Batul, una niña
muy tímida y vergonzosa, debía guiar de la mano a su padre ciego mientras pedía
limosna por las calles del pueblo o en el zoco semanal. Tenía siete años, era
delgada, pálida y llevaba dos largas trenzas negras y brillantes que le peinaba
su madre cada viernes cuando su padre permanecía todo el día sobre un trozo de
piel de cordero delante de la mezquita. En sus
momentos libres, y cuando no dormía ya muy cansada por haber andado todo el
día, la niña jugaba con su única muñeca imitando a su padre y dando las gracias
con fórmulas y frases específicas a algún generoso ficticio.
Pasaron los años y Batul creció. La adolescente se volvió esbelta y muy
bella. Un día, su madre le puso un pañuelo
sobre su cabeza antes de salir con su padre. En el zoco trabajaba un joven comerciante ambulante llamado Alí y que venía
desde el pueblo vecino para vender su mercancía que consistía en telas de lana
tejidas por mujeres que no podían ir a venderlas ellas mismas. Confiaban en él
para no ser estafadas; además, no tenían otra elección. Cuando Ali vio a Batul,
sufrió un flechazo y sin demorarse en lo más
mínimo, le pidió su mano al padre. Éste con voz
llorona le contestó que le era imposible separarse de ella y que Batul «era sus ojos, su luz, su guía y
su palo». Luego, algo confuso y
perturbado, y dándose cuenta que su hija
empezaba a atraer a pretendientes, el invidente dijo que debía consultar a su
mujer y a la joven, la principal interesada. Le daría una respuesta una semana después: el día del zoco.
Cuando el ciego anunció la noticia de la
pedida de mano de Batul a su mujer, él mismo añadió
que no podía separarse de su hija, que ella era «sus ojos, su luz, su guía y
su palo». La madre le respondió:
— Nuestra niña te ha servido de guía durante años y años, no ha ido a la
escuela, no ha jugado como todos los niños, ha crecido cogida de tu mano y ni siquiera has podido ver su transformación.
Ahora que se ha convertido
en una joven muy bella —cosa que no puedes ver ni averiguar—, y siendo pobres
como somos, es una suerte que haya alguien que quiera casarse con ella. Así que
es hora de dejar que se vaya porque necesita protección y empezar su propia
vida.
El padre muy apenado aceptó las palabras de
su mujer. Esta última le explicó a su hija que había llegado la hora de que
tuviera su propia casa. A la adolescente no le molestó en absoluto que nadie le
pidiera su opinión. Para ella, era normal que sus padres tomaran la decisión
más adecuada. En ese caso, la de casarla.
Poco tiempo después, celebraron una modesta fiesta
con unos amigos y la única tía del joven Ali. Pasaron meses, luego hubo un
periodo en que Ali no pudo viajar porque la
nieve había bloqueado los caminos que conducían a los pueblos vecinos. Le
sorprendió que su joven esposa le preguntara cada mañana si no iba a viajar.
Curioso, quiso saber el porqué de esa
insistencia y su deseo de quedarse sola en casa. Una mañana, Batul vio a su
marido cargar las mercancías sobre su mula. Luego se despidió de ella
diciéndole que esa vez iba a tardar en volver. Muy celoso, condujo su mula a la
cuadra de un amigo y luego volvió a su casa y entró por una pequeña puerta
trasera que estaba cerrada todo el tiempo. Eligió un escondite bajo las
escaleras y esperó. Poco tiempo después, le llegó el olor de la comida que su
mujer preparaba en la cocina. Aquello le extrañó más. ¿Para quién preparaba
aquel sabroso plato que desprendía aromas que despertaban su apetito? Ali
sintió aún más hambre de
la que tenía dentro de su escondite.
No podía aguantar más, pero quería saber el
porqué de aquella obstinación de su mujer para que él se
fuera de casa. Entonces tuvo que reprimirse y resistió al deseo de salir de su
rincón. Al cabo de un rato, desde la
cerradura del trastero donde se ocultaba, vio salir a su mujer con una bandeja en la que llevaba
cuatro cuencos llenos de comida. Repartió las escudillas por los parapetos de
tres ventanas de la casa y una puerta del patio. El marido se extrañó de aquel
comportamiento de su mujer y espero con impaciencia el acontecimiento de las
cosas. La joven desapareció un rato, luego reapareció con un pañuelo sobre la
cabeza dirigiéndose hacia la primera ventana. Alzó su voz melodiosa:
— «Por favor, buena gente, ayudad a esta mendiga hambrienta, os pido limosna o algo de comer y Dios os lo devolverá todo en el paraíso».
Después, se sentó
en el suelo y empezó a comer. Puso el tazón, dio las gracias imitando a su
padre con fórmulas y palabras dirigidas a aquel mismo generoso
imaginario. Se levantó y Ali, triste y muy emocionado, le vio repetir el mismo
ritual hasta vaciar los cuatro recipientes.
De repente, el joven lo entendió todo, o al menos eso fue lo
que creyó. Para el, su mujer no era feliz con él. Añoraba su vida de mendicidad
en compañía de su padre. Entonces, sin hacer el mínimo ruido para no asustarla,
salió por donde había entrado. A la mañana del día siguiente, el joven volvió a
su casa por la puerta principal. Batul lo acogió sorprendida ante su breve ausencia. Pensó que, quizás, su esposo
había olvidado alguna tela. Pero se quedó
pasmada cuando él le pidió que empezara a
prepararse para ir a visitar a sus padres al cabo de dos días. Así fue.
Al llegar delante de la casa del ciego, Ali
le pidió a la joven que llamara a sus padres porque no podía entrar e insistió
en que ella misma estuviera presente para escuchar lo que tenía que decirles a
todos.
Tras saludarles, se dirigió al padre:
— Pensé que podía hacer feliz a tu hija,
amigo, pero me equivoqué. Hoy te devuelvo «tus ojos, tu luz, tu guía y tu
palo». Os espero a ambos delante el juez para devolverle la libertad a Batul.
Y sin añadir nada más, dio media vuelta y se
fue.
Rkia
Okmenni.
Rabat, noviembre de 2018.
Cuento basado en un cuento amazigh-marroquí e
inspirado en la lectura del cuento «El buen samaritano o El vasallaje» de Alejandro
Pedregosa.
Rkia: gracias por relatarnos otra de tus sorprendentes historias. El maravilloso libro "O" de Alejandro Pedregosa ha dejado una buena huella en ti al narrarnos esta historia de difíciles disyuntivas.
ResponderEliminar¡Hola Ester!
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Efectivamente, disfruté mucho los cuentos del libro “O” de A. Pedregosa que hemos estudiado en el Taller…Y de ahí, mi inspiración.
Otra vez, felices fiestas Ester.
Un abrazo.
Rkia
Rkia, admiro lo humano que rellena tus historias, la sencillez y la justedad con las que las cuentas. Me parece que te da gusto inventarlas y escribirlas, por lo que salen muy buenos y el lector las lee también con placer! Felicidades!
ResponderEliminarAlbena
¡Hola Albena!
EliminarMuchas gracias por tu lectura y por tu comentario.
Me alegro de que mi cuento te haya gustado.
Y como se dice: hay buen samaritano y…buen samaritano…
Todo no depende de la persona que quiere ayudar pero también de la que necesita esta ayuda.
¡Felices fiestas amiga!
Un abrazo.
Rkia
Hola, Rkia. Soy Alejandro Pedregosa, el autor de "O". Solo unas pequeñas palabras para celebrar tu relato tan bien escrito y animarte a seguir en la senda de la literatura. Un abrazo y feliz 2019.
ResponderEliminar¡Hola Alejandro!
Eliminar¡Qué agradable sorpresa encontrar tu comentario y más agradable saber que mi cuento te haya gustado!
Hemos leído, disfrutado y comentado los cuentos de tu libro «O» en el Taller con Ester.
¡Muy intensos, agradables de leer, con una dosis de suspenso sin olvidar el desenlace que resulta cada vez muy sorprendente (en cada cuento)!
Muchas gracias por tu lectura, por tu comentario y por animarme a seguir escribiendo.
Yo también te deseo
¡Felices Fiestas y Feliz Año 2019!
Un abrazo.
Rkia
Holà Rkia! Siempre me sorprendes! Y como siempre nos llevas en tus cuentos maravillosos que nos acuerdan nuestra infancia y los cuentos de abuelas! Muchas gracias y henhorabuena por tu estilo cada vez más perfecto ! Felicidades!
ResponderEliminar¡Hola Maria!
Eliminar¡Es siempre un gran placer saberte por aquí en el Blog leyendo y comentando y
me alegro saber que mi cuento te haya gustado!
Muchas gracias querida amiga por tu lectura y por tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Rkia
Rkia, me ha encantado tu historia. La verdad es que el final me ha sorprendido pues no me lo esperaba.
ResponderEliminarMuchas gracias por estas historias que nos regalas y MUCHAS GRACIAS por acercaros la cultura, tradiciones y cuentos de tu bello país a través de tus escritos.
Enhorabuena, amiga
Anastasio
¡Hola Anastasio!
EliminarMuchas gracias a ti por tu lectura y por tu comentario.
Muy contenta saber que mi cuento te haya gustado.
Espero leer algún nuevo texto tuyo en el Blog amigo.
Rkia.
Hola Rkia!
ResponderEliminarTe felicito por este regalo, inspirado en la litetura oral amazigh. Me recuerda los cuentos que me contaba mi madre de niña.
Gracias amiga. Enhorabuena!
¡Hola Zakia!
EliminarMe alegro saber que este cuento te haya gustado.
Hay cuentos que estudiamos en el Taller con Ester que nos llevan directo a nuestros cuentos amazighe o marroquíes en general.
Ocurre que a veces solo la versión cambia de país en país sin excluir el idioma.
Muchísimas gracias por tu lectura y por tu comentario.
¡Y qué disfrutes de tu viaje amiga!
Un abrazo.
Rkia