Sentado estaba en una mesa cualquiera de ese oscuro bar, hablando con su amigo de no importa qué, cuando sintió la imperiosa necesidad de fumar.
Se levantó y se dirigió hacia la máquina expendedora con paso decidido. Al llegar allí, una mujer parecía que lo estaba esperando, pues casi de inmediato se había dirigido hacia él y le había invitado a sentarse junto a ella. Él, dubitativo, miró a su amigo, como pidiéndole autorización.
La mujer, con una sonrisa en los labios empezó a hablar. ¿De qué? No sé, el murmullo de los demás parroquianos impedía distinguir la conversación. Por la cara de ella y de él, por sus rostros y gestos, intuí de qué podría tratar… ¿Quizás reproches de un antiguo amor?
A medida que iba pasando el tiempo, aunque tal vez lo que pasaban eran los reproches y las excusas, los ánimos también parecían ir cambiando. La cara de ella reflejaba tristeza, desánimo y amargura. Él, a su vez, se mostraba cada vez más nervioso e inseguro de sí mismo. Por ello, de vez en cuando miraba a su amigo, como para tener un punto de apoyo, un bastón sobre el que sostenerse.
Fue transcurriendo el tiempo y afloraban nuevas emociones. Como para calmarlas, él abrió el paquete de tabaco de un brusco tirón. Le ofreció un cigarrillo a ella y él también fumó. Fumaron y vieron extinguirse el cigarro, al igual que, quizás, se había extinguido su relación. Y tal como el agua apaga un fuego, de sus ojos estuvieron a punto de salir unas lágrimas. ¿Serían estas lágrimas, lágrimas para apagar un fuego? ¿O serían lágrimas para regar una nueva semilla?
Como para romper ese momento de dolor, o quizás para disimular, miraron hacia el televisor donde aparecía un perro mordiendo un muñeco. La rabia, la impotencia ante esta situación quizás brotaron en él, pues casi sin despedirse, se dio la vuelta y caminó unos pasos, solo, aturdido y confuso.
Sin embargo, en cuestión de unos segundos, se dio la vuelta y corrió hacia la mesa, como un perro furioso hacia su presa, cogió a la chica del brazo y de un fuerte tirón la arrancó de la silla y se la llevó.
Anastasio García
Rabat, 18 de marzo de 2012
Texto basado en una secuencia de la película “Lucía y el sexo”: descripción de personajes.
Me encanta « Reencuentros », Anastasio.
ResponderEliminarMe gusta mucho como el narrador observa, intuye, se interroga, hace una o más suposiciones (nada es definitivo), pero deja también al lector la posibilidad de suponer sobre lo que ocurre entre los dos protagonistas mientras lee tu cuento.
Como cuando más adelante el narrador dice: ¿Serían éstas lágrimas; lágrimas para apagar un fuego? ¿O serían lágrimas para regar una nueva semilla?
¡Felicidades!
Rkia
Magnífica caracterización de los personajes.
ResponderEliminarEster