Te acuestas después de una tarde y casi toda una noche prisionero de
fechas, nombres y acontecimientos. Casi todo un día recluido entre esas cuatro
paredes y como único contacto con el exterior la ropa tendida de la vecina.
Unas sábanas raídas y unas toallas ajadas de tanta batalla.
Te acuestas con la sensación de haber aprovechado el tiempo perdido. Siempre
te lo repites: no tienes que dejarlo todo
para el final. Lo repites y te lo prometes mil veces, pero una milésima de
segundo después olvidas lo prometido.
Te acuestas con la esperanza de dormir lo que queda de noche pero en el
fondo sabes que la vas a pasar contando ovejas. Cierras los ojos y las fechas
empiezan a acudir a tu mente. Las repasas una y otra vez para clavarlas en el
cerebro con chinchetas, en lugar de con pinzas. El sueño no te llega y empiezas
a dar vueltas y vueltas y tu cuerpo se enmaraña
con las sábanas y recuerdas a Eloísa, enmarañada en ti. Las vueltas
provocan un efecto mariposa en las fechas y terminan por enredarse también. Ya
no sabes si la guerra civil empezó el diecisiete o el veintiocho de julio. De
si fue en 1936 o 1914. Lo único que sabes es que fue en julio. Lo recuerdas
porque en ese mes es tu cumpleaños. El miedo se apodera de ti. Intentas
calmarte. Respiras hondo, cierras y aprietas los ojos con fuerza y empiezas a
contar, uno, dos, tres, cuatro, cinco…treinta y cinco, treinta y seis… como si
eso pudiera frenar el caos que se está desatando en tu cabeza, pero lo único
que hace es ampliarlo. A propósito del caos, te acuerdas del profesor de
química y de la entropía, del caos de las moléculas, y piensas que ahora mismo
en tu cabeza hay una entropía de fechas y acontecimientos. Confundes la Triple
Alianza con los Aliados. Empiezas a dudar y ya no sabes si fue la batalla de
Guernica o el bombardeo del Ebro, o al revés. Todo se vuelve una nube difusa en
donde la información se diluye, y en ese momento te invade una sensación de
desasosiego y desesperación que apenas logras dominar. Te dices que es un
simple examen y que no tiene importancia, pero eso no impide que comiences a
sudar y sientas una gran presión en el pecho. Es el corazón que crees que va a
explotar como una granada. Respiras profundamente tres o cuatro veces. Vuelves
a cerrar los ojos e imaginas un fondo negro y una pluma blanca cayendo muy
lenta, muy lenta, muy lentamente. Algunas veces ha dado resultado. La pluma cae
acariciando al aire en un baile pausado, contorneándose como un cuerpo en una
danza liviana e ingrávida y en ese momento recuerdas a Eloísa y las batallas
cuerpo a cuerpo con ella. Batallas furtivas y cometidas bajo el descuido de los
otros. Han sido varios los ataques y las victorias compartidas que nos han
permitido pasar de ser enemigos a aliados, cómplices de esas prodigiosas
guerras y es que no sabes por qué tontería vuestras familias son enemigas desde
que las tropas cruzaron el estrecho un mes de julio de un año que te baila en
la mente burlándose de ti y que no te apetece recordar, ni tampoco quieres
esforzarte por hacerlo.
Poco a poco el sueño te invade y te dejas llevar sin importarte nada. Te
duermes con el sabor de Eloísa en los labios y el dulce recuerdo de las
batallas libradas.
Anastasio García.
Rabat, enero de 2017.
Actividad basada en el cuento "Un puñal, una bala, una flecha” de David Solana.
Anastasio, este cuento es uno de los mejores ejercicios de estilo con que cuentas... Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias Ester, sin ti nada de esto sería posible.
EliminarAnastasio,
ResponderEliminar¡Me gusta mucho tu texto!
Me gusta más el esfuerzo de evocación del pasado por el protagonista que se pierde en medio del “caos” de sus recuerdos y que solicita su memoria.
Has hecho una magnífica descripción de la rudeza de unos (los de la guerra) y de la dulzura de otros (los de Eloísa) con un estilo ligero y poético a la vez que hace olvidar el insomnio del personaje.
¡Muy bello!
¡Felicidades!
Rkia
Muchas gracias Rkia por tu comentario. Espero que hayas disfrutado leyéndo el texto.
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