TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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lunes, 30 de enero de 2017

«MATEMÁTICAS DE LA AMISTAD» de ALBENA VLAEVA

¿Tiene la amistad una lógica común, a pesar de que su valor absoluto no es para todos igual?

Dicen que un amigo se reconoce en la necesidad. No suena exactamente a definición, pero en cierto modo es un hecho que determina la amistad. Eso se puede comprobar con la correlación entre amistad y necesidad aplicada al conjunto de las experiencias de uno mismo.

Vuelves muy atrás, a tu más lejana infancia. Recuerdas tus primeras amistades que, a pesar de su fragilidad, todavía se proyectan en tu memoria desde hace tantos años. Las imágenes ya algo borrosas siguen animando recuerdos bonitos o malos. Sí, las necesitabas sobre todo para jugar, pero de este modo, sin darte cuenta, agarrabas poco a poco el mundo, los adultos y tu futuro. Es cierto que, desde este punto de vista, aquellas relaciones respondían a una necesidad innata de la niñez: el ayudarte a crecer.

Conforme crecías, se te creaba la necesidad de otras amistades para que fomentaras tu propio “tú” fuera del hogar familiar. Aquellas amistades las cuidabas o derribabas después de evaluar la necesidad, según tu propia unidad de medida, y para poder así de nuevo enfrentarte al mundo. Algunas de aquellas amistades, quizás, se han perdido en el transcurso de tu vida a causa de varios porqués, pero admites que todas han producido algún impacto en tu camino. Y de hecho, una parte de ti se formó a partir de ellas.
A medida que te ibas adentrando en la madurez, ibas conociendo diversas necesidades y por ello, ibas ampliando el círculo de tus amigos: amigos de paso, de ocasión, de reemplazo o de antes, amigos por algún interés o para las copas, amigos por creencias o cultura, amigos de amigos, o simplemente amigos sin un “por”.

En este conjunto casi infinito, ahora, ¿todos son realmente tus amigos? Tal vez, te percatas de la paradójica escasez de amistades transcendentales que han superado la prueba de la fuerza y del valor. ¿Ha cambiado tu unidad de medida o, bien, el problema se sitúa en otro lugar?

La lógica te sugiere un indicio para reflexionar sobre la reciprocidad del siguiente refrán de la sabiduría popular: «Dime quiénes son tus amigos y te diré quién eres tú».

Albena Vlaeva.
Rabat, octubre de 2016- enero de 2017.
Reflexión escrita a partir del texto «Celebración de amistad» de Eduardo Galeano. 

viernes, 27 de enero de 2017

«EL RECUERDO» de IMAN TANOUTI



No había cumplido todavía los cincuenta cuando le sorprendieron unos mechones blancos. Despertó esa mañana fría de enero con el cuello achuchado, los muslos flácidos y el corazón estrujado, se miró en el espejo del lavabo y vio dos ojitos verdes e hinchados mirándola con asombro, luego salió del baño guillada por el eco de unas risas y voces. Desalentada, atravesó el largo pasillo hasta llegar a la cocina sin dejar de mirar sus zapatillas floreadas, “buenos días” dijo, pero nadie respondió. Se sirvió un café y se dirigió hacia la ventana a ver pasar la vida, dejando filtrar entre las rendijas de su melena veteada unos desconfiados rayos de sol. Por un momento, perdió la conciencia de sí misma observando con una atención deslumbrante los desplazamientos de una mendiga tirando de la soga de un perro moribundo. De súbito, se sobresaltó por el tic tac del reloj de pared, que marcaba ya las nueve. Entonces advirtió que todos se habían ido sin que ella se diera cuenta, tampoco ellos habían notado su presencia, los quehaceres de la vida se lo impidieron. Hurgó en el bolsillo de su bata de franela estampada y acarició con malicia y vergüenza un papelito, recordó con una mezcla de pudor y remordimientos la mañana del día anterior, sonrió, y se sonrojó como una colegiala.
Desvió instintiva y lentamente la mirada hacia la mesa del desayuno, no se sentía con mucho ánimo para recoger, los acontecimientos del día anterior le desmenuzaban el cerebro, se dirigió al salón en busca de algo y sus ojos verdes chocaron con una fotografía ya amarillenta de unos recién casados, felices, sonrientes, ingenuos. Creyó sentir una extraña sensación de tela de chifón acariciándole la cara, se le encogió el corazón sin saber por qué. Unos ronroneos la devolvieron a la realidad.
Paseó por los cuartos de sus hijos, indiferentemente, como una extraña, recogió del suelo un tebeo de Mortadelo y Filemón, penetró en el cuarto femenino, le pareció más acogedor, más sereno. Llamó su atención un libro sobre la mesita de noche, trataba de un hombre que había despertado un día transformado en un monstruoso insecto, el titulo la intrigó, pero el contenido la repugnó.
Perdida en sus pensamientos y perseguida por el recuerdo, se sorprendió espiando los bolsillos del abrigo de lana de vicuña de su marido reclinado en el diván de terciopelo morado del dormitorio. Junto a él, unos zapatos impecablemente abrillantados, un billete usado de tren, una hojita con un número de teléfono y un mechero de socio de un club de fútbol. Se preguntó sin mucho interés de quién podía ser el número de teléfono, un escalofrió le atravesó el cuerpo y volvieron a desfilar otra vez las secuencias del día anterior, sintió un temblor en las manos, confusa, y haciendo caso a los caprichos de su memoria pensó que, a veces, es posible vivir tan solo del placer de atesorar algunos recuerdos.
Se miró en el espejo de cuerpo entero del dormitorio, se quitó la bata de franela estampada, el pijama y todo lo demás. Se gustó. Sonaron las cinco de la tarde.
Arrellanada en el sofá amarillo y blanco del salón dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el papelito, gozando del placer casi perverso que le ofrecían las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento para darle vida al recuerdo del ayer. Sintió cómo danzaba tristemente el aire del atardecer más allá de los ventanales del salón, cerró los ojos soñadores, en tanto, debajo de los párpados, se repetía, tercamente, la imagen del recuerdo del día anterior bien enterrado en su propia cabeza. Aliviada, satisfecha, ligera, sonrió.

Iman Tanouti.
Rabat, 17 de enero de 2017.
Actividad escritura realizada a partir del cuento “EL ABUELO” de Mario Vargas Llosa.


«UN VACIO ROEDOR» de RKIA OKMENNI

 A mí querida K.
Bajó del autocar muy cansada. Sentía sus rodillas doloridas y sus pies hinchados por el largo viaje. Tenía sesenta y ocho años, aunque no lo parecía. Le pesaba la gran bolsa de cuero marrón que contenía toda la documentación importante para ella: su carné de identidad, su cartilla de ahorros, el título de propiedad de su piso, y el de una pequeña tienda que alquilaba a un escritor público. Había allí dentro también otro par de zapatos por si le dolían los que se había calzado y, evidentemente, su ropa. Se dirigió hacia la estación de taxis. Subió y dio la dirección al taxista.
Una vez en la plaza que había indicado un momento antes al chofer, puso su equipaje ante ella para vigilarlo y apretó fuertemente el bolso de mano bajo su axila. Miró hacia la derecha, luego hacia la izquierda y tuvo un sobresalto. No reconocía el barrio. En vano, frunció el ceño haciendo un esfuerzo mental. Minutos después se dio cuenta de que todavía no se había movido de su sitio y que molestaba a mucha gente que se apresuraba para tomar un taxi. Unos le pedían perdón para pasar. Otros querían saber si ella también estaba en la cola. A los primeros les decía: «Pase, pase» y a los segundos: «No, acabo de bajar». Otra vez volvió su cabeza en todas las direcciones y sintió un ligero mareo. Su ropa, a pesar del frío, era demasiado gruesa y la hizo sudar. Ojeó el álbum de las imágenes grabadas en su cerebro en busca de la sombra de alguna imagen de un lugar para situarse. Sabía que había estado varias veces de visita en casa de sus parientes, pero ahora solo chocaba contra un doloroso vacío. Sintió hacia sí misma una ola de enfado y de rabia por su incapacidad de evocar cualquier recuerdo o referencia. Todas las calles se parecían. Cruzó a la acera de enfrente. Se detuvo cerca del carrito de un vendedor ambulante que vendía almendras, nueces y cacahuetes tostados. Una llovizna empezó a mojar el suelo. Como para añadirle más complicaciones, la claridad del día disminuía poquito a poco. La muchedumbre le provocaba mareos, pero también le garantizaba cierta protección y era menos hostil que las callejuelas del barrio. De repente, se acordó de su celular y, mecánicamente, sus manos temblorosas empezaron a buscarlo mientras seguía mirando a su alrededor. Lo encontró y se quedó pálida. Se puso la mano delante de la boca para impedirse a sí misma un grito y solo dijo: « ¡No puede ser!». El aparato se había quedado sin batería y no podía, ni siquiera, llamar a sus familiares para que fueran a buscarla. Un repentino dolor de cabeza le imposibilitaba encontrar con lucidez una salida a su situación. El vendedor, que la vigilaba de reojo desde que ella se había detenido a menos de un metro de su carro, le propuso cargarle el teléfono en la tienda de enfrente. Ella lo siguió con las piernas débiles que ya le flojeaban y algo desconfiada. Se preparó para esperar, apoyándose contra la pared, pero tuvo la impresión de que el suelo se movía. Cuando abrió sus ojos, estaba todavía delante de la tienda, pero ya sentada sobre una silla. Alguien le daba agua mientras le informaban de que se había desmayado. Continuaba lloviendo y ella seguía encontrándose frente al hoyo apocalíptico que se lo tragaba todo. En el crepúsculo y a poca distancia de ella, sonó el teléfono de la casa donde se la esperaba. La voz de un hombre preguntó si reconocían el número desde el que llamaba y, al otro lado del aparato, confirmaron que sí. El hombre precisó que se llamaba Slimane y que debían ir a buscar a la persona cuyo teléfono estaba usando para comunicarse con ellos. Les indicó cómo llegar hasta él y añadió que hacía muchas horas que la pobre mujer estaba en la plaza y que se estaba mojando y...
Cuando vio a su parienta la abrazó, le sonrió y lloró. Todo a la vez. En el camino, ella empezó a hablar en voz alta, como suelen hacer las personas sordas. Expulsaba de este modo toda la tensión que había sufrido. Ambas recorrieron la distancia de apenas cien metros para llegar a casa.
Aquel incidente fue uno de los primeros de una larga serie de encuentros a solas y cara a cara con los vacíos roedores que, de vez en cuando y de manera imprevisible, asaltaban su cerebro.


Rkia Okmenni.
Rabat, 5 de diciembre de 2016.
Inspirado en “La lengua de las mariposas” de Manuel Rivas, y en “El maestro suplente” de Julio Ramón Ribeyro, así como en hechos reales.

«LA OPERACIÓN» de BAHIA OMARI



“El silencio es la primera piedra del Templo de la sabiduría”
PITÁGORAS.

La luz del alba traspasa la oscuridad apacible de mi habitación, mis ojos no han visto el sueño desde hace días y días. El sueño ha empezado apenas a ganar mis ojos cansados, después de largos días llenos de diligencias que no me han permitido pensar en mis problemas de salud.
Al adormilarme, he soñado de mis padres, muertos hace veinte años, y también con mi marido, que me dejó hace cinco años a causa de un infarto. En el sueño, todas estas personas, tan próximas a mi corazón, abren una puerta y me empujan hacia un gran jardín.
La cita con el gastroenterólogo será mañana a las diez de la mañana. Nadie lo sabe. El silencio es la llave de la prudencia, de la sabiduría, para preservar los sentimientos de una familia tan cariñosa. El anuncio de mi enfermedad podría lastimar la alegría de esos otros  dos acontecimientos tan felices.
Tengo cincuenta años y, desde hace un mes, siento cólicos, una colitis acompañada de contracciones en el tubo digestivo. La colitis se me ha aliviado con el tratamiento que me recetaron. El médico, un amigo de la familia, me señala que es necesaria una operación para quitar el tumor del intestino grueso.
Pienso en todo esto en silencio.

La duda se incrusta en mi mente. Claro que estamos en el siglo XXI, que vivo en una sociedad muy moderna, que la medicina está muy avanzada, pero existen varios métodos de curación para no recurrir a la operación quirúrgica.
¿Me abandona la razón o estoy perdiendo el juicio?
Llamo a una amiga que podría ayudarme a disipar la confusión, la indecisión frente al hecho de tener que pasar por la operación. Me ha propuesto ir a ver a una anciana que vive en un pueblo lejano de la ciudad. Es una señora mayor que utiliza la magia para echar los malos espíritus y las enfermedades peligrosas. Una manera tradicional de curación: un poco de incienso y agua santa que ella deja bajo las estrellas durante los tres últimos jueves del mes. La vieja preparará una comida un poco especial con esta agua, con un gallo negro y su sangre y el cuscús de los muertos. Mi amiga dice que esta receta es muy eficaz para curar los males del cáncer. Puede ser, pero… no sé… No estoy convencida, este método es muy peligroso, estrambótico.
Pienso en otra opción: ir a ver a un “fkih”, una persona que conoce muy bien el Corán y que puede curar mi enfermedad con la lectura de algunos versículos del Corán.  El “fkih” puede elaborar un talismán con las palabras, las letras de Dios, para protegerme de la enfermedad. Puede ser… pero no sé… Este método no es peligroso, pero yo no creo en estas supersticiones.
Una parte nada insignificante de gente cree en la curación con la magia negra y mediante otros métodos muy antiguos. Si lo pienso en serio, no puedo recurrir a esas artes tan utópicas, yo no. Soy una persona instruida, he estudiado en las mejores escuelas y universidades, las más prestigiosas de la ciudad.
¿Cómo puedo pensar en esas alternativas? ¿Es a causa de la desesperación?
No sé…, pero lo que es seguro es que necesito vencer la enfermedad con diligencia, paciencia y calma y procedimientos lógicos.

Abro mis ojos cansados, después un perturbado sueño. Es el día de la operación. Pero siento, en este momento, un triunfo, una victoria frente a la enfermedad. Mis pensamientos me han llevado hasta algunos meses atrás, y he recordado, con una sonrisa, todas las actividades que he hecho hasta el día de mi operación.
Claro que dos acontecimientos han necesitado una concentración muy importante: la llegada de dos nietos y la preparación de la boda de mi hijo mayor. La alegría ha llenado mi alma y me ha dado fuerza y energía para aguantar el peso de esta enfermedad.
La boda se ha programado en, apenas, cuatro meses.  Antes, una boda se preparaba durante largo tiempo, como dice el proverbio “la boda de un día se preparará en un año, y qué dicen de la preparación del matrimonio para toda la vida…”. Pero en el siglo XXI, todo lo hacemos deprisa, todo se hace rápido. 
Necesito acelerar los preparativos, hacerlo todo cuanto antes…
He arreglado todo lo necesario para el casamiento, pero sin olvidar ni excluir la preparación de la llegada de mis nietos. Mi hija se casó hace dos años y no le era posible quedarse embarazada, pero ahora con el progreso de la medicina moderna, todo es posible.
En la antigüedad, la mayoría de la gente recurría a otros modos de tratamiento, como la medicina tradicional o el recurso a los medios espirituales: encender velas en las iglesias o en los marabús y tumbas de los santos, o bañarse con agua procedente de siete olas… Afortunadamente, las mentes han evolucionado para dar paso a la ciencia, la cual puede resolver los problemas de fertilidad. Mi hija ha optado por la fecundación in vitro. En la mayoría de los casos, los resultados de la fertilización in vitro son los embarazos múltiples, y ese es el caso de mi hija.
Pero lo esencial es que, en un mes, voy a ser abuela, un sentimiento muy agradable. Sin embargo, cuando mi vida empieza a tener más y más sentido, la enfermedad llama a mi puerta.
El día de la boda de mi hijo fue un día muy especial para mí. Me sentí ligera, capaz de hacer un montón de actividades: recibí los invitados, hablé con unos y con otros, bailé, y me olvidé de mi enfermedad.
Un mes después de la boda, mi hija dio a luz a dos maravillosos bebés: un niño y una niña. Aquel era el colmo de mi alegría. Y tuve que organizar otra fiesta. El júbilo que se instauró en mi corazón y en mi mente y la alegría que me invadía borran el miedo de la prueba a la que me voy a enfrentar.

La cita con el gastroenterólogo está cerca… Mi aventura con la enfermedad continúa, pero en silencio.

La luz del alba me da la fuerza necesaria para recordar momentos muy felices. Ahora he terminado lo que debería hacer. En un estado muy sereno, cojo mi pluma y escribo una carta muy detallada a mis hijos y a mi familia, sobre mi dolencia y la razón de mi silencio, cierro el sobre, en el que escribo la recomendación de leerla después…
El despertador suena, me levanto sobresaltada, con fuerza y con calma me visto, pero flotando un poco en el sueño. Hoy es el día, sí, hoy, un magnífico día soleado. ¿Será el último día para mí o no? Ahora no lo sé.
En la clínica, tengo una conversación con el médico, y como es un amigo de la familia, me parece juicioso compartir mi secreto con él: le he explicado mi silencio sobre mi enfermedad y la operación a mis hijos y familia, y le hablo del sobre que he dejado sobre la mesita de mi habitación. Sin decir palabra alguna, el médico me ha acompañado a la sala de operaciones.
Dos horas después, abro mis ojos y veo a mis hijos y nietos alrededor de la cama. ¿Es un sueño o el efecto de la anestesia?  ¿Estoy viva o muerta?
Con una sonrisa, el médico me toma la mano con delicadeza y me dice que todo está arreglado. Por fin, el mal queda atrás. Estaré todavía dos días en la clínica y después recuperaré el alivio, la libertad. El futuro me invita a aprovechar la vida, mis hijos, mis nietos, mi familia, mis amigos. Estoy en el jardín de la vida. 

Bahia Omari.
Rabat, diciembre de 2016-enero de 2017.
Actividad de escritura basada en el cuento “Semejante a la noche” de Alejo Carpentier.

«VEINTE AÑOS, HIJO», BAHIA OMARI

    Lloro sin cortar cebollas, pero oigo la fluidez de las lágrimas, lágrimas por el dolor que alcanza siempre mi corazón, mi alma; un...

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Cantando los versos de José Martí.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Iman y Anastasio recitando a Mario Benedetti. Mohammed a la guitarra.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Manal, Ahlam y Assia recitando a Oliverio Girondo.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Rkia recitando a Delmira Agustini

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Bahia recitando a Alfonsina Storni.

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017

RECITAL 9 DE JUNIO DE 2017
Laura & Mohamed y Mohamed & Laura cantando a Alfonsina Storni.

Ensayando para el Día E junio 2015

Ensayando para el Día E junio 2015
Grupo del Taller de Lectura y escritura 2015

Recital 18 de junio de 2016

Recital 18 de junio de 2016
21.00 Instituto Cervantes de Rabat

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015, 19.00 -INSTITUTO CERVANTES DE RABAT -

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014
Recital "A orillas del Bu Regreg 2014"