Me acuerdo de la ciudad donde vivía de pequeña. Está a veintisiete kilómetros de Saidia, una ciudad costera.
Me acuerdo de todos
los veranos en la playa. Con mis hermanos y mis primos: nadábamos, tomábamos el
sol, jugábamos con la arena construyendo castillos y nos divertíamos mucho.
Me acuerdo del
verano en que mi padre decidió no llevarnos a la playa de Saidia, sino a Ifrán.
Cuando llegamos allí, todo nos sorprendió. Hacía sol, pero
también hacía mucho frío. Me llamó la atención que las
casas tuvieran techos de tejas a diferencia de nuestra casa. La
fuente de Vittel y el león de la plaza nos encantaron.
Me acuerdo de
nuestra casa. Había un gran jardín con naranjos, limoneros, un
albaricoquero, un nogal, un manzano y un olivo.
Me acuerdo de la
mañana del Aid, la fiesta después del Ramadán. Y del olor a té a la
menta y a café. Me acuerdo de mi madre apresurándose a hacer panqueques con
miel y mantequilla, tortas de todo tipo, pasteles…
Me acuerdo de la
casa de mis abuelos y de su mirada tan amable.
Me acuerdo de las
noches alrededor de un té a la menta con mis tías paternas contándonos los
cuentos más fantásticos que he conocido. Me acuerdo de las muñecas y de sus
vestidos que hicimos juntas.
Me acuerdo de mi
primer día de clase en una escuela mixta donde solo éramos tres chicas. Me
acuerdo de la rayuela, de las canicas y de otros juegos infantiles del
recreo.

Me acuerdo del día
en que aprobé el bachillerato y de la alegría que sentí.
Me acuerdo de la
primera vez que sufrí de racismo. Yo era estudiante en Francia. Habíamos
rellenado los documentos necesarios con una señora para que me alquilara una
habitación, pero ella se negó de lleno a alquilármela en cuanto supo que yo era
marroquí.
Me acuerdo de mi
primera clase como profesora y de la sensación que tuve frente a treinta y
cinco pares de ojos bien abiertos.
Me acuerdo de la
mirada de ternura de mi madre y de la mirada amable de mi padre el día de mi
boda.
Me acuerdo de la alegría y felicidad que sentí cuando oí el primer grito de mi maravillosa hija. Me acuerdo de su primer diente, su primera sonrisa, sus primeros pasos, su primer día en la escuela…
Me acuerdo de la
profunda tristeza que me sobrecogió por la muerte de mis padres, cuando me
sentí como si aún fuera una niña.
Salima Sebbani
(alumna de B1)
Actividad basada en el
recurso «Me acuerdo de…» de Joe Brainard.
estoy muy orgullosa de ti, ¡la mejor Mamá del mundo! Me conmoví mucho con estas palabras...
ResponderEliminarTu estilo es muy agradable y poético y he leído tu texto con gran placer.
ResponderEliminar¡Me encanta: «ME ACUERDO DE…»! Y
gracias por compartir tus recuerdos.
¡Felicidades y bienvenida al Blog!
Rkia.
La sinceridad y la emoción se pueden sentir en tu texto. El corazón de la mujer es una maravilla, tanto en la alegría como en la tristeza.Es un regalo de Diós a la gente feminina. Eres tan estudiosa en clase y tu motivación para aprender la lengua española es tan obvia. Será un placer para mi leer tus futuros escritos.
ResponderEliminarAzd
Magnífica alumna y magnífica narradora.
ResponderEliminarEster
Despues de leer tu texto tuve mucha emoción, muchos recuerdos volvieron a mi memoria, fueron tan buenos y grandes momentos los que compartimos juntos. Muchas gracias por este viaje de sentimientos, muy bien hecho, BRAVO
ResponderEliminarLatifa
Qué bonitos recuerdos!
ResponderEliminarMuy bien contado. Una cadena de recuerdos muy bien escriturado.
Un texto muy sencillo, claro y muy significativo que retrasa la vida desde la niñez.
Enhorabuena ❤️
Bravo