La luz del atardecer languidece colándose entre una red de ramas. Un
viento seco y frío mueve los entrelazados esqueletos de los árboles al ritmo
de sus ráfagas. Nubes bajas de hojarasca se voltean hechizadas, susurrando bajo
los silbidos del viento. Los que más se oponen a los caprichos del tiempo son algunos
de los abetos, siempre verdes, erguidos en denso grupo,
en la orilla más cercana a las últimas casas de las afueras. Este fin de año la
nieve ha tardado en apaciguar las furias del invierno y en cubrir el bosque con
su silencio blanco. Queda poco para la Navidad, pero la naturaleza sigue asentando un
triste otoño y se niega a cumplir las expectativas de la gente y sobre
todo de los niños.
Por el sendero que surge desde las últimas casas y se adentra en el bosque,
un hombre y una mujer caminan luchando contra el viento, pero se paran y, decididos, cortan unas
ramitas de abeto para que sustituya en casa al árbol
de Navidad. Les hace ilusión decorar el hogar, aunque sólo sea para
ellos dos. A su paso, la siguiente ráfaga aventa la nieve polvo y de
repente, al borde del sendero, se les
acerca bamboleando en el aire un sobre arrugado, de color sepia, con las esquinas
deterioradas. A primera vista, se trata de un inútil papel arrojado, pero cuando se detiene
en los pies de la mujer, ella percibe que se trata de un sobre sin
escrito alguno y del que asoma un trozo de papel blanco. La mujer se siente intrigada.
Toma el sobre y saca el papel. En el fondo blanco hay un
dibujo de colores hecho por una pequeñísima mano Trazos inseguros que esbozan formas simples de
contornos coloreados, un hombre y una mujer, con grandes sonrisas, caminan
cogidos de la mano. En cuanto ambos ojean el dibujo, el viento se lo
arrebata de las manos a la mujer, lo empuja con fuerza hacia los
abetos y juega con él en el aire, doblándolo y desplegándolo hasta que lo oculta a
ojos de la pareja.
Con este sobre, Lea, una niña del orfelinato, le había
enviado al omnipotente Papá Noel su carta con un dibujo
para pedirle su más precioso deseo de regalo navideño: una mamá y un papá.
Albena Vlaeva
Enero de 2019
Ejercicio inspirado en el mismo ejercicio
creativo que ALFONSO SALAZAR utilizó para dar a luz el cuento “El archivador
del doctor Cea".
Espero que el dibujo de Lea sea una buena premonición. Lindo cuento. Qué bello ejercicio.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ester, por tu comentario y por tu trabajo, a qué se debe el resultado publicado: desde el prender en mí un deseo de escribir, a través de ideas y estructuras como cáñamo y hasta las últimas toques que pulían el estilo o la ortografía. Un gran placer por pasar la experiencia contigo.
EliminarAlbena
Hola Albena
ResponderEliminarMe gusta muchísimo tú cuento muy tierno dónde aparece el lado sensible y misterioso de la leyenda del Navidad.
También tú descripción del tiempo y del espacio está perfecta.
Bravo
Bahia
Muchas gracias, Bahia, por comentar. Me alegra mucho saber que el cuento te ha gustado.
EliminarUn abraso
Albena
Albena,
ResponderEliminar!Qué cuento tan bonito! Al leerlo he sentido las ráfagas de aire en mi cara y el silencio de la nieve me ha envuelto. El corazón se me ha acelerado desde que la mujer coge el papel hasta que logra ver lo que hay escrito, quería saberlo, quería saber el mensaje de ese papel y no quería ni podía esperar.
Gracias a tu sensibilidad has logrado escribir algo maravilloso.
Te felicito y te envío todo mis ánimos para que escribas más a menudo.
Anastasio
Muchas gracias, Anastasio, tu comentario me hace mucha ilusión. Estoy muy contenta que al leerlo, el cuento ha cobrado animo en ti. Para mí, la escritura literaria-y sobre todo en español-es algo muy enriquecedor, pero nada habitual, en que no me atrevería sin empujo.
ResponderEliminarGracias otra vez
Albena
Enhorabuena Albena es una historia muy tierna. Me gusta mucho!!! Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias, Laura. Muy contenta por tener el comentario tuyo.
EliminarAlbena
¡Qué maravilloso, dulce y sabroso cuento Albena!
ResponderEliminar¡Me encanta!
¡Felicidades amiga y qué sigas escribiendo más!
Un abrazo.
Rkia
Hola, Rkia. Es un placer encontrar aquí tu amable comentario. Muchas gracias!
ResponderEliminarAlbena