La aurora de Rabat limpia al cielo de la ciudad,
sus calles, su playa, su bosque y el Bu Regreg.
Con una niebla blanca que huele algas y a yodo,
desvela con encanto la Torre Hassan,
las murallas y los Udayas, testigos del pasado,
y espera acoger al día recién nacido.
La aurora de Rabat protege pequeños barcos que desfilan
deformados como fantasmas sobre el Atlántico.
Entre agua y cielo, bajo el ojo protector y paterno
del antiguo, pero siempre fiel, faro erguido.
La aurora de Rabat invita a siluetas y sombras,
a aparecer y desvanecerse en los barrios desérticos:
unas arrastrando sus pies de cansancio o de borrachera,
otras empujando con pena carretas de acartonados tesoros,
con la ilusión de salir de las calles de la capital
todavía dormida en medio de sueños y pesadillas.
La aurora de Rabat arroja la tristeza de las almas,
la soledad, las tinieblas y las mañanas inciertas;
facilita la comunión mágica entre seres y naturaleza,
llevando con ella claridad, vida y esperanza.
Rkia Okmenni
Rabat, 30 de enero de 2011
Ejercicio basado en “LA AURORA” de Poeta en Nueva York de Federico García Lorca
Querida Rkia :
ResponderEliminarTus versos me traen muchos recuerdos de esa bonita ciudad, y de su despertar, que como puse en un comentario a Fatine, contemplé varias veces desde un balcón de la rue Ibn Tachfine. Desde allí contemplaba el verde de los árboles que empezaba a ser más verde cuando la humedad se levantaba y el sol comenzaba a brillar.
Como tú, coincido en la alegría de los amaneceres.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias querida Ana por tus palabras y efectivamente, ambos coincidimos en la alegría de los amaneceres.
ResponderEliminarHas vivido mucho tiempo en Rabat y hablas con afecto de tus recuerdos de esa bonita ciudad y, pienso que vivimos en varios lugares a lo largo de nuestra vida, luego esos mismos lugares viven dentro de nosotros para siempre.
Besos y saludos desde Rabat.
Rkia