I
Todo ocurrió en una mañana de verano del año 2000,
cuando yo tenía diez años. Aquella mañana fue diferente de todas las mañanas de
mi vida. Mientras estábamos reunidos alrededor de la mesa del desayuno
charlando como siempre, observé que la lámpara del techo se movía sola a
derecha y a izquierda. Y una silla con ruedas se precipitaba a toda prisa desde
el otro lado de la sala. Mi hermanita y yo empezamos a gritar y saltamos con
toda nuestra fuerza a los brazos de nuestra madre.
Mi papá gritó:
¡Es un terremoto!¡Un terremoto!
¡Corred!… Corred fuera. ¡Dejadlo todo y vayamos rápido
a la calle!
Antes de llegar a la puerta, escuchamos en
principio un ruido estridente que venía desde todas partes. El suelo estaba
temblando y, de repente, las paredes de la casa se derrumbaron. Yo no sabía lo
que estaba pasando, lo único que recuerdo es que, en ese momento, vi caer la
foto familiar que estaba colgada en la pared así como el resto de muebles, y el
sonido de los objetos al chocar contra el suelo y de los vidrios que salían
volando por el aire.
En realidad, fue un día terrible, no puedo
olvidarlo. Toda mi vida se cambió desde ese día.
En tan sólo un momento, mi vida se convirtió en un
infierno, sentí una gran amargura en mi corazón.
Me Pregunté, ¿cómo puede ser que un niño que ha vivido
siempre entre los brazos de sus padres, se convierte de la noche a la mañana en
un vagabundo, que tiene que enfrentarse al mundo solito?
¡Qué cruel eres, vida!
¿Cómo dejas que un niño menor de diez años se enfrente
a su destino?
¿Tú no sabes nada acerca de la
misericordia?
Mi padre siempre me había enseñado que Dios no
abandona a sus buenos siervos, y que es más misericordioso que nosotros con
nosotros mismos. Pero, en ese momento no me di cuenta del significado de estas
palabras.
Me desperté con mucho dolor en la cabeza, apenas
tratando de ver lo que estaba pasando a mi alrededor. Sentí que mis ojos
nublados me impedían ver bien. Realmente no sabía cuánto tiempo había pasado.
¿Una hora? ¿Dos horas? ¿O un día
entero?
Todo lo que recordaba eran los gritos de mi papa y los
fuertes derrumbes. Al parecer, me había quedado un poco dormido o,
mejor dicho, había perdido el conocimiento por la gravedad del colapso.
La escena era aterradora. Los escombros estaban por
todas partes, la sangre cubría el lugar, los cuerpos de mi familia estaban
esparcidos, y el olor de la muerte dominaba el espacio.
Las cosas empezaron a aclararse poco a poco. Sentí un
enorme miedo en mi pequeño corazón que latía intensamente; después, me entró el
pánico. No sabía qué tenía que hacer. Comencé a llorar.
Grité con toda mi fuerza para llamar a mis padres.
Mamá. Papá. pero nadie respondió.
Fui hasta donde estaba mi mamá. La sacudí. Tal vez está
dormida, pensé. Le dije: “levántate mami, por favor no me dejes solo”. La
abracé fuertemente y limpié la sangre de su frente, mis lagrimas
chorreaban sobre su cara, levanté su mano, la besé, luego, resbaló y cayó al
suelo. Muy rápido, puse mi cabeza en su pecho para escuchar si su corazón
todavía latía, lamentablemente no oí nada. Supe entonces que mi madre me había
dejado para siempre. Todo el amor y la ternura se fueron de golpe para no
volver.
Ay, mamá, no me dejes por favor, respóndeme por Dios,
soy tu hijo Ali.
Me dirigí hacia mi padre. Tal vez él me responda,
pensé, lo sacudí varias veces, pero él tampoco respondió.
¡Oh, Señor! No hay dolor tan grande como el de perder
un padre, Entonces, ¿cómo es cuando se trata de
ambos?
Pobre sobrino mío, Ali. Siguió moviéndose durante todo
el día entre sus padres, a veces con su madre y otras con su padre y también
con su hermanita, pero nadie le respondió. Esperaba que uno de ellos se
despertara y hablara con él, y así siguió hasta que perdió la esperanza de que
uno de ellos volviera a la vida. Estaba exhausto por la severidad de lo
que había sufrido desde el primer momento del terremoto. Tanto es así, que no
podía ponerse de pie. Oscureció el mundo entero ante sus
ojos, ya no sabía qué hacer ni adónde ir.
Ali se acostó de espaldas, mirando hacia arriba
repitiendo las palabras de su padre: “Dios no abandona a sus buenos siervos y
es más misericordioso que nosotros con nosotros mismos”. Se sentó, luego
comenzó a suplicar: Dios mío todo poderoso, no me dejes solo, tú eres capaz de
todo… Oh Señor, ayúdame, sálvame de esta situación, nadie está conmigo ahora
excepto Tú.
Ali es un niño muy inteligente, siempre había
soñado con ser médico para curar a todos aquellos que necesitan ayuda. Mi
hermano, en vida, solía cuidarlo mucho y alentarlo a lograr lo que quería; por
tanto, no era tacaño con él, le proporcionaba todo lo que necesitaba, ya
fuera en sus estudios o en su ocio. Lo mismo sucedía con su madre, que lo
llenaba de su amor y ternura, lo cual lo convirtió en un niño especial,
trabajador y sobresaliente en sus estudios.
¡Qué lástima que un niño así pierda de una vez y al
mismo tiempo a sus padres y su única hermana! ¡Que Dios le
ayude! Voy a hacer todo lo posible para compensar a sus padres,
y tratar de brindarle todo lo que quiera para cumplir sus sueños, y para que
viva como cualquier otro niño, aunque nadie pueda reemplazar a los padres.
III
Mientras Ali suplicaba a Dios, las voces de mucha
gente llegaron del exterior acompañadas de los sonidos de las máquinas
excavadoras. Al principio, no pudo escuchar bien lo que decían, se acercó a un
agujero de la pared para ver qué está pasando afuera. Era un equipo de
rescatadores y también había algunos hombres y mujeres del barrio que estaban
tratando de salvar a las víctimas y a los
sobrevivientes.
Ali empezó a gritar desde el agujero: ¡Ayúdenme!
¡Ayúdenme! No quiero morir, ¡Sáquenme de aquí por favor! No puedo aguantar más
en este lugar. Todo el mudo se giró hacia el lugar de donde procedía la voz, y
algunos de los rescatadores se dirigieron rápidamente hacia allí para salvar a
ese niño que pedía ayuda. Mientras el niño Ali seguía gritando, el jefe de ese
grupo se acercó al agujero de donde salían los gritos de auxilio, y le dijo a
Ali:
No tengas miedo, cariño. Estamos aquí para salvarte.
No te preocupes, necesito que me muestres tu valentía,
campeón.
Escúchame bien, mi amor. Debes quedarte ahí un poco
atrás, no quiero que te pase nada malo durante el levantamiento de escombros.
Muy bien, campeón, dame tu mano con mucho cuidado,
ahora te voy a sacar de este lugar.
Quédate aquí tranquilo, tenemos que sacar al resto de
tu familia, esperamos que algunos de ellos sigan vivos.
Vamos al hospital, allí recibirás una buena atención,
hasta que llamemos a uno de tus familiares para que te lleve con él cuando
mejores.
IV
Veinte años después de este doloroso accidente, Ali se
convirtió en uno de los médicos más famosos del país, y dedicó su vida al
alivio de los afligidos y a las víctimas de los desastres naturales.
Mohammed el Amin (Actividad "Fotografía y tipos de narradores")
Rabat 2021
¡Hola Mohammed !
ResponderEliminarHe leído de un tiron a « ALI Y LOS RECUERDOS DEL TERREMOTO» basado en recuerdos, como lo indica el titulo, de acontecimientos reales, tristes y dramáticos vividos por un niño. El estilo vivo, detallado, descriptivo y fotográfico, en la primera parte me resulta muy impactante y trasmite la imagen del antes, del ahora y del después muy dolorosos vividos por un niño que perdió su familia de manera instantánea y fulgurante a causa del terremoto.
Me ha gustado mucho el cambio de narradores, y sobre todo el estilo narrativo del tío/narrador-testigo que con su presencia y ayuda ha logrado que Ali supere el dramático episodio de su vida.
Espero leer otros textos tuyos.
Rkia.
Mis felicidades Mohamed es un cuento maravilloso me he gustado la manera de escribir y también el tema
ResponderEliminarAssia