Andaba aburrido, deambulando por las calles de la Avenida
de los Cónsules, cuando llamó su
atención una muchedumbre que empezaba a formar un círculo. Poquito a poco, los curiosos empezaron a convertirse en gentío.
Entre empujón
y empujón consiguió meter la cabeza dentro del círculo. Atónito, vio a un
hombre de avanzada edad, pero apuesto y con el cuerpo erguido, el pelo
engominado, vestido con traje negro y una pajarita que seguramente había sido
blanca en otros tiempos. En la mano sostenía una caja de cartón atada con
cordeles.
¡No vendo nada!
Repetía el
hombre.
¡Señoras y señoras, yo no vendo nada, porque lo que
tengo no tiene precio!
Y luego con pomposo
gesto alzó la caja de cartón y la ofreció a los cielos.
Fue entonces
cuando la gente empezó a apretujarse, intentando desatar ansiosamente los
cordeles que ataban el misterio.
Y la caja se
abrió, y de ella escaparon figuritas de celofán de colores y anudado en
forma de mariposas.
Sin saber para
qué servían, todos se pusieron a saltar y a apretujarse con gestos belicosos
con el fin de conseguir una.
Cada figurita es un cambio de vida, un sueño
conseguido, paguen lo que quieran, señoras y señores, y vean cumplirse uno de
sus sueños.
Con poco
convencimiento, él alcanzó a coger una figura de celofán violeta entre gritos y
empujones, y le regaló al hombre unas monedas. Y digo “le regaló” porque estaba
persuadido que se había dejado estafar.
Bajó corriendo
por las calles de la Medina con la ilusión dibujada en la cara, cuando tropezó
con los pies de un mendigo sentado en el suelo. Fue
entonces cuando voló su figura de celofán por los aires y aterrizó en una alcantarilla medio abierta para
terminar en los subterráneos de la vieja Medina y el sueño con ella. Pasmado,
se dio la vuelta para ver si el hombre todavía estaba allí para comprarle otra,
pero no había rastro de él ni de la gente que lo había rodeado hacía unos minutos.
El pobre
mendigo, preocupado por ser el causante de aquella tristeza, le dijo que fuera
a la Casba de los Udayas y preguntara por el mercader de sueños.
¡El sí que te puede ayudar!
Él echó a
correr con ímpetu hacia el lugar indicado, y le preguntó a la primera persona
con quien se topó por la cuesta de la Casba de los Udayas.
Cuando llegó
al lugar que le habían indicado, llamó a la puerta del vendedor de sueños. Al
cabo de unos segundos, una mujer de mirada oscura le abrió y le instó a que
esperara. Salió luego un hombre fuerte y barbudo que, tras escucharlo,
desapareció unos segundos para volver luego con una cinta roja en la mano.
Átate esta cinta en tu muñeca izquierda; ella te
guiará hasta tu sueño.
Y después de
cobrarle unas monedas, le cerró la puerta en las narices sin despedirse
siquiera.
El hombre bajó
por las callejuelas de la Casba de los Udayas, y en el camino, sintiendo ya
gran calor y fatiga, se sentó en el café
Maure a tomarse un té con menta.
¡Bonita cinta —le dijo el camarero sin poder contener la risa— ¡Ya veo que eres otra víctima del vendedor
de sueños!
Él empezó a correr como un
endemoniado y tanto como sus piernas se lo permitieron hasta la casa del mercader de sueños, pero en vez de una
puerta, se encontró con que, en su lugar, allí se alzaba una pared azul claro adornada con
plantas de hierbabuena.
Se dio la
vuelta, ya cabizbajo y desalentado por haber perdido todavía más monedas por
perseguir un espejismo. Pero en ese momento llamó su atención una viejecita que
estaba sentada a la puerta de una galería de arte. Le estaba mirando con tanta
insistencia que, finalmente, se acercó a ella como hechizado y le preguntó qué
vendía en su pequeña cesta.
Hierbas sagradas,
para cumplir ese sueño tan deseado...
¿Y si no se cumple el sueño, viejecita?
¡Pues te calmarán el alma y te ayudaran a conciliar
el sueño, que también es vital, jovencito!
No le compró a
la viejecita las hierbas porque se sentía ya demasiado ridículo.
Salió de la
Casba de los Udayas y caminó sin rumbo, la cabeza hecha una coctelera por el
ajetreado día que había tenido.
Sin saber
cómo, se encontró de repente delante de la puerta de su casa del barrio de Océano. Al abrir la puerta sintió que
pisaba algo. ¡Cuál fue su sorpresa al ver un sobre recién sellado con la suela
de su zapato!
¡Había
conseguido aquel puesto de trabajo que tanto esperaba!
Iman Tanouti.
Rabat, 16 de mayo de 2019.
Inspirado en el cuento “OFERTAS” de Eduardo Galeano.
Gracias, Iman, por recordarnos -con este cuento tan clásico y contemporáneo- que no debemos dejar de creer en los sueños... Espero que los lectores se contagien de optimismo, lo disfruten y sonrían -como yo-.
ResponderEliminar¡Hola Iman!
ResponderEliminar¡Qué bonito cuento! Está ambientado en los lugares que me gustan en Rabat.
Enhorabuena amiga!
Un abrazo
muchas gracias Zakia.
ResponderEliminarIman me encanta el cuento y el paseo que ha hecho el protagonista en la medina antigua de Rabat. Me gusta la aproximación y la relación entre el sueño y el desastre de la pérdida de la figura de celofán, muy bien imaginado y elaborado.
ResponderEliminarCada vez tu escritura creativa es impresionante.
Bravo
¡ Enhorabuena!
¡Hola Iman!
ResponderEliminar¡Me encanta tu cuento en estilo y en contenido!
Además tienes el arte “personalizado y muy tuyo” de transformar lo que cuentas en hechos más reales que la propia realidad. Eso para el texto leído pero mucho más para tu narración oral. Lo haces con dulzura, una pizca de seriedad, las manos en los bolsillos, y muy pocos artificios para intentar convencer la audiencia.
Para mi, pareces decir a los que te escuchan: “Yo creo lo que os cuento, libre a vosotros creerlo o no”. Gracias.
Yo, quizás, uno de estos días iré a buscar al vendedor o ladrón de sueños de tu cuento en las callejuelas de la medina de Rabat :))
¡Felicidades amiga!
Rkia
Imane, tu cuento me gusta mucho: muy agradable de leer, donde se mezclan lugares y ambientes reales con fantasía deliberadamente inverosímil, con estructura que me parece original, los dichos de los personajes suenan medio títulos de la experiencia que sigue, medio augurios, hasta el final que sella lo mágico, o lo onírico en un sobre muy real...
ResponderEliminarFelicidades!
Albena
Iman, tu cuento es maravillosamente descrito y narrado.Por imaginación me has llevado a la realidad de la medina de Rabat mi ciudad.Gracias Iman
ResponderEliminarEnhorabuena
Fatima