Lina baja los peldaños lentamente y entra en la sala
de estar, amueblada al estilo marroquí y donde se encuentra su madre Llalla
Khadija. Una bandeja de plata con una tetera y vasos de té
reinan sobre la mesa redonda del salón.
Kh: ¿Viste la hora? Es mediodía y te acabas de
levantar de la cama.
L: Yo debo aprovechar el domingo. No sé cómo
hacéis tú y papá para estar siempre en pie tan temprano, aunque os acostéis
tarde. ¿A qué hora volvisteis? Claro que antes que yo, ya que el Jaguar de papá estaba en el garaje
cuando yo llegué.
Kh: A la tres de la mañana… La fiesta fue
magnífica y los recién casados estaban guapísimos. Yo no quería volver tan
pronto, pero tu padre siempre tiene prisa. Dijimos, como de costumbre, que hoy
tenía una reunión de negocios. (Toma un trago de su té a la menta y enarbola una gran sonrisa) Sabes, espero con impaciencia el día en que pueda
organizar tu fiesta de matrimonio… Será una fiesta que nadie no olvidará jamás.
L: Mamá, déjame en paz. Sabes que todavía no
estoy preparada para casarme. Yo quiero salir, divertirme, vivir la vida. Es todavía muy
temprano para casarme.
Kh: (Se levanta y pone sus brazos en jarra) ¿Cómo? ¡Muy temprano! Pero, querida
mía, si tienes veintisiete años (levanta el tono de voz). A tu edad, yo ya
había decidido dejar de tener niños, pues ya os tenía a ti y a tu hermano, con
siete años.
L: Pero, mamá, los tiempos han cambiado. Y yo no
soy tú, no pienso como tú y no quiero casarme como tú lo hiciste.
Kh.: ¡Yo, tú, yo, tú! ¡Para, hija! Yo no veo ninguna
diferencia entre ayer y hoy… Una chica debe casarse y punto y aparte. Es
nuestro destino, el de las mujeres: casarse y tener hijos.
L.: No para mí… Y menos después de todos los
estudios que me he tragado en una de las más prestigiosas escuelas europeas… ¿Y
para qué? ¿Para cargar con una vida como la que tú me propones…?
Kh.: Un matrimonio es siempre un matrimonio, aunque
no sea aquel con el que uno sueña. Los buenos partidos son todos iguales, o casi
iguales, si te aseguran lo esencial: una casa lujosa, un bello coche, viajes y
una cartera dócil y generosa. El resto son sólo futilidades. Ponte eso en la
cabeza y serás feliz.
L.: Mamá, cállate, por favor. No me marees con esas
cosas cuando acabo de despertarme… (Dirigiéndose a la criada, que
está en la cocina.) Mbarka, tráigame un zumo de naranja cuanto antes.
Kh.: Pero ¿cuándo vas a comprender? Deja que te
arregle un pequeño encuentro con un buen partido que solo desea casarse... Hay tantos que tendrás donde elegir. Con tu apellido, nuestra
situación familiar y mis relaciones y las de tu padre, el asunto podría cerrarse
en menos de un mes. Mira,
es lo mismo que acaba de hacer tu tía para tu primo Ismael. Lo sabes bien...
L.: (Con un tono que muestra su
irritación) ¡Mamá! ¿Y el amor…?
Kh.: ¡Ya! ¡El amor…! De hecho, dime… ¿no seguirás
saliendo con ese chico de familia casi desconocida y que no se sabe de dónde
vino?
L.: Mamá, te aseguro que es tan hombre como cualquier
otro. Además está circuncidado, de verdad.
Kh.: ¿Y cuánto tiempo hace que sales con él…?
L.: Hace casi un año. Y consideramos que todavía debemos darnos un tiempo
para decidir si vamos a continuar juntos o no. Porque sé que en la vida siempre
elegimos y lo más duro es que después uno debe vivir con su elección. Yo no deseo
vivir un pésimo futuro. ¿Me
comprendes, mamá? Además, ¿es que todas las chicas no se comportan como yo?
Kh.: Pero ¿a qué chicas te refieres? ¡Probablemente hablas de las suecas, las
francesas o las americanas! ¡Despierta, hija mía! ¡Compréndelo de una vez! Estás
en Marruecos y, además, en una ciudad en donde la gente espía a todo el mundo.
L.: ¡Basta, mamá! ¡Esta discusión es inútil! (Se levanta y se dirige
hacia las escaleras). Mbarka, tráigame el zumo de naranja a mi habitación,
un café y una aspirina.
Kh.: No creas que vas a esquivarme de esa manera. Tan pronto como tu padre vuelva
del golf, le hablaré de tu comportamiento.
L.: Quizás yo sea una insoportable, pero fuiste tú quien me dio a luz y
quien me ha criado para ser sincera. Además, creo que Dios cometió un grave error haciendo de mí
una mujer…
Lina
se va y deja a su madre con la palabra en la boca.
Abdellah El Hassouni
Rabat, 2 de novembre de 2013
Texto basado en “El sí de las niñas – Acto III, Escena VIII”
de Leandro Fernández de Moratín.
Al leer “DIÁLOGO DE SORDOS”, que me gusta mucho por reflejar un lado de nuestra sociedad y sobre todo el conflicto de generaciones, me llamó la atención la semejanza entre la reacción de Augusto en « NIEBLA » de Unamuno cuando se rebela contra el autor que comentamos en clase ayer y la de Lina que dice a su madre:” Pero, mamá, los tiempos han cambiado. Y yo no soy tú, no pienso como tú y no quiero casarme como tú lo hiciste.”
ResponderEliminar¡Felicidades Abdellah!
Rkia