Mi apariencia es la de una tortuga, pero sin cola y con dos cabezas que me permiten, dada mi extremada lentitud, mirar en dos direcciones opuestas sin necesidad de girar la cabeza con un ángulo de ciento ochenta grados. Mis medidas no cambian con el tiempo, mi caparazón me sirve como protección contra los golpes y caídas, y sobrevivo con poca verdura. Nunca duermo. Y, si lo hago por necesidad crono-biológica, se me quedan los ojos abiertos y la parte de mi cerebro que dirige a éstos permanece en alerta para seguir vigilando.
¿Pero qué vigilo y por qué?
Desde el crepúsculo -inicio de la Noche-, hasta el alba -inicio del Día-, vigilo totalmente preocupado. Mi gran temor es que la luz del Día pueda sorprender a la Noche en su intimidad y destruir la oscuridad nocturna -verdadera tregua para los seres vivos- o que la noche se extienda más de lo que dura exactamente. Lo que me preocupa, en ambos casos, es que no puedan alternarse el Día y la Noche, esos eternos enamorados que jamás se encontrarán.
He tenido muchas vidas y, para medir mi existencia relatándola, me harían falta muchos volúmenes. En cuanto al cálculo exacto de mi edad, resulta imposible llevarlo a cabo.
Mi pasatiempo favorito entre el amanecer y la puesta del sol es hacer malabarismos con los números. Por lo que he llegado a calcular mi edad en minutos, pero el número me salió tan sumamente largo que acabé utilizando la escritura científica. Ahora estoy intentando calcularla en años, como los humanos. A ver si me sale algo más fácil.
Rkia Okmenni
Rabat, 30 de junio de 2009
(Ejercicio inspirado en el “Manual de Zoología Fantástica” de Jorge Luis Borges)
Ingenioso, simple y profundo. Me gusta mucho la idea y el relato. Bravo
ResponderEliminarme encanta este cuento Rkia, creo que ya te lo habia dicho; Me gusta mucho tu imaginacion y me parece muy graciosa esa imagen de la "bestia" vigilando el dia y la noche;
ResponderEliminarsimple y bonito
felicidades