Era un día de invierno, frío, lluvioso, se percibía la humedad en el aire. Las casas desprendían humo por sus chimeneas, lo cual hacía intuir un acogedor fuego de hogar en el interior de sus salones. Yo recogía leña el jardín de mi casa para avivar el fuego de la chimenea, cuando levanté mi vista y vi cómo revoloteaban los pájaros formando círculos.
¿Qué ocurría? ¿Qué pasaba en la zona norte del bosque? No podía esperar para saberlo, así que cogí mi caballo y corrí hasta allí. Notaba cómo el viento rozaba mi rostro, el olor a tierra al pasar por los campos. Llegué adonde los pájaros indicaban, su canto era escandaloso, no podían callarse. Cuando miré a mi derecha comprendí todo: el bueno de Tom, un anciano al que todos adoraban por su buen carácter y por su simpatía había olvidado cerrar la puerta de su granero. Los animales habían encontrado y habían disfrutado de un banquete inesperado. Bajé de mi caballo, agarré la puerta enorme y gastada por los años (se notaba áspera y descuidada al contacto de mi mano) y, con firmeza aunque también con cuidado, di por concluido el festín.
Me dirigí a mi caballo y, aprovechando los últimos rayos de sol del día, volví a casa.
Historia 2
Eran días de vacaciones. Toda la familia se había reunido. Desde lejos se oían las canciones que siempre cantábamos al estar todos juntos, mi tío era quien provocaba mayormente las risas.
Antes de la comida, a mi primo se le ocurrió salir a dar un paseo y me propuso acompañarle. Nos dirigimos a por los caballos, su caballo era más joven y dócil, el mío era de raza pura. Mientras paseábamos por el bosque, de repente perdí de vista a mi primo. Me puse nerviosa y empecé a llamarle. Mis gritos debían oírse a varios kilómetros, pero él no respondía y eso me asustó como nunca llegué a imaginar que algo me asustara. Corrí con mi caballo buscándole y buscándole. Aún recuerdo el viento frío rozando mi rostro y el olor a tierra.
Por un momento, perdí la noción del tiempo… Ya no sabía cuántas horas llevaba llamándolo. Decidí que era mejor pedir ayuda y me dirigí a casa lo más rápido que pude, preocupada, nerviosa. Tenía la sensación de que los latidos de mi corazón podían escucharse a varios kilómetros, al igual que mis gritos.
Cuando ya me estaba acercando a casa, pude volver a oírles a todos cantando. Temía que les iba a estropear la fiesta cuando les contara lo ocurrido. Pero, de repente, vi algo en la puerta: ¡era él! No pude esperar, salté de mi caballo y corrí a abrazarle. Su piel me resultaba suave al contacto, tal como el terciopelo, y olía a primavera... Estaba tan contenta de verlo que sólo podía gritarle...
- Nunca más me vuelvas a asustarme así, nunca más.
Historia 3
Mi amigo Nizar había venido unos días para pasar con nosotros las vacaciones de invierno, pues formábamos un buen equipo juntos. Nizar era un amigo leal, siempre tenía una broma preparada y un buen consejo si la situación lo precisaba. Aún recuerdo su voz ronca y varonil y sus zapatos siempre desatados.
Ese día nos levantamos tarde. Habíamos estado durmiendo hasta que, con el ruido de los demás en la casa, no tuvimos más remedio que bajar a desayunar. Recuerdo perfectamente el olor de las tostadas recién hechas y la sensación al quemarme con la leche recién retirada del fuego. Me habían avisado, pero yo no había hecho caso.
Al terminar el desayuno, Nizar propuso que hiciéramos una carrera a caballo. Acepté y salimos para ir a buscar a los animales. Hacía un día crudo de invierno, pero eso no nos detuvo. Cuando llegamos al roble grande, tal y como habíamos acordado, grité que la carrera comenzaba y los dos salimos a la vez galopando. Sentía el frío viento frío rozarme el rostro, pero no podía detenerme: el que ganara se llevaría todas las miniaturas de aviones del otro. Yo no quería perder las mías. Sentía como Nizar venía unos metros detrás de mí, ya quedaba poco tramo de carrera y no podía fallar. Tenía que ganar, unos metros más y lo habría conseguido. El olor a tierra me inundaba.
Cuando vi la sombra de la señal que habíamos puesto, me di cuenta de que había ganado la carrera, paré mi caballo y vi como Nizar llegaba riendo. Él era un buen perdedor, me dio su mano en señal de felicitación, la tenía helada. Y de nuevo corriendo volvimos a casa.
Siham Hmamouchi
Rabat, abril-mayo de 2010
(Ejercicio basado en el tema de “Con los ojos cerrados” de Reinaldo Arenas)
Qué descripciones tan detalladas y qué ritmo descriptivo tan equilibrado. Continúa escribiendo...
ResponderEliminarMuy bien escritos Siham, parecen trocitos de una novela. La descripcion tan detallada y concentrada en los sentidos da mucha realidad a lo que cuentas.
ResponderEliminarQue sigues escribiendo... Espero que seguiras haciendo parte de nuestro grupo ;)