Érase una vez un hombre que entró de noche en el cuarto de su padre con una gran cesta. Le besó la mano y la frente y le dijo: “Padre, ahora que has cenado, nos vamos. No ignoras que ha llegado la hora de lo que ya sabes”. El padre no respondió. Se levantó con movimientos lentos debidos a su edad y también a su reumatismo. Sin ayuda alguna y muy triste, se instaló con sus pocas cosas dentro de la gran cesta. El hombre, de estatura muy fuerte, lo cargó sobre su espalda y le pidió a su pequeño hijo que lo acompañara. Anduvieron toda la noche en el bosque guiándose por la luna. Recorrieron en silencio una larga distancia. A veces bajando y otras subiendo colinas por senderos estrechos y muy tortuosos... El joven concentró su atención en buscar un rincón adecuado y protegido. Cuando lo encontró, dejó lentamente su carga sobre el suelo. Por última vez besó la frente del anciano. Luego el niño, llorando, lo imitó. Su abuelo lo consoló diciéndole:”No te preocupes, hijo, es una costumbre de nuestro pueblo y yo mismo hice igual con mi padre”.
El niño, cansado, agradeció que en el camino de regreso su padre lo transportara sobre sus hombros. Empezaron a recorrer el mismo camino. Entonces su hijo habló por primera vez desde que hubieron salido de casa y dijo: “Cuando seas viejo como el abuelo, papá, yo también te abandonaré en el bosque dentro de una cesta”.
Otra propuesta de final (con moraleja):
“Cuando seas viejo como el abuelo, papá, yo también te abandonaré en el bosque dentro de una cesta”. Al escuchar las palabras de su hijo, el hombre se dio media vuelta, caminó hasta llegar al lugar en donde había dejado al abuelo y buscó la cesta en la oscuridad. Llamó. La voz de su padre le respondió. El hombre lloró y le pidió disculpas. Luego rehicieron el mismo camino y no le incomodó el peso del contenido de la cesta.
Fue el primero de su tribu en romper la ley impuesta por el consejo de jóvenes en el pasado. Siguió cuidando al abuelo hasta que falleció una noche mientras dormía en su cama. Poco a poco, todos lo imitaron y en el pueblo hubo desde entonces un consejo de ancianos, paralelo al de los jóvenes, para que todos pudieran disfrutar de su experiencia y sabiduría.
Rkia Okmenni.
Rabat, diciembre de 2012.
Microcuento basado en un cuento Amazigh.
Ejercicio basado en la tarea de “Escribir un microcuento con temática social”.
Muy original
ResponderEliminarAnastasio
Muchas gracias, Anastastasio.
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