I.
Canto en la Alhambra
II.
Toledo fue una fiesta (o Amor y
reencarnación en Toledo)
III.
Canciones en la Plaza Jamaâ El
Fna
I.
Canto en la Alhambra
“Así cae la máscara
y aparece el rapaz
sin vergüenza y vestido
con su crueldad.
¿Cómo pudo creer
que se puede lograr con violencia
lo que no pudo
conseguir con suavidad?
¡Como si fuera
posible retener el Amor
con manos manchadas
de Sangre!
¡Ay, Maldito, con
manos manchadas de Sangre!”
Al final del canto, la voz
continúa diciendo:
- Ese fue el último poema que yo,
Hafsa La Toledana, escribí y envié al gobernador de Granada ese año de 1163,
antes de marcharme. ¡Ese maldito había matado a mi bien amado Abu Yafar y
pretendía amarme y retenerme a su lado! Era tan vanidoso que, mucho más tarde,
les hizo creer a todos que durante veinte años, yo no había podido escribir
nada, como si lejos de él y de Granada, yo no hubiera existido. ¡Qué inocente!
La voz de la cantante todavía
resonaba en su oído cuando una mano ligera le tocó al hombro y la voz de la
misma persona le dijo:
- Dime, ¿me estás siguiendo o
qué? ¡Te veo por todas partes!
El hombre levantó la mirada y
descubrió con asombro, a su lado, a la cantante, sonriéndole maliciosamente.
Mientras ella hablaba, él la contemplaba: con esas perlas en su cabello rizado,
su túnica carmesí bordada con hilo de oro y su larga falda de seda azul,
parecía recién salida del pasado, de ese siglo XII del cual hablaba tan apasionadamente.
¡Parecía una reencarnación de la misma poeta Hafsa La Toledana, reaparecida en
esos jardines encantadores de la Alhambra donde se había tenido lugar su
recital de canto medieval!
Ante esta pregunta tan directa,
el hombre decidió responder de la misma manera:
- ¡Pues, en verdad, sí…! ¡Hace un
mes que te sigo, de recital en recital, de monumento en monumento y de bar en
bar, en todos los lugares donde has cantado los poemas de Hafsa y contado su
vida! ¡Te sigo desde que empezaste tus recitales en Granada, porque estoy
fascinado por tu canto, tus poemas y por la vida de la poeta Hafsa, que narras
tan apasionadamente como si fuese la tuya propia! Y sobre todo ahora, necesito
saber lo que ha ocurrido durante esos veinte años, donde fuiste tras la muerte
de Abu Yafar y también por qué cambiaste de nombre y elegiste como nombre
“Hafsa La Toledana” en lugar de “Hafsa ar-Rakuniya”, más conocido
históricamente.
Todavía sonriendo y con mucha más
consideración e interés, la cantante le replicó:
- Y a ti, ¿de dónde te viene esa
curiosidad tan apasionada? Ahora parece que no soy la única que se apasiona por
el siglo XII en el Al Ándalus, ¿no…?
Viendo que no obtendría
respuesta, si no le daba más información sobre él mismo, el hombre sonrió a su
vez y le explicó que era historiador especializado en el periodo andaluz y
también musicólogo.
Luego, alrededor de un vaso de té
caliente, ella consintió en revelarle que, además de cantar, era también
profesora de canto y traductora, y añadió:
- ¡Si quieres conocer la verdad
sobre esos veinte años, ven conmigo a Toledo! Mañana, voy a participar en el «Encuentro
Anual de la Escuela de Traductores de Toledo» y, si vienes a mi presentación,
obtendrás las respuestas que buscas.
II.
Toledo fue una fiesta (o Amor y reencarnación en Toledo)
Ahora, sentado en la sala de
conferencias de la Escuela de Traductores de Toledo, el historiador contemplaba
a la cantante en su intervención mientras pensaba que, incluso en su papel de
traductora e investigadora, seguía pareciendo recién surgida del pasado. Es
verdad que en ese antiguo monasterio de arquitectura mudéjar, convertido en
Escuela de Traductores en el siglo XII, y donde nada parecía haber cambiado, todo
le parecía un poco irreal: las arcadas del techo; los muros de piedra rugosa;
la luz que entraba por los arcos de las altas ventanas e inundaba la inmensa y
antigua sala de conferencias incrustada entre galerías; Hafsa, iluminada por
esa misma luz y siempre vestida al estilo medieval, y hasta los mismos asuntos
debatidos en el «Encuentro…».
Desde el día en que vio a esa
mujer tan apasionada y enigmática, él dudaba más que antes entre el siglo XII y
el presente del siglo XXI, sin poder distinguir a menudo la realidad de la
ficción histórica. Y lo que más le inquietaba, a veces, es que no sabía tampoco
lo que le más le gustaba: ¿estar en el siglo XXI o en el siglo XII? Pero le
bastaba mirarla para desear hallarse donde ella misma eligiera…
Tenían tanto en común: durante el
trayecto de Granada a Toledo, que habían hecho juntos en el coche de Hafsa,
habían descubierto que, cuando hablaban juntos de aquel periodo en que tanto florecieron
las artes y la sabiduría en el Al Ándalus, ambos se sentían transportados de la
misma manera, como si hubieran conseguido viajar en el tiempo.
¿Quizás había personas que
poseían el don mágico de trasladarnos en el tiempo y Hafsa era una de ellas?
Precisamente, es lo que estaba logrando en ese mismo momento… Estaba transportándolo,
con sus palabras, a aquella época en que se habían encontrado y mezclado el
Oriente y el Occidente, creando así, lejos de las influencias austeras de sus
orígenes, una nueva cultura más libre, más próspera y enriquecida con lo mejor
de ambos mundos.
Estaba en ese punto de su
delicioso sueño “histórico” cuando una frase lo despertó repentinamente y, con
gran asombro, escuchó a Hafsa revelarle la verdad que él le había pedido sobre
aquel hueco oscuro, aquellos veinte años trascurridos tras la muerte de Abu
Jafar:
- Este manuscrito, que he
encontrado en esta sección especial de la biblioteca de la Escuela de
Traductores de Toledo, donde nos hallamos ahora, demuestra que Abu Yafar no
murió aquella maldita noche en Granada. El manuscrito se titula «Poemas de amor
escritos en Granada y Toledo, por Hafsa La Toledana y Yafar El Toledano» y
empieza con una larga introducción relatando el encuentro y la relación amorosa
de los dos poetas en Granada, relación feliz que incluyó hasta los celos, y la
reacción furiosa del gobernador, que quiso matar a Abu Yafar para separar a los
amantes y quedarse con Hafsa. Pero, aquella terrible noche, quien fue realmente
crucificado fue un primo suyo que se le parecía mucho y que estaba también
implicado en el complot contra el gobernador de Granada. Abu Yafar consiguió
huir disfrazado y fue a refugiarse a Toledo. Poco después, Hafsa se reunió con
él allí y ambos ofrecieron sus servicios como traductores a Alfonso X. Debido a
su fama, fueron acogidos favorablemente e integrados en la labor de esta famosa
Escuela de Traductores de Toledo, recién fundada por ese monarca, culto y
abierto, que supo aprovechar la confluencia de diferentes culturas y de tantos
sabios cristianos, judíos y musulmanes. Alfonso X quería transmitir y difundir
la riqueza y sabiduría de estas tres culturas para combatir pacíficamente la
violencia nacida de la ignorancia. Luego, para más seguridad, Abu Yafar cambió
de nombre y se llamó Yafar El Toledano. Hafsa ar-Rakuniya renunció también a
parte de su antiguo nombre y se llamó Hafsa La Toledana, puesto que la denominación
de “ar-Rakuniya”se la debía a una provincia del Magreb llamada “Rakuna”, que el
padre del maldito gobernador le había ofrecido para recompensar su gracia
poética. Ahora, solo sentía horror por todo lo que estuviera relacionado con
aquel maldito soberano y solo quería borrar toda huella de aquel hombre tan
posesivo y malevolente… La introducción del manuscrito es tan detallada que
describe minuciosamente la vida cotidiana que tenían en este encantador lugar
donde florecen y se transmiten la sabiduría antigua y moderna y también las más
diversas artes. En aquel entonces, las traductoras y los traductores vivían
juntos en la Escuela donde trabajaban y se alojaban en las antiguas celdas de
los monjes, convertidas en confortables habitaciones. Las mañanas estaban
consagradas a traducir los antiguos manuscritos griegos, y por las tardes, se
enseñaban lenguas, el arte de la traducción y también otras artes, como poesía,
música y canto, a las numerosas alumnas y alumnos de varias categorías
sociales. Los profesores tenían dos días libres por semana para descansar,
leer, practicar y crear, cada una y cada uno según su especialidad. Las
creaciones producidas eran compartidas al final de la tarde en el patio de la
Escuela: había lecturas de poemas, recitales de canto y conciertos de música
para alumnos y profesores. Luego, después de la cena común en el antiguo
refectorio, muchos de ellos iban a animar la vida nocturna de Toledo con sus
talentos, improvisando canciones y música en las tabernas, esta vez para un público
más popular. Además, cada fin de mes, para el monarca Alfonso X y su corte, se
organizaba en palacio un día destinado a la presentación oficial de las
traducciones cumplidas y de las variadas actividades culturales.
Posteriormente, también se organizaban conciertos y recitales de canto por toda
la ciudad: en las calles, en las manufacturas y en la plaza del mercado. Finalmente,
cada año, se celebraba la primavera con un gran encuentro sobre el arte de la
traducción y con un festival que reunía obras de música, canto, poesía…, al
cual estaban invitados sabias, sabios y artistas de todas partes. En esa época,
Toledo era un centro cultural muy famoso donde todos podían contribuir y
disfrutar de la difusión de los nuevos conocimientos académicos y de las creaciones
artísticas realizadas por la Escuela de Traductores. Así fue cómo ambos amantes
y compañeros de estudio y de trabajo vivieron veinte años felices compartiendo,
además de su amor, traducciones, investigaciones, enseñanza y, sobre todo,
componiendo poemas y música…
En este punto de su intervención,
la investigadora añadió que, con el manuscrito, también había descubierto
antiguas cartas enviadas por Hafsa y Abu Yafar desde Marrakech a sus compañeros
de la Escuela, lo cual nos permitía conocer la continuación de la historia, que
ella había titulado:
III. Canciones
en la Plaza Jamaâ El Fna
Y la investigadora prosiguió
diciendo:
- Mientras Hafsa trabajaba en la
Escuela de Traductores de Toledo, su fama como profesora llego al oído del
califa de Marrakech de aquella época, Yacoub al-Mansour, y él le pidió que
enseñara a las princesas, sus hijas. Hafsa aceptó la propuesta y Abu Yafar fue
con ella a Marrakech pero, para más seguridad, antes de viajar, él hizo todo lo
posible para cambiar de apariencia y se dejó crecer la barba. Cuando llegaron a
Marrakech, mantuvieron sus nombres de “toledanos” y simularon estar casados
para poder vivir libremente juntos. Durante las mañanas, estudiaban juntos
textos antiguos o escribían poemas, y por las tardes, mientras Hafsa daba
cursos a las princesas en el palacio califal, Abu Yafar iba a la Plaza Jamaâ El
Fna y cantaba sus poemas y los de Hafsa, acompañándose de su laúd. Una vez a la
semana, organizaban un salón literario en su casa e invitaban a sabios, poetas
y músicos de la ciudad. De este modo, fueron creando un círculo cultural donde
continuó viviendo y brillando el influjo y el espíritu de la Escuela de Toledo.
Además, cada año volvían a Toledo para participar en el «Encuentro… » y en el «Festival
de Primavera» organizado por la Escuela de Traductores, contribuyendo así al
intercambio y la difusión de nuevos conocimientos entre ambas zonas.
Al fin de su intervención la
investigadora mostró un libro y dijo que, para más información, se podía
consultar, en la biblioteca de la Escuela, el libro que ella había editado a
partir del manuscrito y de las cartas de Hafsa y Abu Yafar, que ella misma
había traducido del árabe y del castellano al francés, y que había enriquecido
con comentarios en las citadas lenguas.
Luego, mientras cenaban en el
antiguo refectorio de la Escuela con los otros participantes del «Encuentro…»,
Hafsa le pidió al historiador y musicólogo que la acompañara con el laúd en el
recital que iba a dar el día de la clausura en el patio del edificio. Él
aceptó, actuando como en un sueño, pensando que estaban repitiendo las mismas
actividades que Hafsa y Abu Yafar, algunos siglos antes ya que, además, se
encontraban alojados en aquella misma Escuela… Solo faltaba el viaje a
Marrakech…
Así que, cuando al fin de la
cena, ella también le propuso que fuera con ella a Marrakech, él se quedó
estupefacto y le habló de las coincidencias en que estaba pensando poco antes
de su propuesta. Luego sonrió y añadió:
- Quizás no lo creas, pero es que
también me llamo Yafar.
Al oír eso, Hafsa estalló de risa
y exclamó, bromeando a medias:
- ¡Ahora podemos decir que somos
las reencarnaciones de Hafsa y Abu Yafar! ¡Seria gracioso si viviéramos también
la misma historia de amor!
Y así pasaron juntos los tres días
del «Encuentro…», compartiendo con el resto de participantes las discusiones
intelectuales del día y las canciones y la música de la noche.
Se sentían tan bien juntos en
aquel lugar antiguo tan cargado de reminiscencias de la Historia del Al
Ándalus, que tenían la impresión de haber siempre vivido allí mismo, envueltos
de aquella armonía.
Más tarde, durante el viaje hacia
Marrakech, en el coche de Hafsa, ella le reveló, por fin, lo que iba a hacer en
esa ciudad:
- Voy a buscar y visitar la tumba
de Hafsa La Toledana que fue enterrada en Marrakech, en el año 1191, y también
quiero visitar el palacio califal donde ella enseñaba a las princesas. Deseo,
además, hacer investigaciones sobre Zaynab al-Nafzawiyya y la princesa guerrera
Fannou y otras mujeres admirables de esa ciudad que tuvieron un papel histórico
esencial pero que fueron olvidadas por la Historia oficial. Me gustaría
escribir un libro sobre estas y otras mujeres tan admirables como ellas, para
darles el lugar fundamental que merecen en la Historia.
Y de repente, Hafsa paró el coche
en el arcén de la carretera, se volvió hacia él y mirándolo con los ojos llenos
de esperanza, le preguntó:
-Dime, ¿te apetecería escribir
ese libro conmigo? ¡Me encantaría continuar compartiendo estos temas tan
interesantes contigo! ¡Tenemos tanto en común! -Y empezando a reír, añadió-¡Y
no olvides que todavía tenemos una historia de amor que vivir, tal como la que
vivimos en el siglo XII!
Yafar la envolvió con una mirada
llena de ternura, asintió con la cabeza y dijo:
-Antes de conocernos, me sentía,
a veces, un poco como el protagonista de una película de Woody Allen que huye
de su presente y se refugia en los años veinte en “Medianoche en París”. Y me
preguntaba si, como él, yo estaba tan fascinado por el siglo XII o por la historia
en general, porque no me satisfacía o me aburría mi presente. Temía también
perderme en el pasado, aunque me encantan esos viajes que hago de ida y vuelta.
Pero ahora, contigo, yo sé que, juntos, podemos viajar, según nuestra voluntad,
al siglo XII del Al Ándalus o a cualquier otro siglo, y al mismo tiempo, gozar de
este presente que estamos construyendo “aquí y ahora”. -Y diciéndole esto, la
ciñó con un abrazo.
En cuanto al manuscrito original
de Hafsa La Toledana y Abu Yafar, escrito en árabe y castellano, hasta hoy en
día se puede consultar en el Museo de la Escuela de Traductores de Toledo. Se
puede también encontrar, en la biblioteca y en la librería de la misma Escuela,
la nueva edición hecha por Hafsa la investigadora, a partir del manuscrito y de
las cartas de Hafsa y Abu Yafar, traducidos del árabe y del castellano al
francés y comentados por ella.
***
Nota de la autora: Desde luego,
el manuscrito y este libro no existen… Pero, en realidad, el libro que el
personaje de “Hafsa la investigadora” quiere escribir sobre las “mujeres
admirables que tuvieron un papel histórico esencial, para darles el lugar
fundamental que merecen en la Historia ya que fueron olvidadas por la Historia
oficial”, este libro, ha sido escrito por una investigadora marroquí-canadiense,
especializada en la historia de las mujeres en el Magreb. Se llama Osire Glacier y el libro se titula: Femmes
politiques au Maroc d’hier à aujourd’hui, la résistance et le pouvoir au
féminin. Casablanca:
Tarik Editions, 2013. También se puede consultar su blog, que expone sus
investigaciones sobre el tema de “Mujeres y género en Marruecos”: www.etudesmarocaines.com.
Le estoy muy agradecida a la autora,
Osire Glacier, por haberme ofrecido, con su libro, esta figura femenina tan
inspiradora que me ha llevado a imaginar la historia de aquel periodo oscuro de
veinte años de la biografía de Hafsa, así como el periodo en que fue invitada
por el califa Yacoub al-Mansour a Marrakech para enseñar a las princesas
almohades.
Durante este ejercicio de
escritura, fue para mí un inmenso placer resucitar a Abu Yafar (¡que quizás
tampoco muriera en la realidad!) y viajar con ambos poetas al siglo XII del Al
Ándalus y a Marrakech. Me ha encantado también imaginar su vida en el pequeño
paraíso terrestre que fue (¿quizás?) la Escuela de Traductores de Toledo de
aquel periodo.
Y sobre todo, gracias a ti Ester,
por tu taller de “Lectura y Escritura Creativa”, y gracias también por este
ejercicio, porque me has animado a crear personajes contemporáneos para
revivir, a través de sus ojos, la vida de un personaje histórico e imaginar
para él y para ella otra vida, creada por la escritura, permitiendo así a la
leyenda y a la escritura que se desarrollen libremente…
He descubierto así, la
posibilidad y el placer de dar vida, mediante la escritura, a personajes
imaginarios que, para mí, se han vuelto reales y han vivido verdaderamente
conmigo, durante todo el periodo en que he escrito este cuento que, espero, se
convierta en leyenda…
Amal Khizioua.
Rabat, 31 de
enero de 2016.
Actividad de
escritura basada en un personaje legendario hispano-musulmán.
Holà Amal !! enhorabuena !!! Que fantastica es tu inmersion en este pasado tan fantastico y desafortunadamente ignorado actualmente !! Si los arabes dieran valor a su pasado no vivirian ahora en el analfabetismo y la ignorancia ! Gracias a ti viajé perfectamente con mucho placer hasta este maravilloso periodo en que el saber tenia mucha importancia ! Tu relato es tan ligero que conseguimos leerlo sin problema ninguno y tambien llegamos a descubrir nuevas informaciones que enriquecen nuestros conocimientos ! Muchas gracias de haber hecho el esfuerzo de compartir con nosotros esta parte de la historia con tanta magia, algo que se pierde ahora en nuestra epoca lûgubre !!
ResponderEliminarMaria El kannassi
Amal, Amal, me gusta mucho tu leyenda de verdad!!
ResponderEliminarel poema nos da une descripción muy famosa del sentimiento y del dolor profundo de Hafsa. Y también de este amor de Granada y de su amante que el gobernador ha cortado.La cantante tiene un rol perfecto en la leyenda que el lector està cautivo a conocer toda la historia. Hay muchas informaciones, una descripción muy detallada y fácil a leer.
Bravo Amal, estoy muy impresionada!!! Escribe màs, tienes la pluma
Enhorabuena querida
Bahia
Amal
ResponderEliminarTu cuento es un relato fantástico que nos lleva sobre una nube entre el presente y el siglo XII. El estilo es fluido y fresco y las descripciones de personajes y lugares que nos hacen transportar a lo lejos son maravillosas.
La lectura amena y la trama bien conseguida hacen que se despierte el interés del lector por conocer mas.
Amal, estamos en la espera de tu próximo cuento.
Bravo
Amal,
ResponderEliminarLa “Leyenda de Hafsa La Toledana” es para mi un texto muy bien elaborado. La continuidad de la historia en el tiempo y en el espacio (Toledo-Marrakech) en las tres partes complementarias entre si me resulta durante mi lectura muy agradable e interesante de forma y de estilo. No me sorprende mucho la rica imaginación de una “cuenta cuentos” como tú .
Muchas gracias por compartir tu cuento con nosotros.
¡Me encanta!
¡Felicidades!
Rkia.