Yo amaba a los gatos. Cada
día me despertaba bajo el maullido de una gata con pelaje blanco. La había
llamado Luna Blanca. Yo era hija única en mi familia. Tenía como únicas
diversiones mis cursos, mis primos, y por supuesto a Luna Blanca. Luna Blanca
era mi secreto, solo mi abuela lo sabía. Y es que vivíamos con ella, nuestra
excelente cocinera, mi tierna, afectuosa, cariñosa y comprensiva abuela.
Allí el invierno era muy
duro, hacía mucho frío, había lluvias durante tres o cuatro meses. Y yo pensaba
en cómo ayudar a mi gata durante esos periodos. Con la ayuda discreta de mi
abuela, yo había construido un refugio en el sótano, un sitio donde mi abuela
tenía hornos y hornos para preparar la comida cuando organizábamos fiestas. Había sido idea de mi
abuela, ya que ella conocía perfectamente la inevitable reacción de mis padres.
La cocina que utilizábamos estaba en la primera planta. Allí no teníamos que
dar explicaciones al resto de la familia. El refugio consistía en una cesta de
mimbre. Mi abuela la tapizó con una tela de lana de color verde. Me decía que
el color verde calma el alma. Mi alma y también la de Luna. Allí Luna Blanca no
tenía frío.
Mi habitación estaba en la
planta baja y mi ventana daba al jardín, de manera que, cada mañana, Luna me
dirigía sus maullidos desde detrás de los cristales hasta que yo abría los ojos
y lograba despertarme. De este modo, yo me desvelaba sin reloj alguno. Luego,
abría la ventana sin ruido y cedía el paso a mi alma, mi compañera. Aquel era
un acto que se repetía cada día. Pasábamos juntas momentos muy agradables,
conversábamos, jugábamos, reíamos, hasta que mi madre me llamaba para tomar el
desayuno e ir a la escuela.
Antes de salir, yo le llevaba
queso, pan, todo lo que podía coger del desayuno en secreto. Todo para Luna
Blanca, que me acompañaba hasta el portal de la escuela. Yo entonces la
acariciaba y luego entraba. A la salida, Luna me esperaba y me acompañaba hasta
casa. Ese ritual duró mucho tiempo, hasta que...
Un día, a la salida de la
escuela, no vi a mi alma, mi compañera. Me preocupé mucho, corrí hasta casa,
pregunté a mi abuela. Nadie me dio respuesta alguna. Corrí otra vez afuera,
busqué en diferentes sitios, nada. Regresé a casa, muy triste. Mi abuela le
preguntó al portero si la había visto y este dijo que mi Luna había tenido un
accidente, y que él había recogido su cuerpo y lo había dejado en el jardín. El
me preguntó si yo quería verla antes de que la enterrara. No, no podía, no. Mi
abuela añadió que aquello podía ser muy difícil para una niña de mi edad. Sería
un sufrimiento intenso.
Yo no podía explicarme aquel
desastre, no quería saber lo que harían con su cuerpo. Todo cuanto yo sabía era
que sentía un gran dolor en mi alma y un vacío tan grande que no podía definir
y que permanecería en mí para siempre.
La compañía de mi gata me
permitía hacer cosas que deberían haber posibilitado las personas mayores. Ella
me reconfortaba del vacío que yo sentía por no tener hermanos. Con Luna yo no
estaba sola, pero ya entonces ...
Sigo amando a los gatos hasta
hoy día, y he adoptado una gata rubia que me acompaña ahora que mis hijos ya se
han ido de casa.
Se llama Pitsou, la amo, la
adoro.
Bahia Omari
Tarea de escritura basada en el cuento "Mi hermano
mayor" de Maria Luisa Puga
Rabat, 31 de octubre 2021
Texte muy bonita con estilo agradable
ResponderEliminarQuerida bahía te deseo mucha suerte
Quién es por favor?
EliminarFelicidades por este texto muy interesante y bonito.
ResponderEliminarMil gracias
ResponderEliminarAbrazos
Me importa saber quién es?
ResponderEliminar¡Que bonito! ¡Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias Marga
EliminarBahía, comparto tus sentimientos. Yo de pequeño tenía un perro hasta que un día desapareció. Además era vísperas de Navidad y creo que por eso, y desde entonces, no me gusta la Navidad.
ResponderEliminarLos animales, con ese amor incondiconal nos reconfortan y nos dan todo su cariño sin esperar nada a cambio.
Enhorabuena por tu texto y encantado de poder leerte de nuevo.
Mil abrazos,
Tu nieto Anastasio
Muchas gracias nieto Anastasio por compartir conmigo tus emociones sobre tu perro. Efectivamente, esos animales llenan un cualquier vacío y animan la alma.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
La abuela Bahia
¡Qué bonito, Bahia! ¡Qué relato tan tierno! Felicidades por tu redacción bien clara y ordenada. Comunicas valores y sentimientos; nos has abierto tu corazón. De niño, yo nunca tuve la compañía de un animal. Pero Charo sí. Una gata que le hacía compañía, la consolaba cuando notaba que la invadía alguna pena. Incluso le trajo a la cama, uno a uno, a cada uno de los cachorros que había parido para presentárselos. Charo la llamaba Mina. Preciosas experiencias, preciosos recuerdos con los que Dios ha llenado nuestra alma de ternura y afecto. Experiencias y recuerdos que nos han hecho un poco más humanos ¿no te parece?
ResponderEliminarSigue escribiendo, querida; sigue vertiendo tu alma en la tinta y el papel. Sigue ayudándonos a ser un poquito más tiernos cada día.
Un abrazo cariñoso!
Christian
Mil gracias querido Christian,
ResponderEliminarMe gusta mucho tu comentario y también has compartido con nosotros el relato de Charo. De verdad la compañía de un animal doméstico es de algún modo una terapia. La inspiración viene de cuentos que analizamos en el taller de lectura y escritura creativa del Instituto Cervantes. Escribimos bajo la supervisión y el apoyo de nuestra profesora Ester Rabasco Macías.
Abrazos
Un cuento precioso he sentido al leerlo la sinceridad de una niña inocente algo realmente genial
ResponderEliminarAssia
Felicidades por este cuento dedicado a seres tan importantes en nuestra vida, he sentido una emoción especial de la cual quiero dejar constancia, me ha permitido evocar el día que despedí a mi siamés (luego he tenido varios perros muy queridos). Los "poderosos y mansos gatos, orgullo de la casa, que como ellos son frívolos y sedentarios. Amigos de la ciencia y la voluptuosidad, buscan el silencio y el horror de la oscuridad" ("Los gatos", Las flores del mal, Charles Baudelaire 1857)
ResponderEliminarMe encanta tu comentario que transmite sentimientos preciosos. Cada uno tiene un lado sentimental hacia los animales de compañía, cierto.
EliminarMuchas gracias
A pesar de que los gatos no me gustan mucho, te felicito por tu Luna Blanca, cuento muy agradable de leer y dónde expresas muy bien como un gato es capaz de suplir la aparente falta de cariño que siente la niña protagonista y de llenar un espacio que vemos que se vacía con su muerte.
ResponderEliminarMaribel A. R.
Muchas gracias Maribel por tu comentario. No sé porque no te gusta a los gatos, pero te informo que los gatos tienen un lado afectuoso y fiel que a veces no encontramos en los humanos.
ResponderEliminarMil gracias