La Dama Muerte, la
Segadora, la Parca, la Mensajera del más allá, la Comadre Sebastiana o Doña
Sinalma… No le importaba el
nombre que le dieran los humanos
dado que, según ella, jamás podrían acusarle de ser injusta Sabía lo que había
que hacer. Y lo hacía sin reposo alguno y con toda perfección, a la hora
precisa, con cualquier ser y en cualquier lugar.
Aquella
madrugada se dirigía, camino de sus respectivas citas, por unos senderos tortuosos de
montaña para ganar tiempo. Iba en su
carreta que rodaba o volaba según la orden que ella le diera y, sobre todo,
para evitar a gente sana, que provocaba su ira y sus alergias. Cuando llegó al
lugar en que solía taparse la nariz, por el hedor a hambre y miseria que
soltaba el leñador más asiduo del monte, le sorprendió que ese día, al
contrario, invadiera su
olfato un buen olor a asado y a caldo de gallina. Muy hambrienta, el buen aroma
le abrió el apetito. Siguió el rastro del olor y, de repente, oyó a dos voces
que reconoció de inmediato: la
Voz sagrada del Señor Dios pidiéndole al leñador que compartiera su comida con él y la del hombre
atreviéndose a negarle su petición. Este, para justificarse, le reprochaba su
injusticia en el reparto de riquezas entre sus súbditos.
Al ser testigo
de aquella escena, se sintió muy molesta por aquella respuesta dada al Poderoso
Señor. Quiso acercarse para averiguar y aclarar lo que había escuchado, y
entonces se le clavó la melodiosa y dulce voz de María Santísima, solicitando
lo mismo que su hijo y recibiendo la misma respuesta que antes había obtenido
Jesús. El leñador añadió que aquello se debía a que ella no hubiera intercedido
ante su Hijo para que hiciera a todos iguales: todos ricos o todos pobres.
Entonces, y a
su alrededor, Doña Sinalma decidió
jugar con este energúmeno, que se
mostraba tan enfadado con el Señor Dios y María Santísima. Quería ver, sobre todo, hasta qué punto
podría resistir el leñador frente al poder, la riqueza y la codicia.
Se acercó y se
quedó estupefacta cuando el leñador hizo una excepción al aceptar compartir su
comida con ella por verla tan flaca. Tras comer juntos,
Doña Sinalma le ofreció lo que él quisiera… Este le respondió:
- Señora,
siendo usted más flaca que el más gordo de mis hijos y estando más hambrienta
que yo, por no haber comido desde
hace días, no voy a ofenderla y aceptaré lo que usted me dé.
El leñador
aceptó el regalo de Doña Muerte, la cual le ofreció la gracia de ser curandero
poniéndole determinadas y
estrictas condiciones. Tuvo entonces la oportunidad de enriquecerse,
evidentemente siempre bajo la vigilancia de Doña Sinalma. Pasó tiempo y tiempo. Se curaron
muchos enfermos: pobres y
ricos, mayores y jóvenes y murieron otros: ricos y pobres, jóvenes y mayores, sin ninguna distinción. Y un día,
cuando el energúmeno se atrevió a engañar por codicia a la Dama Muerte con el
rey enfermo, que debía morirse dado que su hora había llegado, Doña Sinalma
intercambió el destino del rey para que este siguiera viviendo con el alma del
leñador y reservándole a este último el mejor sitio en su muy famosa carreta
que rueda despacito por toda la eternidad.
Y es que… ¡Con
la Muerte, nunca se bromea!
Y aquí se
acaba este cuento y, “casi”
como me lo contaron, yo te lo
cuento.
Rkia Okmenni.
Rabat, 17 de octubre de 2015.
Ejercicio de
rescritura basado en el cuento mexicano: “La Comadre Sebastiana”
Bien hecho Rkia. Me gusta.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy buen cuento. Enhorabuena
ResponderEliminarAnastasio
Abdellah, Anastasio,
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestra lectura y por vuestros comentarios;
Rkia
Muy bien cuento Rkia. Observo un conflicto entre el bien y el mal, sino el optimismo y el pesimismo, si o no ? Que piensas Rkia ?
ResponderEliminarEl texto esta claro y bien escrito
Felicidad Rkia
Bahia,
EliminarPienso que una de las características del cuento en general, es que pueda tener tantas lecturas e interpretaciones que de lectores. Y a penas publicado que ya pertenece al lector más que al que lo ha escrito. En “EL LEÑADOR ENFADADO Y DOÑA SINALMA”, que es otra versión de “La comadre Sebastiana”, intenté aportar un retoque de humor para hacer más ligero el tema “lúgubre” de la muerte sin tratar el lado religioso.
Y conflictos, como dices, si que los hay: pereza, envidia, codicia, bien, mal…
Gracias amiga por tu comentario.
Rkia