Frente a
esa hoja inmaculada para escribir mi retrato, me pregunto cuál es la parte más
significativa que he podido vivir al cabo de tantos años y que merece una
narración. Me doy cuenta de que es un desafío, un reto, que me empuja hacia las
profundidades más abismales de mí mismo, hacia algunos hechos que han estado
conmigo desde siempre; un viaje peligroso en el que despertaré imágenes
dormidas, unos pocos nombres y algunas sensaciones, fragmentos de historias
sepultadas, secretos enterrados para siempre.
Pero me
siento incapaz de revolver en la quietud de esa memoria impotente para hojear
las páginas de una vida anterior, para oír las voces que cuentan y las palabras
que invocan y nombran los años, los meses, los días y las noches, para encender
la luz de un amanecer de invierno y aclarar rincones oscuros y sombríos. En
esta memoria casi llana, las colinas de los éxitos y los acantilados de los
fracasos, los trofeos secretos -como los
perfumes discretos e íntimos- parecen
encontrarse lejos, muy lejos. Lo que queda de todas las palabras sin sonido
alguno y sin volumen, de las conjeturas y fechas, y de los motivos que han
animado un destino, es tan insignificante que me parece que no vale la pena
transmitirlo a los vivos y a los futuros seres. Excepto algunos hechos y actos
que han permanecido inexplicados para siempre y flotan sobre tantos silencios y
secretos, la mayoría se degradan y se esconden bajo las capas del olvido. ¡Qué
vergüenza para uno mismo ver su memoria
aniquilada por la vejez y derribada sin imagines ni recuerdos! Sin embargo, sé
que, durante toda esa franja de vida, el viento me ha enseñado a oscilar, a no
ser estable y las olas me han enseñado la contradicción y el comportamiento
volátil… Sé que el reloj no me ha servido para medir el tiempo que he ido
gastando no sé cómo y no sé cuándo; pero todo esto ha sido necesario para que
ahora yo sea quien soy, un atardecer que se ha vuelto más morado que azul.
Además, sé que jamás seré lo que acabé de ser.
Así, sin
poder restablecer trayectorias y objetivos pasados, aquí está mi retrato, un
discurso provisoriamente definitivo y agujerado como un viejo zapato y que no
es una nana que murmuraba mi abuela:
Tan solo es una historia nuestro pasado
que a nosotros mismos nos contamos,
en voz muy alta, clara e inteligible
para ser por todos escuchados.
Así, mi infancia son recuerdos borrosos…
Del mar… retengo su perfume a yodo,
noches
mecidas por el rumor de las olas
y albas
colmadas de la bella voz del almuédano.
De esa luna llena en un cielo estrellado,
cuando el derecho de irte te habías otorgado,
de cambiar orilla, para no volver…
me acuerdo, padre, aún como si fuera ayer.
De mi juventud, repleta de esperanzas y de sueños,
de grandes derrotas y de pequeños éxitos.
De ser creyente el viernes y ateo el resto de días,
al ritmo de una locura aceptable, pueda serlo o no.
Del deficiente y torpe seductor que he sido,
siempre ceñido entre la
religión y la usanza,
sufriendo más daños de los que he causado
y -¡para colmo! –sin haber jamás entendido nada.
Con qué candor me tomé una copa entera.
De Naser y de Ahmed Fouad Najm,
de Nizar Quabani y de Cohn-Bendit…
y de todo discurso bebí tanto cuanto pude.
Áspero, tardío y pesado fue el despertar,
sé ahora que solo colman la ciencia y los sueños.
Al mirarme en un espejo, me desazono,
pero al compararme a otros, me apaciguo.
Ahora… qué largo es el camino recorrido,
ahora que no tengo gran cosa que perder,
es pasmoso verse cambiar y envejecer,
sin dejar de sentir un estremecimiento.
Lo raro que
es la vida y lo extravagante del destino: uno llega por casualidad a este
mundo, vive sin pensar jamás en que hay una salida, y a los pocos días de esta
ya nadie se acuerda de él… Como si no hubiera pasado por esta tierra…
Abdellah
El Hassouni
Rabat,
26 de noviembre de 2014
Ejercicio basado
en “Retrato” de Antonio Machado.
Abellah, cada vez me sorprendes más.
ResponderEliminarUn relato fantástico, original, fresco y lleno de recuerdos.
Bravo MAESTRO.
Anastasio
Anastasio
ResponderEliminarMuchas gracias amigo mio.
Abdellah
Muy bueno retrato, relata la experiencia común de todas las gentes, creo. La invocación de la muerte de tu padre me ha recordado la del mío y me ha dado lágrimas en los ojos. Que Dios les tenga en su misericordia. Cierto, nuestra vida es éxitos y fracasos pero, pero debemos disfrutar la a pesar de todo y creo que amar es la mejor entrada y la mejor salida.
ResponderEliminarAbdellah,
ResponderEliminarEl “BOSQUEJO” es un texto agradable de leer: parte prosa y la en verso.: Con reflexiones profundas y muy acertadas, lleno de verdades en que yo misma, a veces, me he encontrado y seguramente muchos otros lectores también.
En tu retrato, se siente cierto humor ligero pero también emoción, amargura , añoranza al evocar unos recuerdos. Me gusta como subrayas a tu manera los fallos y las deficiencias de la memoria que medio te molestan y medio son una bendición. Como cuando dices mas adelante:
”Un desafío, un reto, que me empuja hacia las profundidades más abismales de mí mismo,…”
Gracias Abdellah por permitir que conozcamos un poco sobre ti a través tu retrato, y que compartamos este viaje y recorrido interesantes contigo.
Rkia
Mohamed, Rkia: muchas gracias.
ResponderEliminarTe agradezcamos a ti por compartir tus escritos y el taller con nosotros, Abdellah.
EliminarY quería decirte también al leer tu retrato, me he acordado de este poema del poeta español del siglo pasado Jaime Gil de Biedma y que me gusta mucho:
“No volveré a ser joven”, Jaime Gil de Biedma
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
"Poemas póstumos" 1968
Rkia