¡Estoy sobre las nubes, literalmente! Estoy en este pájaro de metal —como
lo habrían llamado los comanches— que me lleva hacia otros horizontes. No
sé si me irán bien las cosas. Allí donde yo me hallaba se me había acabado la
inspiración, pero ahora mismo y, en este lugar tan deseado por el hombre desde
hace años, de repente, algunas ideas agradables han venido hasta mí,
acariciando mis oídos obstruidos por la presión. Me he puesto a recorrer los
pasillos polvorientos de mi pasado ansiando localizar el día en que me enamoré
de la lectura y, por encima de todo, de la escritura. He intentado descubrir lo
que me incitó por primera vez a raspar el papel con mi inagotable pluma.
En mi búsqueda, he visto a una niña de
tres años, el pelo al aire, los ojos brillantes, la mano segura,
intentando reescribir las letras mayúsculas de los títulos de la enciclopedia
de su padre. Aquella niña sacaba cada día un libro de los que atestaban las
estanterías y, con una fascinación innegable e imparable, se hundía en las
páginas ilustradas una y otra vez. Se sentía tan cautivada por las letras que
sus padres decidieron llevarla a la escuela a los cuatro años, para que no
dejara sus huellas en toda la colección. Era la época en que ella pensaba que,
cuando llovía, era Dios quien arrojaba agua con un cubo corriendo por
el cielo.
Sí, era la época en que mi imaginación no tenía
límites y me permitía inventar mundos irreales donde todo era posible. Esta
llama mantenida gracias a la lectura me ayudó algunos años después — años
en que la realidad se impuso poco a poco mientras borraba la dulzura y la
suavidad de mi burbuja— a seguir siendo niña por dentro, a seguir subiendo
los peldaños de la vida paso a paso, y a no perder nunca la imagen romántica
que tuve siempre del futuro.
Escribo desde siempre, cabalgo entre las frases, tanto
como puedo, y me refugio en mis escritos. Viví una historia de amor con las
palabras, a escondidas, como esos amantes que temen el juicio ajeno. Leo, me
pierdo en las páginas una tras otra. Escribo y ensucio las páginas una tras
otra. ¿Para decir qué? ¡Todo y nada! Intento seducir a las palabras y éstas se
burlan de mí. En mis diferentes relaciones he conocido toda una panoplia de
vocablos: palabras feas… palabras bellas… palabras insípidas… o palabras
maravillosas… seductoras, otras introvertidas y tímidas, o las que me hablan, o
esas otras que echo sobre mis escritos para que sean más cautivadoras. A veces
las hay mudas, esas que tienen un ínfimo efecto y que se adornan de muchas
otras para ser expresivas. Luego están las solitarias e imponentes, que lo
cuentan todo y llenan solas, con mucho orgullo, todo el espacio en blanco.
Otras veces, las hay que me susurran secretos como para expresarse; y las
discretas, que se dejan desear y que exigen mucho esfuerzo para desvelarse y
extenderse sobre mis páginas. Y están todas esas que me ahogan hasta que me
aproximo a ellas en un impulso, y las que se alejan desesperadamente y me
rechazan. En este vértigo que se adueña de mí y me atropella, me
agarro y me abro paso en un pulso agotador para padecer el menor desgaste
posible, para que lo que garabateo sea un bálsamo para mi alma…
Sigo mi vuelo y miro hacia el mar que se alza allí
abajo, las montañas en relieves, las nubes que parecen un velo escondiendo las
partes desnudas de la tierra púdica y, sobre todo, vergonzosa de lo que lleva
en su regazo… ¿Nosotros? ¿Quiénes somos
nosotros? Frente a esta belleza, este paisaje, esta grandeza,
la eternidad… ¿Quiénes somos? Muchos se han preguntado, seguro, lo
mismo, ese ha sido el asunto de muchos textos filosóficos. ¿Por qué nosotros
seguimos dejando rastros, cicatrices más impactantes y dolorosas que todas las
catástrofes naturales? ¡Nos aguanta, dócil, indiferente, esta
tierra! Hemos dejado manchas enormes sobre su cuerpo, con nuestra codicia,
nuestra hambre insaciable de lo insignificante…
Así me vienen las palabras y las ideas, en olas
continúas invasivas, cuando se abre mi corazón. Mi mano se halla esclava de mi
mente y de este hechizo que se apodera de mí en semejantes momentos. Escribo,
escribo y escribo hasta el desgaste. Pasado el tiempo no me reconozco en lo que
había escrito como si hubiera sido poseída en aquel instante por otro espíritu.
Cuando pierdo la inspiración, como muchos, un enorme vacío se instala dentro de
mí, sigo viviendo sin finalidad, sin existencia, solitaria, huérfana,
disgustada. Mi mente se halla triste en esos momentos, se vuelve una simple
herramienta de supervivencia ¡Nada más!
Mi cerebro, antes tan ligero como una esponja, se ha convertido con el paso del tiempo en una piedra pesada. Me cuesta mucho reflexionar ahora, porque la edad ha sumado algunas cifras, porque los parásitos se hacen numerosos. Cuando la expresión se me escapa, cuando la villanía del ser humano me alcanza y no encuentro medio para borrarla ni para gritar mi disgusto... O al contrario, cuando me alcanza una sonrisa, una fragilidad, una pizca de belleza, recojo mi pluma, me hundo en cualquier superficie a mi alcance para grabar lo que puedo. Me muero y renazco en el vientre de este mar de palabras que me lleva hacia un objetivo desconocido, como un velero que se desancla un día y se deja guiar por un viento loco y caprichoso.
Rabat, 16 de octubre de 2019
Tarea 0: "Escribir un texto sobre la lectura relacionado con tu vida"
“LA EXPERIENCIA DE LEER Y ESCRIBIR (I), TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA CREATIVA, Instituto Cervantes de Rabat, 2019-2020”
María: gracias por seguir en el Taller con nosotros y por brindarnos la posibilidad de leerte.
ResponderEliminarUn abrazo
María, no sé qué decir ni escribir.
ResponderEliminarEs un texto maravilloso que me ha hecho volar contigo y compartir todos esos momentos que has vivido a la largo de tu vida como lectora.
Muchas gracias por hacernos cómplices de tan bella historia.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Hola Maria ! Ya estas una buena escritora, tienes mucha capacidad de hacerlo ; en tu escritura hay claridad y belleza de la palabra y de la expresion. Felicitaciones.
ResponderEliminarCierto, devemos estar vergonzos . A pesar de muchos sieglos de vivir en sociedad, el ser humano aún no ha podido dejar atras su salvajia ; guerras, explotación, esclavitud etc …
No te molestes cuando te alcance algo malo de parte de algunos de los demas, pues, los que hacen mal llevan grande grado de salvajia, estan muy lejos de ser civilizados. No olvides que somos de origen animal y que desarrollarse civicamente no es al alcance de todos de la misma manera y la misma cadencía.Med Korchi.
Hola Maria,
ResponderEliminar¡Qué Maravilla de texto! Simplemente que me identifico a ti en cada detalle, en cada momento, la pasión temprana de la lectura, la pasión eterna por la escritura, el paso del tiempo y esa continua lucha interna por mantener viva esa necesidad tan vital. Ese ser pequeño que sigue dentro de nosotros, que nos nutre y conserva toda la bondad que el paso del tiempo se empeña en arrebatarnos;
¡Qué siguas creyendo que cuando llueve, es Dios quien arrojaba agua con un cubo corriendo por el cielo!..
Espero que puedas encontrar más y más motivos para permitirnos compartir y disfrutar de estos cuentos tan maravillosos.
Felicidades
Un abrazo fuerte
Iman
¡Hola María!
ResponderEliminar¡Me encanta « EN UN SOPLO »!
Leyéndolo, las palabras me llevan hacia las imagines y viceversa: desde la imagen de la niña fascinada por los libros hasta la persona adulta que ha escrito estas leñas.
Todo un recorrido respecto a tu relación con la escritura que has logrado contar y transmitir con bastante detenimiento y análisis y una gran dosis de sinceridad.
Tus habilidades poéticas a la hora de “elegir” o “invocar” las palabras (que has personalizado) hacen llegar al lector el contenido de tu texto con una carga de sensibilidad, autenticidad y mucha dulzura.
Muchísimas gracias amiga por compartirlo; lo he disfrutado como “una confidencia”.
¡Que sigas teniendo más y más inspiración para escribir!
Porque cuando viene la inspiración, el tiempo esta justo detrás.
Un fuerte abrazo.
Rkia.
¡WOW!Qué maravilloso texto!
ResponderEliminarEl amor de la lectura e de la escritura ha percibido entre las líneas del texto.
Me quedé sin voz a la lectura de tú texto
Bravo
Abrazos
María, como siempre he leído tu texto con mucho gusto, me encanta tu manera de animar las palabras y tu talento para encontrar el camino más corto para mandarlas al corazón del lector, me refiero sobre todo a mi. Por otra parte, coincido contigo en cuanto a la importancia de la lectura y su impacto sobre el lector y de ahí- sobre la realidad y recíprocamente. Por suerte los escritores no dejan de escribir después de que seguramente habían tenido algunos momentos de dudas. Por lo leído aquí-tú también.
ResponderEliminarEstoy impaciente para ver adónde te llevará la escritura la próxima vez. No tardes por favor ;))
Albena
“Hola amigos! Muchas gracias por vuestros comentarios! Me aduláis demasiado! Me alegra mucho haber tocado vuestro corazón con mis palabras, lo que es cierto es que son puro producto de mi corazón! Me toca también saber que consigo seguiros aún cojeando y a pesar de mi ausencia! Esto me anima para seguir escribiendo para enriquecer el blog de nuestro taller! Muchísimas gracias!”
ResponderEliminarDe parte de MARÍA EL KANNASSI