La profesora Muna. A finales de curso. Detiene con
un gesto sobre el hombro a su alumno de diez años, Mustafá. Quiere hacer una
“investigación personal” tras la queja de un vecino del pueblo. Ella tiene
algunas dudas y quiere intentar averiguar qué ha sucedido, pero también quiere
ayudar al niño para que se interese más en sus cursos. En el aula, hay mesas,
una pizarra, algunos dibujos pegados en las paredes y una puerta al fondo
conduce al domicilio temporal de la profesora.
La maestra: Dime, Mustafá, ¿Qué vas a hacer al salir de
aquí?
Alumno: (No contesta, sorprendido.)
Profesora: Jamás haces tus tareas y no conoces de
memoria los textos, como los otros alumnos. ¿Por qué?
Alumno: Es que no tengo tiempo. Tengo muchas
cosas que hacer, profesora, y cuando llega la noche, me encuentro tan cansado
que me acuesto a veces sin cenar.
Profesora: Pero, ayer por la noche, no te fuiste a
dormir tan pronto, ¿verdad?
Alumno: Mmm… ¿Ayer? Déjame que me acuerde de
lo que hice al salir de aquí… (Mirando hacia arriba, con su pequeño dedo
sobre la sien y en silencio.) Ahora que me lo preguntas, profesora, creo
que tienes razón… Anoche me acosté muy tarde.
Profesora: Entonces...
Alumno: Déjame tiempo para
acordarme, profesora… (Mirando hacia arriba, su pequeño dedo sobre la sien y
en silencio.) Yo no asistí a la boda de la hija de Haj Basu, que se celebró
en el pueblo cercano. ¡Normal! Pues no me habían invitado… Aquí, jamás invitan
a los niños huérfanos, ni siquiera para ir a ver los bailes.
Profesora: (Dirige el dedo hacia el niño.) Hasta ahí quería llegar contigo…
Cuéntame lo que hiciste en la boda de ayer. Sé que estuviste allí, no me
mientas.
Alumno: (Olvidando que poco tiempo antes ha negado
haber ido a la fiesta.)
Déjame tiempo para acordarme,
profesora… (Mirando hacia arriba, su pequeño dedo sobre la sien y en
silencio.)
Profesora: (El niño se sobresalta cuando la profesora le
interrumpe.)
¡Basta de hacerte el
tonto, Mustafá! Esta mañana, mientras aún no habías venido, Haj Basu vino a
verme para quejarse de que uno de mis alumnos había estado en la fiesta y que
se había dedicado a cortar por detrás, con unas tijeras, los vestidos de las
mujeres mientras estas danzaban el ahwach (1). Dijo que también había aprovechado el
alboroto y la oscuridad para colocar una hilera de piedras en el camino, lo
cual acabó provocando caídas y heridas a los invitados de regreso a sus casas
por la noche. ¿Es todo eso verdad, Mustafá?
Alumno: Déjame tiempo para…
Profesora: (Interrumpiendo al niño y subiendo el
tono.)
No tengo tiempo que perder,
Mustafá. Vengo de la ciudad, pero no es una razón para burlarte de mí. Habla de
una vez. He visto cómo, esta tarde, poco antes de la clase, te hacías el
importante o, mejor dicho, el héroe, contando, gesticulando y riéndote, rodeado
de todos los alumnos.
Alumno:
(Bajando su cabeza y mirando
en dirección a sus sandalias.) Lo siento mucho; fui yo, pero quería ver
solo por un ratito la fiesta y volver a casa para que mi madre no me riñera. Me
subí a un árbol para ver mejor a los bailarines cuando el hermano de la novia y
sus amigos me empezaron a tirar piedras, creyendo ellos que yo quería robar
granadas. La caída al suelo fue muy, pero que muy dolorosa. (Pausa.)
Lo que hice después fue
para vengarme de ellos… Nada más, profesora.
Profesora Quiero ver a tu madre mañana. Y, de
ahora en adelante, te quedarás después de la clase para hacer tus deberes y
aprender tus lecciones aquí, junto con otros dos niños del primero que tienen dificultades con la escritura.
Alumno: ¡No profesora! Te lo ruego, no puedo
hacer eso…
Profesora: ¿Por qué no? Le diré a tu madre que
venga a buscarte aquí para evitar que te pierdas en los caminos para hacer
travesuras de noche. Así no te ausentarás por la mañana ni te dormirás en
clase.
Alumno: (El niño quiere besarle la mano a
la profesora, pero ella no le deja y esconde sus manos detrás de la espalda
(2). Te lo ruego profesora, haré lo que quieras: limpiaré el aula, borraré
la pizarra y, si quieres, iré a buscarte el agua cada día. (Abriendo más sus
ojos con expresión escandalizada.) Pero eso de quedarme con los pequeños, aquí… (Silencio.)
¡Qué vergüenza!
Profesora: Eso del agua y de la limpieza, puedo y
prefiero hacerlo yo misma.
Alumno: ¡Qué vergüenza! En todo el pueblo,
ningún niño me respetará.
Profesora: Entonces, Mustafá, ¿Qué propones?
Alumno: Déjame tiempo para pensarlo… (Mirando
hacia arriba, su pequeño dedo sobre la sien y en silencio.) Haré todos los
deberes y jamás me ausentaré. Salvo que…
Profesora: (Casi gritando.)¿Salvo qué?
Alumno: (Sonriendo y levantando su cabeza
hacia su profesora.) Salvo si tengo sarampión o varicela, porque en ese
caso podría contagiar al resto de la clase.
Profesora: Vete y veré mañana como actúas y luego…
(Empujando la puerta del aula que comunica, a su vez, con otra puerta que da
a lo que es su vivienda, añade muy seria y con voz firme.) Vendrás con tu
madre, eso no se discute. Tenemos que hablar. (Silencio.)… Es por tu
propio interés…
Alumno: (Ya empezando a correr.) ¡Vale!
Ella también quiere verte. Hasta mañana, profesora.
Profesora: (Anochece. La profesora cierra la
puerta y enciende su radio y la lámpara.)
¡Cuánta energía necesito con
este niño! Y dudo que sea su última travesura…
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(1)* Ahwach: Baile popular o danza
folclórica del sur de Marruecos.
(2)* Besar la mano en Marruecos es signo de
respeto o de cariño hacia las personas mayores.
También se abraza
la mano para agradecer a alguien o pedir el perdón.
Rkia
Okmenni
Rabat,
el 10 de noviembre de 2013
Teatro
(2):” El travieso”