Cuando era un niño yo siempre me caía en el pozo de nuestra antigua casa de la Medina। Antes de tocar fondo, me despertaba sudando.
Tras la muerte de mi padre, volví a verlo muchas veces en el patio de la casa familiar, vestido –tal y como era costumbre en él- con su bata de baño, con sus gafas y leyendo un periódico। Yo me acercaba a darle un beso. En ese preciso instante, me despertaba con los ojos humedecidos.
Al día siguiente era el examen. Yo no había preparado nada, así que trataba de hacer lo imposible. Pasé una noche muy agitada, pero me desperté agotado y satisfecho.
... Y DE REFLEXIONES...
Dormitando, puedo fluctuar entre las buenas cosas y las pesadillas.
Algunos detalles inician mi memoria. Desde mis años más jóvenes -sobre todo condicionados por el miedo- por ejemplo, el peso es algo enigmático: un sitio oscuro, la profundidad, el reflejo de su cara, el cubo, la cuerda, la polea… Desde luego, nada de todo ello simboliza la seguridad.
Por otra parte, la necesidad de seguridad y de amor, se refugia en principio sobre los padres. La perdida de uno de ellos rompió ese equilibrio en mí, pero mi imaginación se negaba a aquella verdad y buscaba algo fantasioso. En mi caso, se trató de ese beso que jamás se ha concretizado.
En la misma serie, podríamos añadir que el deseo de llegar a la propia autonomía necesitaba de un esfuerzo propio que persiguiera aprobar los exámenes de la vida. Tal vez éste sea mi sueño más materializado.
Abderraouf Sbihi
Rabat, mayo de 2010
(Ejercicio inspirado en los sueños de “Antes de que anochezca” de Reinaldo Arenas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No olvides que nos importa tu opinión... Comenta nuestros textos, cuentos y poemas... Gracias.