No deja de ir y venir, mirando por el rabillo del ojo
la mesa del salón, sobre la cual reina su portátil. Deambula por el espacio,
recorriéndolo de cabo a rabo, de un cuarto al otro, lo cual no es tan excitante
cuando uno vive en un apartamento de dos habitaciones en una vivienda de bajo
coste de las cercanías. El sonido de su tocadiscos le llega como un ronroneo
lejano. Al cabo de algunos minutos, descuelga su teléfono. La tentación acaba
por superar su indecisión:
- Hola, hijito, soy yo otra vez. Supongo que no te
molesto si te llamo tanto… Ya sabes… Soy tu padre.
- …
- ¿Te preguntas cuál es el tema del que vamos a
hablar? ¡De nada y de todo! Tengo la costumbre de hablar para no decir nada. No
me digas que haría mejor en callarme si no tengo nada que decir… Eso es
demasiado fácil. ¿Quieres que haga como toda esa gente que no tiene nada que
decir y que se lo guarda para sí misma? No y no. Yo, incluso cuando no tengo
nada que decir, me gusta que lo sepas y que hablemos de eso, que lo discutamos.
- …
- ¿Mi salud? Todo va bien. No tengo nada de qué
quejarme y no tengo la intención de hacer ningún régimen. Figúrate que me
encuentro hasta bello con mi barriga redonda y mis michelines caídos. Me dan
cierto aire respetable, contrariamente a lo que a ti te sucede con tu delgadez
enfermiza. Quizás se te ha pasado por la cabeza que yo haga dieta con el fin de
ahorrarme unos céntimos que tú heredarás después... Yo, por mi parte, ya estoy
al corriente de que no se puede entablar negocio alguno con la gente que puebla
el cementerio, aunque se cuente con mucho dinero.
- …
- Claro… Sé que no soy joven, que soy mayor ya hace un
buen tiempo. Sí, soy viejo y ser viejo no es un crimen. En mi vida, no tuve
jamás como objetivo envejecer. Jamás me dije: «Mañana es domingo y no tengo
nada que hacer, así que voy a aprovechar para envejecer…». Pero, ahora…No
recuerdo qué quería decirte…Excepto que tampoco me gustaría ser joven. Por otra
parte, puedes estar tranquilo, ese riesgo no existe.
La melodía que emite el tocadiscos parece participar
del dialogo…«Los viejos ya no hablan o solo a veces por el rabillo del ojo.
Aunque ricos son pobres, no tienen ilusiones, y solo un corazón para dos.…».
«Los viejos ya no sueñan, sus libros se adormecen, sus pianos permanecen
cerrados. El pequeño gato murió, el moscatel del domingo ya no los chantajea.
Los viejos ya no se mueven, sus gestos tienen demasiadas arrugas, su mundo es
demasiado pequeño».
- …
- Sí, tendré cuidado con mi salud, aunque
actuaré como si tuviera que morirme mañana o pasado mañana. Y que sepas que no temo a
la muerte… Y si, a veces, manifiesto lo contrario es solamente para actuar como
todo el mundo… ¡Me importa un carajo viajar al más allá, siempre y cuando la
muerte no me duela demasiado o alguien no se divierta amenazándome con su
llegada! Además, no comprendo a toda esta gente que refunfuña ante la idea de
morir un día, aun a sabiendas de que las cuatro estaciones no son nunca las
mismas y que la cuenta del supermercado sigue aumentado, año tras año, de
manera notable.
Al hijo, al otro lado de la línea telefónica, las
voces del padre y del tocadiscos superpuestas le provocan en los oídos una
mezcla bastante extraña…«Que se viva en París, vivimos todos en la provincia
cuando vivimos demasiado tiempo…». «Los viejos no mueren, se duermen un
día y duermen demasiado tiempo…». Una forma de presagio.
- …
- ¡Es verdad! Debes tener el tiempo
contado… Así que te dejo con esas ocupaciones tuyas tan importantes… Y no
olvides que la tierra continúa girando con o sin ti. Un abrazo, hijito querido…
Arroja el portátil sobre la mesa con evidente
nerviosismo, y con una mezcla de resignación, de incredulidad y de desafío.
Cree que ya ha disfrutado de su dosis diaria de provocación. Se había jurado no
carecer de esta y, al practicarla, no caer jamás en la trivialidad y en lo
políticamente correcto. Está convencido de que tener una cierta edad le da
derecho a mezclar ilusión y sueños, gritar lo más alto posible todo cuanto
piensa, pudiendo incluso ofender a los demás… Y le da derecho a decir lo que
quiera a sus allegados, hacer en cualquier momento lo que le salga de dentro,
burlarse de ellos… Y todo ello… sin miedo al fracaso o a la pérdida de algo o
de alguien… Los jóvenes no pueden decir nada, ni hacer nada; simplemente, deben
escuchar sin replicar. Aunque ahora, él considera que, como siempre, se ha
vuelto a pasar de la raya… Puede que algo más que de costumbre y, por eso,
decide que no lo llamará mañana… O mejor… pasado mañana.
¡Pero no voy a abdicar ahora…! ¡Ni en sueños…!,
piensa… Ese jovencito deberá esperar mucho antes de oírme decir que ya no me
arrodillo ante el riesgo de no poder levantarme rápidamente. Que cuando
acaricio mis arrugas, creo tener un año más desde hace un mes. Que pierdo todo
mi humor con una simple ojeada a mi careto en el espejo. Que después de todo,
envejecer es un proceso largo y que, a menudo, una hora no es sesenta minutos,
sino mucho más, mucho más…
Ahora entona otros versos, otra canción, una que le
gusta mucho. Esa que le recuerda, en unos pocos minutos, a la mujer que había
adorado, la que había amado, la que se maravillaba con todo y con nada, con una
puesta del sol o con la inmensidad del mar, con la belleza de una flor, con la
sonrisa de un niño, con el canto de las aves. «Habría querido, bella mía, escribirte
una canción sobre esta melodía que encontré una noche. Me habría gustado, bella
mía, escribirte un largo poema, escribirte un "te quiero" bordado con delicados puntos…». La que
rebosaba de alegría con tan solo tumbarse en un prado para escuchar los sonidos
de la naturaleza, con tan solo unos “buenos días”, un “gracias”, una sonrisa,
un “¿cómo te va?”. «Te
habría dicho “amor”, te habría dicho “siempre”, pero de mil modos, pero de mil
maneras. Te habría dicho “vayámonos”, te habría dicho “andemos, andemos día
tras día, de estación en estación, de temporada en temporada…”. La que irradiaba
de felicidad tan solo viviendo días maravillosos…
Y todavía percibe un hilo de su voz declamándole:
- Tienes unos
bellos bigotes, grises, pero bellos.
- Deja de
decirme que tengo un bello bigote. ¿No has visto mi calvicie? Es como si no
recordaras mi cabellera de nuestra belle époque.
Y el tocadiscos continúa tarareando, recordándole
cómo el tiempo se le ha escapado, cómo se vuelve fina arena entre los dedos… «Pero el tiempo que enciende la idea
sobre el papel, el tiempo de tomar un lápiz, el tiempo de sacarle punta, el
tiempo de decirme cómo voy a escribirlo, el tiempo vino cuando me dejaste de
querer, cuando ya me dejaste de querer…».
Era un gruñón, un descontento nato, un provocador. Un
latoso, un fastidioso, una peste, en definitiva. En realidad, jamás había
sabido por qué motivo la había perdido. Solo está seguro de que había perdido
lo que no debía perder. Brel elige hundirle demasiado el clavo en la herida,
apretarle allí donde le hace daño, abrirle de nuevo la antigua y viva cicatriz,
cantándole “La Fanette”:
«Éramos dos amigos y Fanette me quería. La playa
estaba desierta y mentía bajo julio. Si se acuerdan, las olas os dirán cómo para
Fanette se paró la canción. Hay que decir, hay que decir que saliendo de una
ola moribunda, los vi yéndose, como amantes. Hay que decir, hay que decir que
se rieron, cuando me vieron llorar, hay que decir que cantaron cuando los
maldije. Hay que decir que es el día, en que nadaron tan lejos, en que nadaron
tan bien, en que no se los vio de nuevo. Éramos dos amigos y Fanette le amaba.…."
No puede más. Acaba por imponer silencio a ese Brel,
testigo directo de sus noches en blanco, testigo ocular de su vida.
Abdellah EL HASSOUNI
Rabat, 8 de mayo de 2016
Actividad «Incrustar letra de canción en un cuento con doble acción
temporal», inspirada en la técnica narrativa de los capítulos 12 y 13 de La
voz dormida de Dulce Chacón.
En el cuento
se citan versos de las canciones “Los viejos”, canción sin palabras y La
Fanette” de J. BREL.
ResponderEliminarAbdellah,
¡Tu cuento es entrañable!
¡Me encanta!
El tema es social, generacional, existencial,…y muy bien elaborado estilísticamente.
Me llamó más la atención la soledad del protagonista que es también de la que sufren casi todos los mayores a cierta edad como cuando el padre dice:
“…soy yo otra vez. Supongo que no te molesto si te llamo tanto… Ya sabes… Soy tu padre.”
Y añade más adelante:
“Tengo la costumbre de hablar para no decir nada.”
¡Muy real como personaje, “simpático” en sus reflexiones y en sus enfados!
Me han gustado también las canciones de Brel que has elegido. No las conocía.
¡Felicidades amigo!
Rkia
Gracias Rkia
EliminarSublime, una obra de los dioses.
ResponderEliminarEnhorabuena amigo porque en cada texto te superas mâs y mâs.
Felicidades,
Anastasio
Gracias Anastasio
EliminarLa era moderna ha acabado con el anciano protegido por su familia, por sus hijos y nietos. La soledad de este hmbre es terrible; tal vez, su peor enfermedad. Pero, lo que más duele, es que no es un "anciano" anónimo, sino un hombre cargado de vida, de experiencias, de música y de versos... tras el cual intuimos hubo una determinada forma de vida y de pensamiento... Y ese hombre ha quedado arrinconado, ahí, en la soledad de nuestra "modernidad", y entre esos puntos suspensivos que reflejan la falta de comunicación con el hijo.
ResponderEliminarY ahora un "guiño" al autor:
Al único Abdellah que puedo criticar negativamente es a ese de la realidad que se empeña en recibir críticas negativas de sus cuentos... Me quedo con el Abdellah escritor, que se queda callado tras sus personajes :) :) :)
Mil gracias nuestra musa.
EliminarUn abrazo
Si te digo que me ha encantado tu cuento, que el personaje que describes es real como los melocotones, que la soledad que padece es existencial como la vida misma, seguro que pensarás que exagero... Pues… NO TE LO DIGO.
ResponderEliminarCréeme, sin embargo, cuando te digo que tus cuentos tienen algo especial. No solo la manera de contar, de describir, de caracterizar a tus personajes, sino también cómo consigues atraer la atención del lector con esos guiños tan simpáticos, a veces irónicos, que introduces. Y eso forma parte de un estilo personal (sello Abdellah) del que ya me estoy familiarizando y que me encanta. Si quieres una critica constructiva: potencia esos guiños al lector y esa prosa poética tan particular que tienes, porque la tienes, y es otro de tus puntos fuertes.
Viniendo de ti querida Clara, estas palabras directamente me van al corazón y estoy orgulloso de eso.
EliminarTambién, te agradezco por el precioso consejo.
Un gran abrazo.