En la alquería de Aziza, al pie de la montaña del Medio Atlas, vivía
Aisha con sus padres. Debía de
tener unos treinta años cuando decidió volver a la
casa familiar para cuidar de sus progenitores después del fallecimiento de su marido. Era muy bella, de grandes ojos
negros y de cabello voluminoso y ondulado. Su piel era de color aceitunado oscuro
y su cara ovalada tenía unas cejas arcadas que resaltaban su belleza salvaje.
Un día, Aisha ansiaba ir a la localidad para visitar a su hermana que estaba embarazada. Para llegar a la ciudad tenía que cruzar a pie un bosque tenebroso. Las pocas personas que
conseguían adentrarse en el misterioso bosque tras superar el miedo, lo hacían
en grupo. Durante un par de días la idea de ir a la ciudad le estuvo obsesionando.
Una noche, mientras sus padres dormían, comenzó a hablar consigo misma y se puso a salmodiar de
manera continua unas fórmulas mágicas como si buscara conectarse con alguna
energía sobrenatural. La resonancia de los sonidos despertó a sus padres, que acudieron corriendo a la
habitación de su hija. Con cara de miedo y los ojos desorbitados presenciaron
la aparición de una criatura desnuda con el cabello lleno de fuegos artificiales que saltaba en medio
de la habitación. No creían lo que veían. “El refugio en Allah del maldito
Satanás”,
repitieron muchas veces al unísono mientras se protegían detrás de la puerta de
la habitación. Aisha se rio a carcajadas mientras se ponía su ropa. Se dirigió
hacia sus padres riéndose de nuevo por el efecto que todo aquello había causado
en sus progenitores. Ambos ancianos
estaban desconcertados y creían que su hija se había vuelto loca. Esta avanzó hacia ellos y les dijo: “Tranquilos, no
estoy loca”. Los convenció de que retrocedieran con su tierna voz: “Vuelvan a
su cama, queridos míos”. Muy satisfecha de su plan, Aisha a su vez se tumbó en
su cama para dormir.
Al
día siguiente, arrebujó los pocos atuendos que tenía en una «kemusa» o
petate, se despidió de sus padres y salió cuando
ya comenzaba a anochecer. Antes de alcanzar el bosque, pasó primero por el
lugar donde se guardaba la leña adosada para calentar el hammam. Como era de noche, la luna llena iluminaba la
penumbra. Aisha se rebozó de ceniza de
la cabeza a los pies y se soltó su cabello largo y frisado. Situada detrás de
una hoguera, sin ropa y con una cara salida de otro mundo, en aquel momento parecía un auténtico genio. Una niebla densa
le impedía ver con claridad. Se oían de lejos los aullidos de los perros. Aisha se mantuvo muy atenta durante
algunos minutos. Se oyeron
crujir y acercarse unas pisadas sobre las
hojas, que llegaban como atraídas por la luz azul de las chispas de la hoguera. Aisha
entró en trance como si fuera un ritual, y
empezó a saltar y a hacer movimientos con sus
brazos. Emitió voces agudas como si salieran de un cuerpo poseído por genios. Decía en su lenguaje: “ha lijra… ha acumus… ha lijra… ha
acumus”. En su
cuerpo color ceniza no se veían más que sus ojos, como faros que iluminaran los rostros de los recién aparecidos
ladrones. Ella avanzó vociferando: “ha lijra… ha acumus”. Por cobardía, uno de
los ladrones se precipitó, resbaló y cayó en el suelo. Los demás gritaron “¡Corred!
¡Salvaos!”. Horrorizados, todos echaron
a correr y abandonaron sus pertenencias. Ella se adentró tranquila en el bosque y caminó
durante toda la noche guiada solo por la luz de la luna. Al alba, Aisha alcanzó el lago azul
«Azegza» y se metió en el agua todavía muy fresca. Luego
salió como nueva y se puso su ropa más bonita. Soltó
su melena de leona para que los primeros rayos del sol la secaran.
Se cuenta en el pueblo que Aisha Kandisha apareció aquella noche en el bosque. Algunos hablaban de su
poder hipnotizante sobre los hombres. Otros dicen que arrancaba los corazones
de los hombres. Mientras tanto, Aisha se apoderó del motín abandonado por los
ladrones y se quedó con su hermana en la ciudad de Khenifra.
Desde aquel día y de vez en cuando, le basta
a su hermana, única persona que comparte el secreto de su aventura pasada,
entrar en el cuarto de Aisha diciendo:
- “Ha lijra… ha acumus… ha lijra… ha acumus”,
para oír de inmediato y como un eco la misma fórmula: “ha lijra… ha acumus… ha
lijra… ha acumus” repetida por Aisha. Entonces, las dos hermanas ríen a
carcajadas hasta que se les saltan las lágrimas de los ojos…
Zakia Adli.
Rabat, abril de 2019
Es una historia que pertenece al
patrimonio oral amazigh. Surgió la idea de este cuento de nuestro encuentro, en
el taller, tras conversar con Alberto Mrteh sobre este tema.
Una historia divertida para acercarnos al cuento tradicional amazigh y reírnos un buen rato, además de aproximarnos al origen genético de las leyendas.
ResponderEliminarGracias Ester por tu comentario que me incentiva para mejorarme más. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo
Tiene el "poder" de las leyendas populares. Me gustó mucho cómo está relatado.
ResponderEliminarSu comentario me llena de orgullo. Me alegra que le haya gustado mi relato.
EliminarUn abrazo
¡Hola Zakia!
ResponderEliminar¡Me encanta tu cuento!
¡Muy divertido!
Y el titulo es anunciador con el «sin Kandisha» que lo diferencia de la famosa leyenda «espanta-niños»
Me encanta también el giro que ha dado la protagonista a su aventura.
De hecho, el subterfugio y truco que Aisha usó para no ser molestada o agredida en su camino hacia su hermana lo aprovechó e invirtiendo los papeles asustó a los ladrones y recuperó su botín.
¡Enhorabuena amiga!
Rkia
¡Hola Rkia!
EliminarEste pequeño relato pone de relieve la condición de la mujer en las aldeas. Nuestra heroína ha logrado, gracias a su inteligencia, superar los obstáculos. Gracias Rkia por tu comentario y por tu apoyo.
Un abrazo
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Zakia
ResponderEliminarun cuento muy divertido, Ademas, me gusta mucho la idea de utilizar un personaje de cuento popular para otro cuento popular.
Felicidades
Gracias Iman. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarMe gusta mucho el cuento. Una idea genial de la kemusa. Cada uno tiene una versión de aisha kandicha, pero la tuya es muy divertida.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!
Bahia
Gracias Bahia por tus bonitas palabras.
ResponderEliminarLos cuentos populares orales tienen un margen que permite al quien los cuenta, que los matice, o que los dé una dimensión distinta. Aunque no conozco el cuento amazigh de referencia, el tuyo me gusta mucho. Gracias, Zakia, por dar a conocérmelo.
ResponderEliminarAlbena
Me ha parecido un cuento divertidísimo. Veo que tienes muchas ganas de burlarte de ciertos miedos.
ResponderEliminarLo que no sé es cómo he podido tardar tanto tiempo en encontrar tu relato.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)