Como de costumbre, cada año académico prolongaba yo mi estancia científica en París con mis vacaciones. Cuando terminaba mi mes de trabajo de investigación en un laboratorio de colaboración entre las universidades de Rabat y París, mi marido confiaba nuestro hijo a una azafata y me lo enviaba en avión. Yo iba a recuperarlo literalmente al aeropuerto de Orly y, tras una semana de feliz reencuentro, volvíamos juntos a casa. Era mi manera de mantener calmada mi conciencia y de intentar compensar la pena infligida por la separación que un niño podía interpretar como un abandono.
Una vez, la semana de ocio coincidió con una exposición excepcional en el Gran Palacio de los Campos Elíseos con las más famosas obras de la pintura holandesa prestadas por el Museo Rijks de Ámsterdam. No podía faltar la oportunidad de admirar a Vincent Van Gogh mi pintor preferido de esta escuela. Claro que un niño de cinco años no iba a apreciar semejante visita, pero decidí llevarle, no sin comprar su previa tranquilidad con la promesa de un paseo ulterior en barco, en un ˝bateau-mouche˝, que recorría el río Sena.
Entre todos aquellos magníficos cuadros, mis ojos quedaron cautivados por los realizados con la técnica del puntillismo propia de Van Gogh, por la que usaba para pintar una caña cortada en lugar del pincel. No pude saltarme el autorretrato con la oreja vendada que reflejaba aquel episodio de demencia en que el pintor maldito se automutiló cortándose el lóbulo de su oreja izquierda. La obsesión por poner fin a su vida empezó a embargarle ya que había sobrevivido a otra crisis de desamparo que le empujó a engullir sus colores para envenenarse.
Me detuve ante los floreros con todo tipo de flores tan hermosas como los girasoles, los gladiolos, los claveles, los geranios, las amapolas, las anémonas, las margaritas, los crisantemos… Todas esas flores con las que Van Gogh celebraba la belleza de la naturaleza sin ninguna abstracción. ¿Cómo conseguía crear tanto esplendor desde su total desesperación?
Superando esta perplejidad, continué mi visita y quedé encantada ante los paisajes con campos adornados de molinos de viento. Y fijé mi mirada en el cuadro que Van Gogh dejó encima de su caballete el día en que se suicidó con una bala en el pecho a los treinta y siete años de edad. Muy sugestivo en relación a su final trágico, este cuadro representa un campo de trigo amarillo dorado con un camino verde que no va a ninguna parte, bajo un cielo de tormenta y con una nube de cuervos negros que parecen realmente graznar tétricamente a coro gracias a la peculiar técnica de Van Gogh. Estas aves, conocidas como aves de la desgracia, auguran su muerte, la cual da fin a una vida llena de miseria, de insatisfacción en el amor y de varios sufrimientos tales como el insomnio, las alucinaciones y las crisis de epilepsia hasta la demencia. Me imaginé al llamado “Loco pelirrojo” pintando tras la ventana enrejada de un hospital psiquiátrico donde fue encerrado varias veces. En esos instantes me dio pena recordar que durante su vida no gozó jamás del éxito y que su inmenso talento en pleno siglo del romanticismo no fuera reconocido más que póstumamente.
De repente, el niño al que casi había olvidado, a pesar de que lo llevara de la mano, me preguntó acerca de aquellas aves negras y cuando le respondí que eran cuervos, él recordó la fábula de Jean de la Fontaine que yo solía recitarle. Inocentemente y como una cajita de música, se puso a recitar:
En la rama de un árbol,
Bien ufano y contento,
Con un queso en el pico,
Estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído
Un Zorro muy maestro,
Le dijo estas palabras…
Sonreí entonces y me di cuenta de que había abusado de la paciencia de mi retoño. Salí con heroísmo de la exposición y fui a cumplir mi palabra para bogar con él en el Sena.
Rabat, 14 de marzo de 2012
Ejercicio basado en varios cuadros de Van Gogh.
/Cito poema-daptación de “El cuervo y el zorro” de Félix María Samaniego/
Consciente o inconscientemente has seguido el mismo trtamiento de la anécdota que en los cuentos que habíamos leído de Ayala. Felicidades.
ResponderEliminarNajate,
ResponderEliminarMe gusta mucho tu cuento y es con placer que descubro tu talento de narración.
¡Enhorabuena!
Rkia
Muy original Najate, me encanta. Anastasio
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