Alguien me da una palmadita sobre el hombro y me dice algo, yo no consigo descifrarlo, contesto con una sonrisa forzada asintiendo con la cabeza gacha. Mi madre me arregla las babuchas que yo me había puesto al revés. El toro adornado parece sentir la misma angustia que yo, me está mirando, con esas banderitas sobre sus cuernos se siente igual de ridículo que yo con mi yilaba blanca como la nieve. ¿Quién dijo que el blanco era símbolo de la pureza? Están sacando más cosas… El toro me mira de reojo y muestra una expresión que no entiendo, algo como un desafío o un interrogante, como si buscara un entendimiento entre los dos, una complicidad que sólo el y yo podríamos sentir. Ahora llegan los de la música, mientras mis hermanas siguen cargando el carro. ¡Los chiquillos están armando un alboroto! Las voces se confunden, los perros vienen a curiosear, están intrigados de ver todo ese mundo alrededor de ese cacharro… Todo debe estar perfecto, hasta el último detalle.
“¿Cómo se celebra una boda en tu país?” “Pues con mucho alboroto…” Eso es lo que te había contestado, porque en realidad me acordaba vagamente de esas costumbres, o tal vez no quería acordarme. Las guardaba profundamente en mí o las había borrado de mi memoria después de irme, ya no me pertenecían, ni yo les pertenecía. Quería romper con todo, ser un hombre nuevo, tener una nueva vida, y crear un nuevo pasado. Dicen que los diplomas hacen a los hombres y yo ya había conseguido unos cuantos.
Mis primas se unen a nosotros, van disfrazadas con unos vestidos largos, estampados, de colores chillones. Se han soltado el pelo y se han pintado extravagantemente la cara para la ocasión. A mí me recuerdan las marionetas y los títeres de los espectáculos del teatro Obraztsov que tanto te gustaba. Yo allí te había conocido y amado locamente…
«Se cuenta que una paja, una vejiga y un calzón de líber se pusieron de acuerdo para irse a recorrer el mundo en busca de celebridad y de nuevas amistades. Una vez, caminando, llegaron a la orilla de un arroyo y entonces se quedaron parados, indecisos. No encontrando el modo de atravesarlo, entonces el calzón de líber le dijo a la vejiga: “tú podrías servirnos de barca”, pero la vejiga se negó y se dirigió a la paja: “Mejor será que la paja se tienda de una orilla a otra y así nosotros podemos pasar por encima”… » [1]
- “No te olvides de la henna, Aicha, y apresúrate que vamos a llegar tarde”.
Mi padre está allí parado como un palo, inútil, mirando a todos lados.
«Nuestros tres amigos aceptaron la propuesta de la vejiga y la paja se tendió de una orilla a otra. Pero, una vez el calzón de líber quiso pasar por encima de ella, al llegar al centro del arroyo, con mucha dificultad, la paja, incapaz de resistir el peso, se quebró y el calzón cayó al arroyo y se ahogó».
Salimos de Oulad Ayad. Empezamos nuestra caminata. Los miembros de la familia van en el carro; los otros, de pie o en mula. Me gustaría creer que estoy en un sueño, nada más que un sueño, del que tarde o temprano me despertaré. Por un momento me siento incorpóreo, invisible, inexistente, una cosa más de la naturaleza, un árbol tal vez, inmóvil e impotente, sin defensa; me siento como un condenado camino de recibir su sentencia, como el cordero de la fiesta del Aid que van a sacrificar, como el toro que vamos a ofrecer a la familia de la novia.
«Ante tal espectáculo, a la vejiga le dio un ataque de risa; tanto, que se puso a reír a carcajadas, hasta que reventó. Y así acabo el viaje de los tres amigos.»
Los rayos ardientes del sol me queman la cara. A los demás no parecía molestarles ese maldito sol de agosto. Yo ya había olvidado esa ardiente sensación desde hacía mucho tiempo, casi mil años o tal vez dos mil. No recuerdo cuándo me fui de este lugar seco y arduo, decidido a no volver nunca jamás; ni siquiera la imagen de mi madre sollozando e hipando a lágrima viva había logrado estremecerme.
Te gustaba mucho ese cuento interpretado por las marionetas. Habíamos visto esa pieza miles de veces, pues tú no le encontrabas la moraleja exacta. Me preguntabas una y otra vez, mientras atravesábamos el puente de Zverev, qué sentido tenía para mí ese cuento y yo te contestaba que sólo era un cuento y nada más.
Avanzamos lenta y ruidosamente. El calor fluye por mis venas y los rayos del sol me martillean la cabeza. El sol nos alcanza, ya casi puedo tocarlo. El toro, que había manifestado algunos gestos de rebeldía, ya está abatido, derrotado y rendido. Toda rebeldía por su parte resultaría en vano, pues lo tienen bien atrapado, nos tienen bien atrapados, no tenemos escapatoria. Nos acercamos a nuestro destino, a Ait Tislit, tras haber atravesado otros pueblos, con sus respectivas tribus, que no han dejado de salir a contemplar la comitiva. Las mujeres nos saludaban con yuyús y felicitaciones que se clavaban en mi corazón cual el impacto de disparos. Pero ahora nuestras mujeres, que estaban cantando locuaz y animadamente hace un momento, ya muestran menos entusiasmo, abatidas por el viento del Chergui[2]. Una nube humana multicolor nos está esperando allá. Se oyen ruidos, o tal vez es música… No sé. Ya casi estamos llegando, el camino se hace más largo ahora. Tengo la mera impresión de que, en vez de avanzar, vamos hacia atrás. Me gustaría que la caminata no terminara jamás, me gustaría que la tierra me tragara aquí mismo.
Ni los paseos sobre el puente de Zverev ni en el parque Tsaritsino, ni las marionetas del teatro Obraztsov, ni el café que teníamos por costumbre tomar el domingo por la tarde en el Pushkin te hacían ya gracia. Le habías perdido el gusto a la vida, habías renunciado a luchar, te estabas alejando poco a poco, como una sombra que desaparece lentamente en la penumbra. La enfermedad te había destrozado el cuerpo y el alma. Yo te miraba pero, sin poder tocarte, te me escapabas de entre las manos; mis esfuerzos para recuperarte eran en vano. Fue así que entré en aquella espiral de desesperación, angustia e impotencia. No lograba arrancar de tus labios ni media sonrisa, ni media palabra. Habías elegido el silencio, habías elegido irte lejos, arrastrando contigo tu sufrimiento y tu dolor, en busca del lugar idóneo para tu agonía, como los pájaros que se esconden para morir. Para mí ya no había lugar, todos los lazos que había echado allí, en aquel lugar frío y misterioso, se habían deshecho y roto. Tenía que volver a mis raíces...
Ya casi llegamos a nuestro destino. La tierra no me ha tragado, pero me siento corroído por una amargura íntima e indescifrable, sin saber si se trataba de una amargura del alma o del cuerpo; sin comprender si esa angustia, esa náusea acuciante que sentía, era física o moral; si era el malestar y la vergüenza de haberte abandonado a tu destino, o era aquel absurdo y continuo huir de las viejas costumbres. Hay un contraste enorme entre ese exterior festivo, rebosante de bailes y música, de movimientos y risas, y lo que yo siento en mi interior. Pero ya nuestros anfitriones nos acogen con leche y dátiles, como requiere la costumbre, después de los necesarios besos, abrazos y estrechamientos de manos. Y entramos todos a celebrar el gran día.
Iman Tanouti
Rabat, el 26 de mayo del 2010
(Basado en el ejercicio realizado a partir de “Comienza el desfile” de Reinaldo Arenas)
[1] Basado en un cuento popular ruso.
[2] Viento seco y abrasador proveniente del Sahara que hace aumentar considerablemente las temperaturas, principalmente en el interior del país.
Lo que cuentas, lo cuentas con talento y lo que no dices es lo que conforma en el cuento la verdadera intriga. Felicidades.
ResponderEliminarSiento siempre una admiración particular para el don innato que exhiben ciertas personas para hacernos viajar muy lejos a través de sus escritos. Este don es manifiesto en tu cuento. En efecto, nos haces viajar agradablemente a través de dos culturas tan distantes, ocurriéndose semejanzas y diferencias.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu manera de manipular la pluma. ¡Felicidades!
Abdellah
Imane,
ResponderEliminarNo me canso de leer y releer “LA OFRENDA”, y otra vez como en otros cuentos tuyos es un verdadero encanto. Admiro tu estilo, la fluidez lingüística en tus textos y la riqueza del vocabulario (aprendo palabras nuevas leyendo tus cuentos).
Me ha mucho gustado tu cuento, y también el cuentito dentro del cuento como para las muñecas rusas aunque no he encontrado todavía una moralidad salvo para la vejiga que no tenía que reír tanto
¡Enhorabuena amiga!
Rkia
Leyendo este escrito he aprendido, he recordado, me he sentido reflejada , impotente como la persona protagonista... Me ha gustado muchísimo y por esa razón animo a la persona que lo ha escrito a no parar. Me encanta com describe la tradición, la cultura, los pensamientos, las creencias pero también los sentimientos y las emociones que no pueden pasar desapercibidos entre tanto alboroto, risas ruido y música hay paralelo el mundo íntimo.
ResponderEliminarEnhorabuena desde Lleida de parte de María
Imane, escribes cada vez de manera mas profesional y mas elegante. Se necesita un diccionario con tus cuetos :) Me gusta la estructura, los sentimientos del protagonista asi que el vaiven entre el pasado y el futur y los dos lugares completamente diferentes. Las comparaciones con el toro, el arbol...
ResponderEliminarBueno imane, me encanta!
Con gran admiracion,
Fatine
Maria,
ResponderEliminargracias por tu comentarion y los animos que me das, y alegro mucho que el cuento te haya gustado
la verdad, quizas muchos de nosotros podriamos reflejarnos en ese personaje, puesto que muchos no tenemos siempre la oportunidad de elegir, y otros elementos humanos o simplement de la vida , lo hacen por nosotros.
gracias otra vez
Muchas gracias por vuestros comentarios que dan mucho animo y ganas para escribir.
ResponderEliminarHola Iman,
ResponderEliminarTu cuento lo veo como una obra de teatro que refleja de manera casi perfecta algunas costumbras.el estilo y la estructura tal muy suave que la admiracion se impone gradualmente a lo largo de la lectura de la ofrenda.Voy a parar mis cumplidos por decirte muchas gracias.
Un fuerte saludo.
Hola Iman,
ResponderEliminarTu cuento lo veo como una obra de teatro que refleja de manera casi perfecta algunas costumbras.el estilo y la estructura tal muy suave que la admiracion se impone gradualmente a lo largo de la lectura de la ofrenda.Voy a parar mis cumplidos por decirte muchas gracias.
Un fuerte saludo.
Abderraouf,
ResponderEliminarmuchas gracias por tus cumplidos y me alegro que el cuento te haya gustado.
un saludo