Me
acuerdo del primer día en que fui a la escuela. Estaba muy contento de ver a mis
maestros.
Me
acuerdo del director de la primaria, que tenía un brazo roto.
Me
acuerdo de un maestro que nos enseñaba el árabe; era
severo con los alumnos que tartamudeaban.
Me
acuerdo de la ropa sucia de todos los alumnos de la primaria.
Me
acuerdo del viaje de los piojos sobre la ropa de todos y cada
uno de los alumnos.
Me acuerdo
de la noche en que
robé una pieza de un dírham a mi abuelo para
comprarme un lápiz. A causa de aquel acto,
mi padre me castigó como si fuera un animal.
Soporté el castigo no porque creyera que el LÁPIZ es un símbolo de creatividad y libertad, sino porque creía que era un medio
que me permitía luchar contra el analfabetismo y huir, posteriormente, del
mundo de los analfabetos de mi aldea.
Me
acuerdo del perro “Black”, que ladraba en frente del estanquero ante el menor
ruido o voz.
Me
acuerdo de la muerte de mi abuelo paterno en la primavera del año 1962.
Me
acuerdo de mi primera escuela sin baños, sin árboles, sin agua y sin
calefacción.
Me
acuerdo de las mujeres que parían en sus casas en lugar de hacerlo en el
hospital.
Me
acuerdo del colegio “Collège du Centre” de la ciudad de Fquih Ben Salah.
Me
acuerdo de un maestro francés que nos impartía “diseño” en los años sesenta.
Era un hombre fuerte, severo. No conocía nada del arte. Cobraba su salario sin hacer
ningún esfuerzo.
Me
acuerdo de la mujer de un vecino que me amaba mucho. Y yo no lo amaba. La pobre hacía lo imposible
para seducirme, pero sin éxito. Mi gran moralidad me impedía cometer el delito
de adulterio.
Me
acuerdo de mi primera noche con una chica guapa. No pudimos cerrar los ojos durante aquella noche.
Me
acuerdo del día en que mi padre me encargó ser el pastor de sus ovejas durante
las vacaciones del verano.
Me
acuerdo de mi primer viaje a Argel para estudiar Economía, en 1973. Viví allí
más de una semana en condiciones lamentables. Perdí peso porque no tenía mucho
dinero para comer. Imagino que estuve al borde de la muerte. No conocía a ninguna persona allí.
Una barra de pan y un tomate al día constituían mi comida. Sufría lo indecible.
No probé la comida argelina nunca
mientras estuve allí. ¡Qué pena!
Me
acuerdo de mi primera cerveza que bebí en mi segundo viaje a Casablanca,
Me
acuerdo de la belleza de una vecina de mi prima. No tuve el coraje de hablar con ella aunque me hacía gestos
para seducirme, ya que temía el castigo de mi cuñado.
Me
acuerdo de mi primer cigarrillo. Su humo me provocó gases intestinales. De
repente tosí como un tuberculoso durante más de dos minutos.
Me
acuerdo de mi primera beca que cobré en la universidad de derecho de Rabat.
Me
acuerdo de la película “Sacco y Vanzetti” que vi en el cine ABC, en el barrio de “Ocean”
de Rabat.
Me acuerdo del
profesor sirio de “geografía” que me enseñaba técnicas y estrategias para jugar al ajedrez en los años setenta.
Me
acuerdo del día en el que mi mujer dio a luz a mi hija.
Me
acuerdo de mi hija cuando imitaba a su maestra de manera prefecta.
Me
acuerdo del primer viaje de mi hijo a Francia.
Me
acuerdo de mi primera profesora de español: Maribel.
Me
acuerdo del primer contacto con la biblioteca del
Instituto Cervantes de Rabat. Tuve muchas dificultades para pedir y dar información a
las responsables.
Me
acuerdo de la puntualidad de la profesora Ester.
Me acuerdo
del primer ensayo de un fragmento de la obra “Pic–nic” de F. Arrabal.
Me
acuerdo del segundo ensayo de dos fragmentos de la obra “Pic–nic” de F. Arrabal
en pleno Ramadán. En la sala hacía mucho calor. Yo tenía una sed insoportable.
Me
acuerdo de todo. Pero dejo que mi cerebro descanse…
El Kbir TABIT
Salé, 10 de junio 2016.
Actividad basada en el recurso «Me
acuerdo de…» de Joe Brainard.
Bravo Kbir. Toda una historia atractiva. Tengo algunos recuerdos semejantes. Pues somos de la misma generación.
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