El loco del pueblo, que no era tan loco, tenía de vez en cuando momentos de lucidez y de meditación. Lo que lo diferenciaba de los demás era su ropa desgarrada, su pelo largo y el hecho de que jamás se le había oído hablar. En sus escasos momentos de clarividencia pensaba: "Si me quedo callado, llaman a mi silencio locura. ¿Qué dirán entonces si empiezo a hablar?”. Se sentía superior a los demás por estar convencido profundamente de poseer poderes extraordinarios. No le daba importancia a que la gente no le hiciera caso, aunque su excepción eran los niños. Bastaba con que estos lo vieran pasar, para que interrumpieran de inmediato sus juegos, empezaran a perseguirlo por las calles y gritaran: “¡El loco, El loco!”. Además le pegaban o le echaban piedras que lo descalabraban, hasta que por fin pasaba un adulto y les impedía que siguieran molestándolo. Y entonces él seguía su camino. Había elegido como domicilio la estación de autobuses, lo cual le permitía comer gracias a la generosidad de los viajeros y también a la del dueño del único restaurante que permanecía abierto tanto de día como de noche.
Al alba de un día que, sin duda alguna, sería caluroso, decidió irse tal y como había llegado a aquel lugar hacía un año y pocos meses. No se despidió de nadie y se marchó con sus sandalias bajo el brazo. Se dirigió hacia el este. A veces, caminaba despacio arrastrando sus pies; otras, andaba con mucha prisa, como si alguien le esperase en algún lugar determinado. Mientras caminaba, pensaba en un mundo sin niños. Un mundo en donde viviría con un amigo, con un hermano o simplemente solo… Al principio, empezó a andar de forma compulsiva, sin mostrar ningún signo de cansancio, mientras intentaba darle forma a lo que deseaba… “¿Un hermano o un amigo…?” Ni una sola imagen quiso acudir a su mente. De nuevo intentó concentrarse. Pero, al encontrarse con un vacío espantoso, le entró un dolor de cabeza inaguantable. Además, el sol no le facilitaba las cosas y le amenazaba con una insolación inminente. Le resultó muy difícil ordenar sus ideas e identificar sus sentimientos. Siguió su camino y cuando, ya con el crepúsculo, no pudo ver hacia dónde dirigirse, eligió un rincón para descansar al borde del palmeral y del desierto. No tenía hambre, pero sentía una gran necesidad de hablar y hablar. De descargarlo todo. De desahogarse. Empezó un monólogo sin fin, pero entendió que le era imprescindible alguien que lo escuchara. Por tanto, decidió crear un ser a quien poder hablar y que le hiciera compañía. Puso todo su empeño en aquella creación durante muchos días, allí, en aquellos parajes que había elegido. Iba y venía, mientras continuaba su monólogo desde el anochecer hasta la madrugada. Contento del resultado de sus esfuerzos y satisfecho de su criatura le dijo:
- No necesitarás hablar ni contestarme, yo hablaré por ambos.
- No necesitarás comer ni beber porque no te hice una boca y no quiero otra boca más que alimentar.
- ¿Que nombre te daré? A mí no me importa que tengas nombre o no, así que lo pensaré después.
- Tus ojos no verán. No tienes que ver. Yo te veo y eso es suficiente para mí. Y, como no te di la palabra, jamás podrás comentar lo que no podrás ver. Así que es mejor que no veas…
- Tampoco, necesitas andar. No tienes que irte lejos, te quedarás siempre conmigo. Yo mismo te llevaré. Y adonde yo vaya irás tú.
- Ahora es tu torno para prepararme algo de comer, pero como ya te ordené que no te movieras y me debes obediencia, lo haré yo mismo.
- Recuerda: yo soy el único que manda aquí.
- Tu, cállate, ni una palabra. Y no intentes discutir mis decisiones… Yo siempre hablaré por ambos.
Mientras hablaba, le añadía algún detalle del que carecía y le buscaba un sitio adecuado para tenerlo justo frente a él. Días después, se marcharon juntos de aquel lugar hacia otro pueblo. Llevaba bajo su brazo su creación, su amigo-hermano, que no era ni más ni menos que un espantapájaros confeccionado con palos, plantas secas y ropa de la que solía superponerse encima cuando alguien se la ofrecía. Por fin tenía a alguien con quien hablar.
Rkia Okmenni
Rabat, mayo de 2010.
Tema de escritura: “La creación de un ente”
Rkia! qué genial cuento.... sobre todo el inicio... realmente cautivador! dan ganas de conocer a ese loco, de saber más de él...
ResponderEliminarGracias por compartir tus palabras!
Rkia, me gustó mucho tu cuento. Me atrapó.
ResponderEliminarEn cierto momento te transporta a "las ruinas circulares" de Borges.
Pero tu ser fantástico se puede palpar.
Hay mucha imaginación y también descripción de la realidad, como la estación de autobuses, la generosidad de algunas personas y la burla inocente y maliciosa de los niños.
Un abrazo
“Por fin tenia a alguien con quien hablar” y sobre todo a quien mandar sin ninguna objección posible.Un cuento muy significativo, expresivo y valioso. Como siempre, inspirado en la realidad.
ResponderEliminarMaryam