Mamá se va a enfadar. Otra vez me he manchado los zapatos de barro. Pero, ¿qué
culpa tengo yo de que por el camino se ensucien…? Si al menos estuviera aquí
papá o el tío Karim, siempre los tendría limpios, pues volvería de la escuela
montada en la moto.
Entro en casa y oigo reír a mamá. Creo que también está cantando y yo me pongo
contenta. Si mamá está contenta, no se enfadará mucho al ver mis zapatos
sucios. La llamo y la tengo que llamar otra vez porque no me contesta. Warda,
mi flor, mi rosa… ¿Dónde estás?
La oigo venir corriendo y me abraza, me estruja, me aprieta y me dice que soy
su vida, su amor y que me quiere mucho. Yo no sé qué pensar, pues cuando me
abraza, a veces no puedo respirar, y en la escuela la maestra nos ha dicho que
cuando una persona no respira se pone morada y luego se muere. Así que yo tengo
miedo de ponerme morada. Muchas veces, cuando salimos a jugar, Amina me dice
que se ha puesto morada de comer. Pero por más que la miro y la remiro, no la
veo morada. La verdad es que a mí no me gusta el color morado.
Mamá me dice que ha hablado con papá, que está muy bien y que piensa siempre en
nosotras. Pero si tanto nos quiere… ¿por qué no estamos con él? ¿Por qué él
está allí y nosotras aquí? Siempre se lo pregunto a mamá y me dice que dentro
de muy poco tiempo estaremos todos juntos. ¿Y el tío Karim también? Mamá dice que sí… Pero yo
veo que cada vez que le pregunto por él se pone un poco triste. Seguro que
también lo echa de menos, como a papá. Yo le digo que no se preocupe, que
tenemos que estar contentas para que papá y el tío Karim también estén bien.
Papá dice que allí, donde él está, mi nombre no existe, pero que hay una cosa
que se llama como yo. No comprendo nada. Entonces ¿allí yo soy una cosa? Se lo
he preguntado a la maestra, que lo sabe todo, y me ha dicho que no, que soy una
persona aquí, allí y en todo el mundo. ¡Qué alivio! Yo también quiero ser
maestra para saberlo todo, pero Warda quiere que sea veterinaria, yo no sé qué
es eso y me ha dicho que eso es ser médico, médico de los animales. Dice que si
tenemos un veterinario en casa, al final tendremos mucha leche. Yo no lo
entiendo. La verdad es que últimamente no entiendo muchas cosas. La maestra
dice que es normal, que cuando sea mayor lo voy a comprender todo. Le he
preguntado a mamá qué tiene que ver la leche con el médico de los animales y
dice que si una vaca está enferma no da leche, pero que si el médico la cura
puede dar mucha leche y por eso, si yo curo a las vacas enfermas, podremos
tener mucha leche. Pero ahora no tenemos médico y las vacas dan leche… ¡Qué
ganas tengo de ser mayor!
Papá dice que aquí me llamo Imane, pero que allí esa cosa se llama imán.
No entiendo nada. Dice que esa cosa atrae el hierro y que si la ponemos al lado
de algo de hierro, se pega. A mí eso me da miedo, porque a veces pienso que, si
paso cerca de algo con hierro, puede pegarse a mí. Un día soñé que un caldero de
mamá se me ponía en la cabeza y no me lo podía quitar y que, cuando iba por la
calle, todos lo calderos, clavos, herramientas… salían desesperadamente de las
casas para pegarse a mí. Yo no soy un imán, yo soy Imane. Lo que no sabe
papá, es que todas las noches quiero ser un imán, no para atraer al
hierro, sino para atraerlo a él. Quiero que venga y que me estruje, me apriete
y me diga que soy su vida y que me quiere mucho, como me dice mamá. Aunque no
quiero ponerme morada.
Anastasio García García
Rabat 30 de mayo de 2013
Basado en la secuencia “Beatriz (Los rascacielos)” de la novela Primavera
con una esquina rota de Mario Benedetti.
Anastasio,
ResponderEliminarTu texto, “IMANE (En torno a morados e imanes)”me gusta mucho.
Voy siguiendo tus protagonistas mientras leo las secuencias que les dedicas todas muy interesantes.
¡Enhorabuena!
Un cuento muy dulce y conmovedor; y la dedicatoria ha sido muy bonita; me gusta mucho.
ResponderEliminarIman
Muchísimas gracias compañeras
ResponderEliminarAnastasio