Detrás, una ola de colores se mueve bailando. Y más allá otros carros vienen con gente de vestuario de lo más variado, desfilando delante de una muchedumbre agitada de espectadores que han venido de todos los rincones del mundo para vernos, a nosotros, los «Reyes de la Samba».
Delante el “abre ala” de la escuela Portela, orgullosa de su glorioso pasado conduce la comitiva; detrás, le sigue el grupo de la escuela Estação Primeira de Mangueira, con sus grandes máscaras; luego viene el de la Imperatriz Leopoldinense, con mujeres que despliegan gigantescas plumas que se agitan en todos los sentidos; después, asoma el grupo de Unidos de Vila Isabel con sus oropeles y lentejuelas centelleantes y, justo detrás, nosotros, los de la gran Beija Flor y, luego, nos siguen otros y otros y otros. Cada grupo cantando en coro el ritmo de su samba de enredo.
Avanzamos con risas y sonrisas a miles, con canto y baile, con mujeres casi desnudas, con diferentes vestidos y muy propios ante cada enredo, con carros gigantes y camiones que conducen las baterías de samba, desfilando juntos en este Sambódromo que no parece tener fin por el supuesto amor a la gloria.
Este vestuario se me pega a la piel, debo todavía soportarlo ochenta minutos, ¡Dios mío, cuatro mil ochocientos segundos, una eternidad! Me pregunto si la alegría general es verdadera o si hay algunos que como yo que deben fingir y hacer teatro.
Debo sonreír a pesar mío, caminar con ellos, bailar con ellos, sacar una alegría que ya ha abandonado mi alma. En este momento siento sólo amargura.
Quién hubiera dicho que el día que debía ser el mejor día de mi vida se convertiría en una pesadilla.
El suelo terroso de la casa me quema los pies y las rodillas. Coso mi traje, el pecho lleno de orgullo y de felicidad. Me creo inmerso en un sueño. Ya puedo ver el sambódromo de Marquês de Sapucaí lleno de gente, puedo oír los gritos y silbidos de la muchedumbre alegre e infinita como si ya estuviera allí.
- ¡Otra vez en las nubes! Hijo, búscate un verdadero trabajo para que nos vayamos de este barrio de chabolas. Tu padre ya no está en este mundo para cuidarnos. Basta de soñar ya con esa tontería de la samba, eso no da pan de veras…
- Pero ¿qué dices mama? Son diez años de sueño y de trabajo y ahora por fin me han aceptado en el Grupo creativo de la escuela Beija flor. ¿Te das cuenta, mamá? Es Beija Flor, la grandiosa Beija Flor. Voy a bailar con ellos la samba de enredo. ¡Voy a desfilar! ¡A caminar por la gloria! ¿Qué es el dinero? Estamos viviendo… Eso es lo que importa nada más.
- Samba, siempre la samba… ¿Cuándo vas a crecer? Tienes ya dieciocho años y no te das cuenta de lo que es la vida. Ya no eres el niño de ocho años que podía permitirse bailar samba día y noche en la calle.
Mi pobre madre no entenderá jamás. Son diez años de trabajo encarnizado, diez años de asiduidad, diez años en los que estoy obsesionado por una única palabra: “samba”.
La marea humana es inmensa. Sus colores dan vértigo. Delante de mí avanza un grupo de mujeres que lleva el vestuario tradicional de Bahía y con una sonrisa linda en la boca. Su paso es elegante pero a mí me parece demasiado lento.
Ahora cruzamos la avenida Salvador de Sá y nos queda casi la mitad del camino. Pasamos delante de un grupo de turistas jóvenes que nos miran con los ojos brillantes. La más guapa me hace una señal con la mano y me guiña el ojo…
- ¡Qué cuerpo tan atractivo…! ¡Guapo!
¡La tonta! Si supiera cuánta rabia hay en mi pecho, cuánta amargura. ¿Pero qué saben ellos de nosotros? Pues, nada. Nada de nada. Están aquí sólo para ver este estúpido carnaval de Río y esta estúpida samba.
El baile no para. El canto tampoco. Los camiones de baterías arrastran un ruido incesante de golpeteos. El sonido de las percusiones se confunde con los aplausos y el guirigay de los espectadores. El ruido es ensordecedor.
Un grito desgarrador rompe la noche. Me sobresalto en la cama sin entender lo que pasa. Oigo gemidos y una respiración anhelante. Mi madre está llorando y aprieta su vientre entre sus brazos. Mi corazón da un salto en mi pecho.
- ¿Qué te pasa, mamá?
- Un… dolor... insoportable... Me estoy muriendo, hijo… ¡Haz algo! ¡Por favor!
Aquí en el hostal, todo es frío, todo está vacío. Esta blancura me congela los huesos y el alma. Hace dos días que estoy esperando el resultado de los análisis.
- Lo siento, pero ya estamos seguros de que su madre tiene un cáncer de estómago. Necesita urgentemente una operación quirúrgica…
Se me cae encima el cielo. No. Cáncer, no. Es el color de la muerte y yo no puedo vivir sin ella… Ni siquiera puedo imaginármelo…
¿Dicen que una… operación? Pero ¿con qué dinero? No tenemos ahorros. El dinero que gana mi madre, el de sus trabajos de costura apenas basta para que vivamos día a día.
Un recuerdo me viene de muy lejos, un río, un barco azul y mi padre todavía con salud y buen humor:
- Recuerda, hijo, que un verdadero hombre es el que sabe arreglárselas en cualquier situación y el que sabe ofrecer un sentimiento de seguridad a su familia…
Y está claro que eso no se logra con el baile, ni siquiera con la samba ni con mi gran sueño de desfilar en el Carnaval de Río. Lo más importante que he logrado en mi vida pierde en un segundo toda la importancia, toda la ilusión… La vergüenza me invade el pecho y me comprime el corazón hasta dolerme.
Los carros siguen avanzando. Cada uno tiene un alma propia y diferente según el tema de la samba de enredo de su escuela. Cada uno parece llevar la población de un mundo diferente.
Delante de cada carro, la pareja de la “porta-bandeira” y el “Mestre-sala” abre la marcha bailando y erigiendo la bandera de su escuela. Los fuegos artificiales abrasan el cielo sobre nuestras cabezas echando luces que se mezclan con las luces móviles de abajo, las de los carros.
Hay tantas luces en el sambódromo que en algunos momentos no sabemos si se hace de día o de noche.
Caminamos todos juntos, cantando la samba de enredo. Nos quedan sólo diez minutos para llegar a la plaza de Apoteosis y, con ello, al final del desfile. Mi suplicio por fin se acabará.
No llego a reunir la suma de dinero para la operación de mi madre. Nuestros amigos me han ayudado como han podido, pero son tan pobres como nosotros. Les he pedido también ayuda a los responsables de Beija Flor para que me presten dinero, pero me han dicho que debía desfilar el día del carnaval y esperar a que el jurado nos eligiera campeones. En ese caso, todos los miembros del grupo recibirán una suma de dinero como recompensa por sus esfuerzos.
Hoy es el gran día, estoy desfilando en este sambódromo con las prestigiosas escuelas de samba pero a mí ya no me importa todo esto. Estoy solo caminando y esperando la victoria para salvar a mi madre de la muerte.
Los carros y los camiones de baterías siguen avanzando. Nos dirigimos a la plaza de Apoteosis. El baile no para, el canto tampoco. Los golpeteos suben al cielo y llenan mis oídos y ya no puedo distinguir el latido de mi corazón del ritmo de estos millones de corazones que se mueven al unísono.
Lamiae
Rabat, 25 de mayo de 2010
(Ejercicio basado en el tema de “Comienza el desfile” de Reinaldo Arenas)
Lamiae: está claro que con la imaginación tú puedes volar a cualquier parte del mundo. Y, encima, puedes (d)escribirlo. Felicidades por esta samba...
ResponderEliminarAntes que nada te felicito de verdad por el esfuerzo de la documentacion sobre el tema. Te he visto buscar dias y dias antes de poder empezar a escribir. Querias impregnarte del ambiente general, y yo creo que esto es muy importante.
ResponderEliminarMe gusta como empiezas, me gusta esta contradiccion al principio entre la alegria general y el estado de animo del protagonista... tambien me gusta el final... cada uno puede deducirlo como quiera...
Muy orgullosa de ti lim ;)
Que siguaaas !
Lamie, cualquiera se creeria que has estado en el carnaval de Rio, con tanto detalle
ResponderEliminarme encanta la descripcion de colores y musica, nos llevas realmente a ese mundo multicolor y agradablemente ruidoso
me encanta el cuento
felicidades y que siguas escribiendo que lo haces estupendamente
Lamiae:
ResponderEliminarMe sorprendiste mucho con el tema. Como dice Fatine te documentaste muy bien, y seguramente te has sentido atraída por lo que has visto en televisión y en videos sobre esos tres días tan locos del Carnaval de Río. Nos describes muy bien esa "locura" del chico que se ha estado preparando tantos años hasta lograr formar parte de Beija Flor. Y muy bien descrito ese sentimiento de no poder disfrutar al final de todo ese logro, de que sólo está bailando con el único fin de obtener el premio para salvar a su madre.
Nos trasmites toda esa esperanza loca que tienen los que aman el carnaval hasta ese punto, que lo llevan en la sangre, que se preparan durante tanto tiempo para ese "fugaz" desfile en el sambódromo
Pienso que yo como vecina de los brasileños no hubiera podido describirlo tan bien bien como lo has hecho tú.
Felicitaciones
Admiro esta capacidad que tienes: viajar por lo imaginario, incrustarse en el lejano y después poder contarlo con brío en un texto que se deja leer con un gran placer. Continúa haciéndonos soñar.
ResponderEliminarAbdellah
¡Hola Lamiae!
ResponderEliminarNo escribes mucho, pero cuando lo haces, es un verdadero placer leer tus textos.
“El rey de la Samba “es sin duda un desfile festivo de alegría, colores, cantos y bailes que describes transportando al lector en medio del famoso Carnaval de Río con muchos detalles sobre "el antes","el desfile"y "el despues" cuando se consigue un premio o no. Tu cuento ha trasmitido alegría (la de la fiesta) y tristeza (del drama familiar) a la vez, y tú va y viene en el tiempo no tan lejano me ha encantado.
¡Enhorabuena!
Rkia