La cara casi cubierta de gris plateado, sereno. Vestido comedidamente y de aspecto casi descuidado. Está tocando el violín cuando, de repente, oye el timbre. Deja su instrumento y se dirige hacia la puerta. Da pasos lentos con sus pies cubiertos de unos calcetines blancos desde los cuales asoma la piel rosada de sus talones. La mirilla le muestra dos hombres mayores con sendas batas blancas. ¿Son lecheros o tal vez médicos? ¿Quién sabe? Otro vistazo le revela la presencia de un niño. El viejo, asombrado, abre la puerta y se encuentra frente a dos asistentes sociales y un crío resignado, paciente, con la cabeza baja, los ojos escudriñando hacia arriba, dos lagrimones en sus inocentes mejillas, los labios apretados y el dedo índice husmeando en uno de sus orificios. Los dos asistentes informan al viejo de que el pequeño es su nieto y que acaban de enviárselo los padres desde Francia para que viva con él en España y se impregne de la ancestral cultura hispánica. Tras ello, ambos se retiran dejándolo cara a cara con el niño. Desconcertado, sorprendido, atónito, mira al muchacho de abajo arriba; luego coge la manita de ese niño acongojado, de zapatos sucios y desatados, y entra en el apartamento seguido de éste. Inquieto, atormentado, el viejo llama por teléfono a su hijo de Francia, el cual simplemente le aclara a su padre que quería darle una sorpresa. Maryam Benchekroun.
Maryam,
ResponderEliminarEn « EL NIÑO SORPRESA », tu descripción de la secuencia que vimos en clase me ha gustado.
Esta precisa, muy rica en detalles y usas un vocabulario bien elegido.
¡Enhorabuena!
Espero verte en el taller este semestre, amiga.
Rkia