Para
mí, la rutina significa la muerte, por eso debemos disfrutar de los momentos de
la vida, por ejemplo viajar a lugares distantes, aprender a valorar lo que
tenemos y fomentar nuestro desarrollo personal.
Me
acuerdo de algo que me sucedió el año pasado; era la primera vez que viajaba
sola. Quise alojarme en el centro de Marrakech, en el hotel Kinzi Farah; era un
hotel muy tranquilo, y sus empleados encantadores. Así que tomé un taxi y le ordené
al chófer que me llevara al hotel. El taxista era un charlatán y tan amable que
no me dio respiro como viajero. Llegué al hotel. Un hombre gordo me saludó con
una sonrisa y cargó mis maletas hasta la recepción, donde había un hombre flaco
que me pidió la tarjeta de identidad y me dio la llave.
Entré
en la habitación. Era fantástica, todo estaba organizado y limpio, mi cuarto
tenía una ventana grande que daba a la piscina; pero lo que más llamó mi
atención fue un armario y, detrás de él, una ventana de vidrio grueso que separaba
mi habitación y la habitación contigua; al final, no le di mucha importancia,
sobre todo cuando el gerente me dijo que la otra habitación estaba vacía.
Acomodé
la ropa en el armario y, después de bañarme, salí a recorrer el centro. Paseé
por las calles más alejadas de la Medina, donde estaba prácticamente prohibida
la circulación de coches para evitar atropellos de motos
y carros. De verdad, me sentí fascinada por la ciudad y sus restaurantes con
sus platos tradicionales, pasé también por la plaza de Jamaa el Fna que, al caer
la noche, descubría un cóctel de olores,
sabores, sonidos e imágenes. Escuché a un anciano que narraba historias sobre
genios y espíritus malignos, me sentí asustada y volví al hotel muy cansada,
para dormir en medio de la tranquilidad, alejada de la frenética y ruidosa vida que discurre más allá
de sus muros.
Dormí
profundamente durante casi cinco horas, pero me
despertó una sensación incómoda. Encendí la luz
de la mesilla de la noche, oí en la pieza de al lado como si alguien se
estuviera ahogando, intenté escuchar de dónde venía el sonido y descubrí que procedía
de detrás del armario. Pero estaba tan cansada que ya no pude dar con los nudillos
en la pared.
Por
la mañana, no di importancia al tema. Fui a la piscina, disfruté del sol, pero
por la noche volví a sentirme mal. En medio del
silencio, escuché a un hombre pidiendo ayuda. Superando mi miedo, moví poco a
poco el armario hasta dejar al descubierto aquella ventana polvorienta y sucia.
Entonces, vi la sombra de dos hombres: uno de ellos estrangulaba al otro con
una corbata, parecían trabajadores, porque llevaban un uniforme.
Luego, me quedé en vela toda la noche.
Por
la mañana, en la recepción, les dije lo que me
había pasado e insistí en que abrieran la habitación. Cuando, por fin, el
gerente la abrió, descubrí una tienda de objetos de vidrio, pero lo que más me
sorprendió fue que había una corbata tirada en el suelo.
Recogí
mis maletas y decidí volver a casa.
Assia
el Oualidi
Rabat,
diciembre-enero de 2018
Actividad de
escritura basada en el motivo de las historias fantásticas «La puerta condenada»
(Final
del juego, 1956) de Julio Cortázar y «Un viaje o El mago
inmortal» (El
lado de la sombra, 1962)de Adolfo Bioy Casares.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAssia: has aprovechado muy bien ambos cuentos, hay muchas huellas de ambos. Y lo mejor es que te ambos te hayan inspirado este cuento contextualizado en Marrakech, donde el elemento fantástico es natural y previsible :) ¡Felicidades!
ResponderEliminarMuchas gracias ester
ResponderEliminar!Hola Assia!
ResponderEliminar¡Me encanta tu cuento agradable de leer!
¡Muy descriptivo y de narración rítmica con bastante dosis de suspenso y al final…el misterio queda sin resolver…
¡Felicidades amiga y ánimo para seguir escribiendo!
Un abrazo.
Rkia
Muchas gracias mi querida rkia por vuestro lectura
EliminarMuchaswgracias mi querida rkia
ResponderEliminarAssia,
ResponderEliminarla magia de la halqa se ha instalado en tu cabeza y se te aparece algún yin por las noches.
No dejes de escribir. Me ha gustado como has introducido el conflicto poco a poco.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)