Aquel día, no podía creer que el brazo que llevaba un tatuaje en forma de texto era el de su hijo. No estaba escrito o tatuado sobre esa piel lívida, casi la de un cadáver, con cualquier caligrafía. Estaba escrito en tifinagh, el cual ella no podía ni siquiera descifrar. Se prometía siempre a sí misma que encontraría tiempo para aprender el alfabeto de la lengua amazigh o bereber, pero jamás pudo llevar a cabo su deseo y apenas sabía escribir su nombre. Pensó que sin duda alguna era un mensaje y tenía que saber su significado.
La habían avisado la mañana de este martes inolvidable desde un número de teléfono que no reconoció por no haberlo visto antes. La voz masculina le informó que su hijo estaba en urgencias entre la vida y la muerte. Le añadió que debía darse prisa porque su estado era crítico. Le dio la dirección y colgó, sin darle ninguna otra información. Sintió un peso sobre su pecho y el dolor que suele provocarle el temor y la angustia en su estómago. Condujo como una autómata dirigiéndose hacia el hospital. Buscó, se informó, atravesó pasillos, subió escaleras. Finalmente, llegó con una sensación de malestar indescriptible y con todo el cuerpo congelado por dentro y por fuera a pesar del calor. En la unidad de vigilancia intensiva del hospital, desde la cual la habían llamado, encontró familias enteras y personas solas o acompañadas que esperaban para ver a sus familiares víctimas de alguna enfermedad o de algún accidente. Alguien dijo a su lado que sólo estaba permitido verlos desde lejos y desde detrás de la puerta vidriera. Sintió que el aire se negaba a llegar a sus pulmones a pesar de sus esfuerzos por regularizar su respiración. ¡Pero ya era suficiente bastaba con un enfermo…! Cuando le llegó el turno, entró y encontró dos habitaciones. Un enfermero le mostró con un gesto la puerta del cuarto de la izquierda. Entonces vio un montón de tubos, de aparatos y cuatro camas. Miró una tras otra a las personas que yacían inconcientes pero no reconoció al que quería ver entre ellos. Pidió al medico que había allí que revisara el nombre y apellido en el registro de la unidad. Este le confirmó lo que le había dicho antes aquel enfermero. Añadió, para su sorpresa, que su hijo estaba allí desde hace tres días y medio. Se dio media vuelta y volvió por segunda vez al mismo lugar para esforzarse y reconocerlo por algún matiz especial. Eliminó a dos hombres porque eran mayores y al tercero porque era calvo. Puso toda su atención sobre el último que le quedaba: era un hombre muy delgado, pálido, con barba de algunos días, la máscara de oxígeno le tapaba una gran parte del rostro. Además, estaba conectado a un tubo de suero o de alguna medicina que caía desde una botella. La aguja por la que le entraba aquel líquido se mantenía por el esparadrapo. Se fijó en el brazo flaco e inerte que reposaba sobre la sabana blanca: llevaba un tatuaje. Aquel brazo con aquel tatuaje no podía pertenecer a su hijo. Se preguntó desde cuándo y por qué lo llevaba y sobre todo qué significaba el texto escrito sobre esa piel que algún día había limpiado y cuidado. No podía acercarse más ni tocarlo. Se acabó la visita, que permitían por simple consideración humana. Había durado apenas cinco minutos. Los médicos le aseguraron que, si lograba pasar aquella noche sin complicaciones, entonces se hallaría fuera de peligro. Dio con dificultad algunos pasos para dirigirse a un banco de cemento que tenía cerca. Su vecina de asiento empezó a preguntarle por piedad o por curiosidad. Ella no le hizo caso y aquella no se animó a seguir hablándole. Su temor era tremendo y en su mente empezaron a desfilar imágenes de su hijo en edades diferentes y rechazó la idea de que pudiera morir tan joven. Su pensamiento regresó al tatuaje. Le recordó los cuadros de la caligrafía tifinagh de su cuñado que ella solía admirar cada vez que visitaba a su hermana. Se prometió que si su hijo seguía con vida, le preguntaría el significado de su tatuaje y que además empezaría con seriedad el aprendizaje del tifinagh. Se dio cuenta de que ya no había casi nadie a su alrededor. Todas aquellas personas que llevaban máscaras de dolor y de sufrimiento en aquel espacio con aquellos olores tan insoportables del hospital habían desaparecido. Alguien le pidió que se fuera y que regresara por la mañana muy temprano, pues entonces seguro que le permitirían ver a su familiar.
Bajó las escaleras, atravesó de nuevo pasillos y caminó muy triste hacia la salida. Esperaba con todas sus fuerzas el milagro del renacimiento de su hijo y pensaba que para ella, por aquel tatuaje, siempre habría un antes y un después. Y que lo esencial era que pudiera hablarle otra vez…
Rkia Okmenni
Rabat, 21 de marzo de 2012
Ejercicio basado en los cuadros de Lahbib Fouad/ Yeschou.
Una historia que puede ser real o ficticia, aún así creo que casi todos hemos salido alguna vez del hospital deseando que al dia siguiente nuestros deseos se hagan realidad.
ResponderEliminarHistoria realista, que por lo menos a mí, me ha puesto los pelos de punta. Anastasio
A veces, ocurre en la vida que la realidad y la ficción se entremezclen y se confundan.
EliminarGracias por comentar “Tatuaje”, Anastasio.
Tu cuento supera la ficción, aunque parta de la realidad. ¡Felicidades!
ResponderEliminar“Esto es obra tuya y mérito tuyo, Ester, pues gracias a tu gran trabajo y dedicación”, como dijo tu amiga María desde Varsovia (en su comentario sobre el blog), yo personalmente, he podido escribir “EL TATUAJE”.
EliminarGracias por comentar y por animarme siempre.
Querida Rkia:
ResponderEliminarTu cuento me atrapó desde la primera línea.
Describes muy bien la ansiedad, el miedo y la angustia que algunos hemos sentido alguna vez ante una noticia como la que la madre recibe.
Y además te comento que siempre me he sentido muy atraída por los signos bereberes, así que me encantaron las ilustraciones que apracen junto al cuento.
¡Felicitaciones!
Con afecto
Ana
Este cuento, como tus otros cuentos, está lleno de autenticidad, una autenticidad berbéro-marroquí. Tu elección de cuadro, la conexión con tatuaje y con el alfabeto Tifinagh es una idea excelente. Me gusta mucho.
ResponderEliminarAna, Abdellah,
EliminarMuchas gracias por comentar "Tatuaje". Vuestros comentarios me importan porque ya en una ocasión en que tomamos café juntos, os expliqué el porque de ciertos de mis textos...
Otra vez, gracias amigos.
Rkia
Quisiera saber que significa el texto que hay en los cuadros y de quien son?
ResponderEliminarGracias
Los dos retratos son de Lahbib Fouad / Yeschu a quien doy las gracias porque me ha permitido- con la ayuda de Ester- colgarlos en el blog del Taller y ilustrar “El tatuaje”.
EliminarEl primero lleno de movimiento significa: LA VIDA, en tamazighte:”Tudert”
El segundo: “Les hitistes”, jóvenes argelinos desocupados o en paro que sujetan las paredes a lo largo del día y…de una gran parte de la noche.
Rkia
un historia maraviosa......el sentimientos de un madre ....la pena .....la angustia...... la imaginacion todo me gusta
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