A usted quizás no le gusten los viajes
ni el ajetreo de los preparativos, pues por
muy corto que sea el viaje siempre hay ajetreo. Sacar dinero, preparar una
maleta con la ropa que lleva, quizás, meses en el fondo del armario o los
nervios de perder el tren o el avión van ligados a cualquier desplazamiento más
o menos largo.
Viajar te cambia la vida, en eso estamos
de acuerdo. Te saca de la rutina y te sumerge en otros ambientes y otros
escenarios y te coloca ante otro tipo de gente que va a dar un poco de oxígeno
a nuestro cerebro a veces atrofiado por tanta rutina y estrés. Viajar es bueno
para el alma; pero lo que no es bueno,
quizás, para usted sean las colas en los aeropuertos, los controles y el
soportar niños gritando a menos de dos centímetros de sus tímpanos. Puede que tampoco
soporte las estaciones de autobuses y de tren,
o los baños sucios. A usted quizás no le gusten los viajes. Y yo he de confesar que a mí tampoco me gustan.
Lo que sí me gustan son los viajes organizados.
Los organizados en mi mente. Esos viajes no son para conocer mundo, sino para
inventar o imaginar la vida de las personas que se cruzan en mi camino. Usted
podría llamarme indiscreto por entrometerme, de un modo u otro, en la intimidad
de los demás. Quizás lo sea, y si es así,
acepto mi castigo y usted tenga a bien aceptar mis disculpas. Me gusta sentarme
tranquilamente en cualquier lugar y ver pasar la gente e imaginar por qué
fulano va corriendo o la razón por la que la señora de verde tiene un aire
triste. Quizás el fulano, que bien podría llamarse José, va corriendo porque llega tarde a algún sitio. ¿Una cita con el médico? ¿Con una chica que conoció el
fin de semana pasado? ¿O quizás haya quedado con
su mujer para llevar a su hijo al parque? Yo apostaría por la segunda opción,
pues no tiene pinta de estar casado, ni mucho menos de tener un hijo. Quizás la
señora de verde se ha vestido así pues tiene la esperanza de conseguir algo.
Todos los métodos, o casi todos, son válidos. En su caso, por lo menos hoy,
invocando los poderes de los colores. Parece preocupada, de ahí la mueca
triste. ¿Quizás alberga la esperanza de ascender en su trabajo? ¿O tal vez sea
la de que su marido desaparezca de una vez por todas y acaben, por fin, tantos
años de sufrimiento y maltrato? También puede que se haya vestido así por
casualidad. Solo ella lo sabe.
Hay algo que siempre me llama la
atención y me aflige infinitamente y por lo
que me gustaría conocer su opinión. ¿No
ha visto alguna vez una casa en ruinas, abandonada y que está a punto de
caerse? ¿No le ha provocado ningún tipo de sentimiento? Yo siempre que veo una
me da mucha pena y tristeza, pues una casa
abandonada y en ruinas quiere decir que ya está muerta y, lo que es peor de
todo, olvidada. Siempre pienso en la gente que ha vivido allí, en las ilusiones
puestas cuando la compraron o construyeron o también,
quizás, cuando la heredaron (en este caso es
mucho más grave). Me imagino las alegrías y las penas que han conocido esos
muros ahora silenciados por el abandono. No sé, una casa abandonada siempre me
ha parecido como un difunto que no tiene a nadie que lo recuerde ni le ponga
flores. Si nadie la recuerda, ¿quiere decir que no ha existido? Me parece muy
triste. ¿Está usted de acuerdo conmigo? ¿Usted qué piensa? Quizás exagero y no
es para tanto. Sumido en estas divagaciones,
vea a la señora de verde descender calle abajo. Lleva un paso más alegre y
ligero y quiero creer, y lo deseo con toda mi alma, que eso que anhelaba, si es
que anhelaba algo, ya se ha cumplido.
Anastasio
García
Rabat, octubre del 2018
Una historia inspirada en el motivo de “El placer de viajar”, del libro
“Rupturas y ambiciones” de Miguel Ángel Cáliz.
Muy bella la asociación entre el viaje físico y el viaje interior, sobre todo porque aquí compruebo que la lectura del cuento de Miguel Ángel Cáliz sigue viajando por los lectores y nos sigue ofreciendo cuentos entrañables en los que seguir viajando. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué bonito Anastasio!
ResponderEliminarFelicidades.
Gracias Anastasio!!
ResponderEliminaruna maravillosa historia Anastasio mis felicidades
ResponderEliminarassia
Anastasio, el viaje que describes en la imaginación del narrador, en la que nos ha hospedado, es agradable y es un ejemplo de cómo podemos salir de nuestra rutina sin desplazarnos, por dónde se quiera y con el final que plazca.Basta sólo el deseo de vivir algo nuevo!
ResponderEliminarBuena idea y buen cuento!
Albena
¡Hola Anastasio!
ResponderEliminarTu texto es encantador, real y ficticio a la vez. Es algo fantástico cuando la mente escapa, imagina y completa lo que no puede saber ni averiguar.
Me gusta mucho este toque de esperanza cuando la protagonista escoge el color de su vestido y (quizás) lo asocia con sus esperanzas y con su deseo que se cumplan como la señora de verde al final del cuento.
¡Un gran placer leerte de nuevo!
¡Felicidades amigo!
Rkia