TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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jueves, 30 de septiembre de 2010

LA BODA de MARIBEL ANDRADE


¡Cuánta gente! Han adornado las calles como si fuera la Feria. “¡Enhorabuena Anita!” Otro apretón de manos, otro abrazo. Más besos. ¡Qué extraño es todo! Claro, nunca había estado en este lado de la barrera. “¡Qué guapa vas! ¡Qué suerte la tuya!” Otro empujón. ¡Dios mío! Si pudiera desaparecer, convertirme en polvo o en la peineta que lleva la María, que se me acerca para felicitarme y que aprovecha para soltarme otro “¡Qué suerte!” (¡Qué sabrá ella!) Otra con lo mismo. Y ese “¡Vivan los novios!”… No puedo verlo, pero la voz resulta inconfundible; además, esa lluvia de arroz que más bien parece una lluvia de dardos… Es Juan. ¡Qué brutito! Siempre igual. Cuando éramos pequeños e íbamos a la escuela juntos, era temible. Yo con mi carácter, un poco blando, no protestaba, me las tragaba todas… ¡Y mira que me hacía perrerías! Todavía recuerdo aquella vez que, huyendo de él, perdí el zapato y me hizo ir tras él a la pata coja hasta su casa. No podía apoyar el pie en el suelo porque había llovido y todo era barro o agua. Así que el camino me pareció larguísimo. Llegué extenuada, pero tenía que recuperar mi zapato. No podía aparecer en mi casa sin él… ¡Pues menudo era mi padre! Me habría dado dos guantazos a mí, por pava, y cuatro a él, por listo. Recogí mi zapato y me fui sin rechistar. El se quedó mirándome. ¡Pobre Juan! Con el tiempo me di cuenta de que le gustaba, que estaba enamorado de mí ¡Qué lástima! Habría sido un buen marido. Pero “Nacimiento y mortaja del Cielo bajan”, tal como se dice aquí, en mi pueblo, y hoy más que nunca creo en la mucha verdad que encierra el dicho. ¡Qué mareo! ¡Más besos! ¡Y lo que me queda! Y si fueran sólo besos, achuchones, piropos… Lo peor es llevar esta máscara, este disfraz. El disfraz me lo quito dentro de unas horas que, aunque me parezcan eternas, son horas. Pero ¿y la máscara? ¿La llevaré siempre? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Por qué no he gritado? ¿Por qué no me he negado? En realidad… “¡Gracias! ¡Qué guapa vas tú también! ¿Qué tal las rosas y los huesillos?”[1] 1 . La calle parece un hormiguero. Y nunca mejor dicho: todos al azúcar… Todo debe estar muy bueno, pero yo no puedo comer nada. “¡Qué bueno está el vino!” Hoy no puedo beber, entre los nervios y la tristeza. Parece mentira que nadie se de cuenta de mi inmensa soledad, de mi enorme tristeza, de mi gran desasosiego. ¡Si pudiera desaparecer, convertirme en polvo! Pero no, soy de carne y hueso. Con lo bien que se me daba jugar al escondite. Me escondía tanto que les costaba encontrarme. Siempre me escondía sola, nunca contaba a nadie dónde me escondía. Ahora también tendré que buscar otro escondite para escaparme de todos, para quitarme la máscara un rato y poder mirarme al espejo, reconocerme, seguir siendo yo por un momento, llorar… ¿Y si dejo de ser yo y me convierto definitivamente en la que he sido durante los últimos tiempos?. La de la sonrisa permanente, la de cara de felicidad. La que siempre se muestra contenta ante todos. Y a mí ¿quién me contenta?
Soñé tanto con este día. Como todas las chicas en la adolescencia, o ya incluso durante mi niñez. Me imaginaba vestida de blanco y con una larguísima cola. Isabel tenía el vestido de su madre. Cada año su madre lo sacaba para ventilarlo y le ponía alcanfor. Claro, su madre era una mujer con dinero. Isabel siempre tuvo mucha suerte. Con una familia como la suya, con tierras, con posibles… ¡Y ahora los músicos! ¡Lo que faltaba! Ahora a pasear y a bailar todo pueblo. Vendrá mi recién estrenado marido, tan tieso él, tan resplandeciente, a darme el brazo. Lo dicho, ahí está. “¡El vestido te queda…uf…muy bien! ¡Estás muy guapa!” ¡Qué horror¡ Me ha desnudado con la mirada. Estos días, entre unas cosas y otras, no he tenido que dedicarle demasiado tiempo; pero hoy, al final de la fiesta, seré como Cenicienta, me convertiré en su criada. “¡Qué guapa¡ ¡El vestido es muy bonito!”. Me tendré que dedicar a él, a organizarle la casa, a parirle los hijos, a cocinar para los amigos… Es lo único que saca de esta alianza. Sí, lo único. Insistió tanto… Para una vez que soy dura… Ahora mi padre: “¡Viva la novia!” Y el coro: “¡Qué viva!” Y mi padre de nuevo: “¡Viva mi hija!” Y los otros: “¡Qué viva!” ¡Qué lejos estás, padre! No sé quién dijo que los padres tienen que ser los padrinos de sus hijas. Siempre has estado tan lejos. Cuántas veces envidié a los huérfanos de padre. Recuerdo el temor que despertabas en mí, siempre gritando, siempre mandando, siempre pensando en ti: la mejor carne o la única carne para ti… No recuerdo un sacrificio, y eso que en casa se han hecho a diario, pero ninguno lo has hecho tú. Míralo, tan ufano, como un pavo real por haber emparentado con alguien con posibles. Desde que llegaron a sus oídos mis tonteos con Bernardo, comenzó a tratarme de otra manera. Y cuando yo dejaba caer comentarios que indicaban que la relación no llegaría a buen fin, rápidamente él saltaba: “¿Pero tú qué esperas? Tus amigas se han casado ya todas… ¿Piensas quedarte con nosotros para vestir santos?” Estas frases me fueron calando. Vestir santos, quedarme con ellos, eran dos posibilidades tan cercanas, tan claras, tan posibles, que me arrojaron a los brazos de éste que tengo aquí, mi recién estrenado marido. Bueno, de estreno tiene poco… Claro que yo tampoco... Esto no lo tiene claro, sospecha, pero nunca se ha atrevido a preguntármelo abiertamente. Hacerlo podría haber supuesto no seguir adelante y él no quiere casarse con lo que queda por aquí. No le gustan -me consta- las otras chicas solteras que quedan en el pueblo. Buscaba, ya talludito, algo más joven que él, que fuera buena gente, nada casquivana… Allí estaba yo. Además, haciéndome la dura. ¡Qué estúpidos son los hombres! Si les amas, se asustan, huyen. Si te resistes, sacan todas sus armas, hasta convencerte. Lo que no sabe es que ser dura con él no era un fingimiento. Sería capaz de matarme si adivinara mis pensamientos. Ahí está bailando con Flora. Con qué ganas de cazarlo se ha quedado la pobre…
Pero la dureza, la reticencia, el rechazo, se acaba con la fiesta. Mañana, como muy tarde, tendrá que ocurrir aquello que temo tanto, que no me ha apetecido nunca con él. Aquello que echo tanto de menos recordando a Miguel, tan dulce, cariñoso, delicado, sensual, ardiente…Y tan cobarde y con tanto malaje… ¡Cuánto amor y cuántas lágrimas! ¡Qué engañada me tenía! De repente, desapareció… Luego supe que para casarse con su novia de toda la vida, una chica de no sé qué pueblo de Segovia... ¡Si mi recién estrenado lo supiera! O mi padre, al que no sé si le habrán llegado rumores. La Lola y la Merche seguro que han dicho sobre mí y mis salidas. Los años que viví en Madrid nos veíamos, conocían esta historia; luego, me distancié de ellas, no teníamos nada en común, ellas entraron en la ciudad, pero la ciudad no entró en ellas. “Esto está bien… esto está mal…” “Si te viera este… si te viera el otro”. Siempre estaban igual, preocupadas de lo que dijeran en el pueblo, de si cogían mala fama… “Que luego no te casas…” “Los hombre no las quieren usadas”. Estas palabras me sacaban de mis casillas. Era lo mismo que había oído a mis padres. Eran estos comentarios y actitudes de mis padres los que me empujaron a irme a la ciudad, a salir fuera… ¡Respirar…! ¡Y es que somos mujeres! En cambio, todo son alabanzas para ellos, para los don juanes… Mira el Cipri, hecho un gallito porque se lleva de calle a las muchas de los pueblos de alrededor y ahora deja a una y luego coge a otra… Don Fermín, el boticario, que se lo monta la mar de bien con la Charo, y su mujer callada como zorra al acecho. ¡Qué asco! ¡Cuánta hipocresía! Yo pensando en ellas y ahí está la Lola: ¡Qué rancia! Creo que ya tiene fecha de boda. “¡Qué vestido tan bonito Ana y qué novio te llevas!” Seguro que esto va con segundas. ¡Menuda alhaja! Pero de ahora en adelante ¿qué puedo decir yo? Al fin y al cabo, soy como ellos, con esta máscara puesta todo el día.
En la ciudad conocí a algunas chicas que habían tenido ya sus relaciones, íntimas se entiende, y sin remordimientos... Al principio, me asombraban; pensaba que todas iban a ir al infierno. ¡Qué tonta! En él vivía yo, ellas ya habían tocado el Cielo... Todavía me acuerdo de una gaditana muy salada que decía: “¿Eso…? ¡Eso es muy bueno pa’er cuerpo! ¡Chiquilla, eso é lo mejó…!” Pero a mí los remordimientos me han perseguido siempre, han obstaculizado mi “ascenso al Cielo” ¡Qué razón tenía Miguel! Y hasta ellos, los remordimientos, fueron los que me hicieron volver al pueblo… Cuando mi madre enfermó, mi hermana mayor se acababa de casar y mis dos hermanos, por ser chicos, quedaban eximidos de ayudarla, de echarle una mano. Total, como la soltera tiene la obligación de sacrificar su futuro, dejar su trabajo, volverse al pueblo… Porque lo creen todos así, hasta mis remordimientos: “¿Qué haces trabajando? Así te vas a casar tú, ja, ja… Las mujeres, con que sepáis cocinar y zurcir….” Porque los inútiles de mis hermanos, siempre loados por mi madre, no saben o no quieren hacer “cosas de mujeres”. ¡Lo que me pesa, además, es no haberme ido a Suiza!. Aunque en mi defensa tengo que admitir que no me lo habrían permitido mis padres y sin su autorización, no hubiera podido pedir el pasaporte… Por tanto, hubiera sido un esfuerzo inútil. Pero es posible que ese esfuerzo tranquilizara ahora mi conciencia. Así, poco a poco, llegó esto… Hoy, vestida de blanco, como siempre soñé. Pero también soñé que éste sería el día más dulce de mi vida y, sin embargo, es el más amargo. Soñé que un día no llevaría cadenas… ¡Uf! ¡Cuánto pesan éstas! Hoy, como nunca, resuena en mi cabeza una famosa canción de no hace tanto: “Blanca y radiante va la novia, todos creerán que es de alegría, dentro su alma está gritando…” Hoy mi corazón y mi cuerpo están en Segovia… Pero, no podía quedarme soltera. Él se casó, pues también yo…

Maribel Andrade
Rabat, 2010
(Basado en el ejercicio realizado a partir de “Comienza el desfile” de Reinaldo Arenas)

[1] Dos tipos de dulces típicos de la zona en la que sitúo la acción (La Vera-Cáceres-) y que se ofrecen en bodas, bautizos, comuniones y fiestas patronales.

2 comentarios:

  1. maribel,
    me gusta mucho tu texto, y no se porque me recuerda a uno de mis libros preferidos LA VIDA PERRA DE JUANITA NARBONI ,
    me encanta el monologo, y el estilo un poco coloquial es muy agradable
    me gusta

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  2. Hola Maribel, me ha gustado mucho el texto sobre esa boda, muy fresco, con muchas líneas entremedias que piden ser desarrolladas. Muy bonito. Felicidades

    ResponderEliminar

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Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Viernes, 24 de abril de 2015, 19.00 -INSTITUTO CERVANTES DE RABAT -

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Recital del 24 de abril de 2015

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Viernes, 24 de abril de 2015

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Recital del 24 de abril de 2015

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014

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Recital "A orillas del Bu Regreg 2014"