyentes”, el paso de la aduana marroquí con los discos de Cheikh Imán y el visionado de la película "El atentado".

Me acuerdo del sentimiento de hombre responsable que cumple su deber cívico que tuve al participar como observador en las elecciones parlamentarias. Me acuerdo de la gran desilusión que siguió a esto.

Me acuerdo de cómo salí del agua tras atravesar por primera vez a nado el Bu Regreg (fruto de un serio entrenamiento en el estanque de la granja de mi tía). Me habría gustado que mi padre hubiera estado allí para admirar mi gran hazaña.

Me acuerdo de aquella noche en la que asistí al último viaje de mi padre. Mientras volvía del entierro, yo intentaba entender por qué él había decidido abandonarme solo en esta jungla a la edad de diez años. Después, ya todas las visitas del Príncipe de la muerte fueron menos impactantes.

Me acuerdo de nuestra casa situada en las inmediaciones de la Medina, de mi habitación en el primer piso inundada del perfume a yodo del mar. Me acuerdo de las noches mecidas por el ruido de las olas y de mis despertares al amanecer por la bella voz del almuadín.

Me acuerdo y me acordaré siempre de Mamá Zhor, la comadrona que me trajo al mundo en la bonita y zanfonía casa familiar. Trajo al mundo también a la casi totalidad de mis primos y primas de mi generación. Se jactaba de conocernos muy bien dado que nos había visto completamente desnudos.

Me acuerdo del pánico general que invadió a todo el mundo el día del matrimonio de mi prima tras el anuncio del golpe de Estado del 16 de agosto de 1972.

Me acuerdo de la gran acogida familiar el día en que obtuve mis notas de final de Bachillerato. Había pasado la tarde sentado sobre una roca del gran espigón. Me había tomado un tiempo para interiorizar el sentimiento de ser ya un adulto, un hombre de verdad.

Me acuerdo de la famosa piel, blanca y lisa de mi bella tía Zubida. Hacía rabiar al chico ingenuo que yo era, diciéndome que era más blanca que yo.

Yo, que tengo una cabeza a lo Gorbachov, me acuerdo de haber tenido una cabellera abundante que me recogía en un moño. Quizá sí, quizás no. Esto posiblemente también es la exageración de un calvo convicto.

Me acuerdo de que me acordaba fácilmente de muchos más acontecimientos. Ahora olvidé también cómo se nombra esa falta de reacción de la memoria. ¡Da igual! Si la memoria se debilitada cada vez más, al menos ya sé que la imaginación se vuelve más fértil.

Abdellah EL HASSOUNI, 11 de noviembre de 2009

«VEINTE AÑOS, HIJO», BAHIA OMARI

    Lloro sin cortar cebollas, pero oigo la fluidez de las lágrimas, lágrimas por el dolor que alcanza siempre mi corazón, mi alma; un...

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Cantando los versos de José Martí.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Iman y Anastasio recitando a Mario Benedetti. Mohammed a la guitarra.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Manal, Ahlam y Assia recitando a Oliverio Girondo.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Rkia recitando a Delmira Agustini

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Bahia recitando a Alfonsina Storni.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Laura & Mohamed y Mohamed & Laura cantando a Alfonsina Storni.

Ensayando para el Día E junio 2015

Ensayando para el Día E junio 2015
Grupo del Taller de Lectura y escritura 2015

Recital 18 de junio de 2016

Recital 18 de junio de 2016
21.00 Instituto Cervantes de Rabat

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015, 19.00 -INSTITUTO CERVANTES DE RABAT -

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014
Recital "A orillas del Bu Regreg 2014"