TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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viernes, 3 de diciembre de 2021

«ÁFRICA TIENE NOMBRE DE MUJER», ELISA CHOZAS

 

África tiene nombre de mujer. No sé si será por eso, pero la recuerdo llena de un misterio femenino que le confiere un encanto especial. Su tierra tan rotunda y sus frondosos palmerales, su aire alternativamente limpio y condenadamente contaminado, el más contaminado de la tierra, el bullicio de sus ciudades, sus silencios… sus secretos.

Yo nací en el norte de África en un tiempo muy diferente al de ahora. Aún, cuando cierro los ojos, la sigo viendo como un mosaico de colores, sonidos y olores muy diferentes a todo lo que he conocido después.

Como casi todo el mundo, supongo que mis primeros recuerdos son como piezas de un puzle, sueltas. La infraestructura de ese puzle es una casita acogedora de color amarillo… Grande. Con un comedor en el que se respetaban unas horas para las comidas y un cuarto de estar en el que se pasaban muchas horas, charlando, cosiendo, oyendo la radio y mi padre leyendo su periódico, El Telegrama del Rif. También veíamos, cuando el balcón estaba abierto, el monte Gurugú, y oíamos a Pavarotti, que era el canario de mi madre… Además, había una cocina grande, no muy luminosa, pero sí muy blanca, con una gran encimera en la que mi tía María hacía unas rosquillas de sobresaliente cum laude, que tenía la costumbre de contar, por lo que no había forma de meterles el diente… Por lo demás no hay mucho más que referir, tenía los dormitorios que recuerdo soleados, y un baño con una bañera muy grande. La casa era lo que ahora se daría en llamar minimalista… Y entre las piezas del puzle, mis padres, mi abuela, mi tía María, mis vecinos, y las persianas de madera también amarillas que cerraban el balcón con un aldabón al llegar la noche… bueno, y las macetas sin flores.

Tengo la impresión de que los días eran más largos que los de ahora, a pesar de que se acababan siempre a las once de la noche con las noticias de Radio París. Esto que cuento ahora no se lo había contado aún a nadie, porque mi madre decía que las cosas que se hacen o se hablan en casa, en casa deben quedar. Claro, santa palabra. Y es que ahora caigo en que lo de oír Radio París era mal entendido por las gentes de derechas o como diría mi amiga, de derechísimas, que no sé por qué abundaban tanto en aquélla época.

Los días transcurrían más o menos iguales, al menos allí, y estoy segura de que eran distintos al de otras gentes porque cerca de mi casa estaba el mar, y las gentes del mar son diferentes al resto del mundo que no lo tiene, porque siempre he sabido que es así, y porque además no les despiertan las gaviotas, con ese griterío que aún me sigue pareciendo maravilloso. Además, a donde hay mar van barcos de lugares muy alejados del mundo. También hay barcas de pesca que salen al atardecer y se van camino del horizonte, que a veces está lejísimos, y que luego, cuando vuelven, perfuman el aire con olor a calima y a brea.

Bueno, también recuerdo que había un parque cerca de mi casa que tenía un patinódromo lleno de baches y donde se quedaron muchos de nuestros dientes, me refiero a los de los niños de mi calle. Uno de ellos se llamaba Jeromín, y nunca lo olvidaré porque cuando le pisábamos las montañitas de arena que hacía en la calle, teníamos que estar huyendo de su madre que era una fiera de señora. A veces nos refugiábamos en una jaula de patos que había al lado del patinódromo, en donde vivían cinco o seis patos a los que nadie hacía caso, y para que no alborotaran con la madre de Jeromín, les tirábamos nuestros bocadillos. Claro, los patos encantados. Desde entonces parte ese dicho de “tienes más hambre que los patos del parque”

Pero la cuestión es que yo ya no vivo en África. Ahora estoy muy lejos de mi tierra. Aquí no hay mar, ni gaviotas, ni gentes con colores de piel, ni credos diferentes y ya tampoco juegan los niños en la calle. A veces tengo la impresión de haberme cambiado de planeta, y la verdad eso me entristece, así es que un día cuando se lo estaba contando a Manolito, que es mi perro, se me ocurrió una idea estupenda. Podríamos hacer una ciudad pequeñita con macetas sin flores, y canarios como Pavarotti, un parque pequeño, una laguna salada con peces para que vinieran las gaviotas, unos cuantos grillos, alguna luciérnaga, lagartijas y mariposas de todos los colores. Haríamos una casa abierta por todo los lados, con hamacas colgantes y alguna otra palmera, ah, y el suelo de arena... Y dejaríamos un espacio importante para los animales que quisieran pasar allí algún tiempo… A Manolito le encantó la idea, que además era sólo el principio, así es que nos pusimos manos a la obra y…

¡¡¡Qué maravilla cuando lo acabamos todo!!! Desde luego, la luz no era la de África, porque todo no se puede tener, pero desde cualquier rincón de la casa, podíamos ver titilar las estrellas… Manolito y yo nos pusimos muy contentos, pero anoche, mientras contemplábamos el cielo estrellado, nos dimos cuenta de que no recordábamos dónde estaba la puerta, y yo no le he dicho nada a mi perro, pero creo que me olvidé de ponerla.

 

Elisa Chozas.

Madrid, junio de 2021.

Este escrito surgió de vivencias. Mi habitación de niña tenía un balcón que no se cerraba del todo por las noches, y por la mañana aparecían las gaviotas y armaban un jaleo tremendamente estrepitoso que a mí me encantaba. A partir de esos momentos siempre he querido describir el cielo que yo veía en aquellos días…

6 comentarios:

  1. Africa tiene nombre de mujer,de madre, de abuela.
    Muchas gracias por compartir esos recuerdos tan íntimos

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  2. ¡WOW impresionante Elisa!
    Me gusta mucho, mucho!
    ¡Que descripción tan detallada que transmite al lector muchos recuerdos muy preciosos!
    La casa, las costumbres, la radio, el periódico, el canto del canario.
    Hay un lado muy poético en la narración.
    El cuento hace al lector un viaje en el tiempo: la vida cotidiana, la situación política de la época, los juegos de los niños en el parque.
    Y lo más importante es este sentimiento, esta nostalgia a esta tierra que describe de manera sincera.
    Lo que queda es la compañía de su perro.
    ¡ Enhorabuena!
    Bravo muy bien contado.

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  3. Me ha encantado tu bonita historia Elisa, recordándome mi infancia, los juegos en la calle con mi hermana y mi hermano y otros niños, oliendo el olor de las rosquillas que también hacía mi madre cuando vivía aquí en Rabat... escuchando la radio con los gatos acurrucados y un sin fin de buen y tiernos recuerdos. Mil gracias. María

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  4. Un cuento precioso dónde la autora recrea lo que fue Paraíso, su mundo en su infancia y para ello nos ha ido envolviendo a través de cada uno de los sentidos. En efecto, podemos ver la luz del mar, oír el bullicio de la calle, la gente, las gaviotas; el olor que traen las barcas a brea, las riquísimas rosquillas de la tía María que casi podemos oler, masticar y saborear . Un contrate de luces, la niñez, y su vida de adulta que parece atrapada en un mundo con ausencia de colores, la ausencia de bullicio, del latido de vida en la calle, ausencias que la llevan a imaginar la reproducción de su Paraíso perdido.

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  5. Maravilloso cuento mil gracias Elisa por conpartirlo con nosotros
    Algo genial

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PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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