En el café me pongo a mirar las cejas. Tal vez sea más cómodo con la nueva
posición que he adoptado al inclinar la cabeza. Las de Mónica son triangulares
y tupidas. Y ahora es como si se reuniesen en medio de su cara, sobre una línea
recta, lo cual me indica que está cansada. Parece mirar al horizonte, pero el
movimiento de sus cejas muestra que es capaz
de responder sin comentario alguno a todo lo que pasa en el café. Es una
persona muy divertida, de buen corazón, a quien le gusta velar por los demás.
Por ello, durante el día, sus cejas no conocen
pausa alguna y nada quieren perderse de cuanto sucede en el café.
Las cejas de Kito, en cambio, sin arco alguno, simbolizan el hombre soñador
que no tiene los pies en la tierra y que está siempre en las nubes. Pero, a pesar de todo, es un hombre más bien analítico y racional. Me explican que
tenía una librería de viejo, con libros antiguos consultados o a veces
comprados por la gente que pasaba por Ítaca. Cada
domingo, cuidaba amorosamente de su kiosco con las cejas unidas que ocultaban
en parte sus ojos. Desempolvaba las estanterías y lustraba los vidrios de los
estantes. Cuando su mirada encontraba algún libro desordenado, sus cejas
esbozaban un claro movimiento de perturbación, y entonces
una tras otra empezaba
a danzar, como si sonaran valses de Chopin,
entre el cielo y la tierra, de izquierda a derecha.
El resto de cejas plasmadas sobre las largas frentes que estudio me
procuran una fascinación enfermiza. Son esencialmente cejas pobladas y se
hallan delineadas en rostros rubios. Esas cejas reflejan para mí el alto grado
de narcisismo de esos hombres que, con sus ojos oscuros, me están mirando fijamente.
Con una tierna pincelada, doy fin a este óleo.
Bahia Omari.
Actividad
basada en la reescritura del cuento “Inmóvil sol secreto” de María Luisa Puga.
Rabat, 26 de enero 2022.
Mis felidades Bahia maravilloso cuento
ResponderEliminarBravo