El león, rey de los animales y terror de la selva, se carga de años y empieza a llorar sus proezas perdidas. Ahora que se debilita, sus propios subordinados se atreven a venir a atacarlo: el caballo se acerca para darle una coz; el lobo, un mordisco; y el buey, una cornada.
Apenas puede rugir bajo el peso de su edad y se ha vuelto triste y lánguido. Cuando ve al burro acudir hasta su establo, piensa con mucha amargura: “¡Esto ya es demasiado, yo querría tener un buen morir, pero es mejor morir dos veces que soportar la insolencia por parte de un burro que siempre ha sido considerado como la vergüenza de la naturaleza!”. Sigue el león, por tanto, desilusionado y se resigna entonces a esperar su destino sin ningún quejido.
Dormitando bajo el calor implacable del verano, sueña que un hada le devuelve la juventud con su varita mágica, borra su instinto de fiera y lo personifica en un hombre muy fuerte, muy guapo, de larga cabellera castaña y abundante (nada ajena a su antigua melena). Autollamándose Leonado, se echa a andar fuera de la selva mucho tiempo y se asombra al encontrar un pueblo a la orilla del mar. Acostumbrado a los paisajes de montaña, se queda maravillado, pues nunca había visto una mar tan azul ni una playa de arena tan blanca en donde la gente, casi desnuda, tomara el sol. Embriagado de novedad, se acerca del puerto y sube a un barco que está a punto de partir a un crucero. No sabría explicar cómo el capitán (quizá atraído por su bella prestancia) le ha llegado a proponer un trabajo de animador en la sala de fiestas, que Leonado acepta con placer.
Así, su poder de seducción contribuye a la conquista de un público cada vez más numeroso y decidido a aprovechar sus vacaciones al ritmo de una música, muy a menudo no tan lejana de sus propios y endiablados rugidos. Una noche se organiza un baile de máscaras donde la gente debe disfrazarse de animales, por lo que Leonado no puede resistirse a exhibirse como león. Y cuando ve entre los bailarines al caballo, al lobo, al buey y al burro, no puede evitar ponerles la zancadilla uno tras otro para disfrutar de la caída de cada uno de ellos.
La alegría de la revancha es tan intensa que acaba de apagar el alma del viejo león durante su sueño.
Muy original.
ResponderEliminarAnastasio