TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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martes, 1 de junio de 2010

“ÚLTIMA DESPEDIDA” DE RKIA OKMENI



A mi padre le gustaba, durante mis escasas visitas, sentarse a mi lado en el coche y contemplar al paisaje mientras hablábamos de todo: de la reciente venta de alguna parcela, de la última o próxima boda de vecinos o familiares, de la –imposible olvidarlo- muerte de un amigo suyo o de sus proyectos futuros. Quería que me enterase de todo lo ocurrido en el pueblo durante mi ausencia. Solía bajar el cristal, poner su codo derecho fuera del coche y, de vez en cuando, saludar a algún conocido que pasaba por la calle. Yo sentía su orgullo, el orgullo de ser mi padre, un orgullo casi palpable. Entonces lo veía de otra manera. Estaba atento a sus cualidades y a sus defectos, pero no lo juzgaba como se juzga a un adulto. Lo aceptaba tal como era. Era mi padre.
Al salir de la mezquita, los hombres, mayores y jóvenes, mientras andaban con un movimiento rítmico, cantaban a una sola voz unida por el canto religioso como se solía hacer en todo funeral. Además, durante aquel mes de junio, en nuestro oasis, todos sudaban pero nadie se quejaba del calor. Yo iba poniendo mis pies uno ante otro mecánicamente mientras seguíamos al féretro, que transportaban tres jóvenes y mi hermano mayor.
- Os acompaño en el sentimiento a ti y a toda tu familia -me dijo nuestro vecino de enfrente apretándome la mano.
Luego, la misma frase y el mismo gesto se repitieron a lo largo del funeral.
Yo llevaba mis gafas oscuras para ocultar mis ojos hinchados. Pensaba que mis lágrimas no iban a cesar nunca. Veía a muchos desconocidos, seguramente la mayoría de ellos eran niños de mi ayer que habían crecido durante mis años de ausencia, pues todos al verme se acercaban y, apretándome la mano o abrazándome, según el grado de familiaridad con el difunto, me decían una de esas frases hechas que se suelen decir en parecidas ocasiones. Muchos añadían: “¡Era un buen hombre, qué descanse en paz!”. Yo respondía algo, pero ellos no se paraban a escuchar mi respuesta perdida en medio de los cantos funerarios. Todos seguíamos andando. Tampoco me pasó desapercibido que la gente del pueblo, al ver el cortejo, se detenía al borde del camino por respeto al muerto.
Fue durante un viaje, no muy largo, sólo a unos doscientos kilómetros del pueblo. Habíamos ido para asistir a la boda de una prima mía. Después del almuerzo, nos sentamos juntos sobre un montículo lejos del ruido, de la música y de los cantos que nos llegaban desde la casa de mi tía. Ambos mirábamos hacia el acantilado de color ocre de enfrente y hacia la carretera que pasaba por debajo. Mi padre empezó a hablar. Miraba los coches que pasaban a lo lejos a toda velocidad dirigiéndose hacia las dunas de arena que hay al sur del país y que todas las agencias de viaje aconsejan a sus clientes.
Hablaba y me contaba su primer viaje que había realizado para estudiar, no unos estudios cualesquiera, sino estudios religiosos, en una comarca desértica que lo dificultaba todo: las costumbres, las condiciones climáticas e incluso el habla eran diferentes. Venía con grandes ganas de lograr el aprendizaje y la memorización del libro sagrado. Se había comprado con sus ahorros (días antes del gran viaje de su vida y cuando sólo contaba veintidós años) ropa y zapatos nuevos.
Debíamos atravesar el único puente que separaba el cementerio del pueblo. Dos primos míos, que reconocí con gran dificultad por los turbantes que se habían puesto en la cabeza para protegerse del sol, salieron de la masa para organizar el paso del puente. Ayudaron a parar los vehículos mientras el cortejo continuaba huyendo de aquel calor inaguantable. Al echar una mirada hacia atrás, me sorprendió el número de personas que nos seguía. Había aumentado, quizás incluso doblado o mucho más. El canto continuaba: la mitad de delante lo empezaba y la otra de atrás acababa la segunda parte. Después del puente, se formó una nube de polvo inevitable provocada por las sandalias de cuero de fabricación local que todos llevaban en verano y, sobre todo, por el hecho de que toda aquella muchedumbre arrastraba los pies a causa del calor, de la sed y del cansancio. Vi las primeras lápidas del cementerio. A poca distancia de nosotros, dos hombres esperaban nuestra llegada cerca de la tumba ya cavada y preparada para recibir a mi padre.
Yo lo escuchaba con algo de solemnidad en mi actitud. No podría determinar ahora con precisión qué fue lo que hizo que mi padre se acordara de sucesos ocurridos casi medio siglo antes. Era la primera vez que me confiaba hechos de la vida de aquel joven ambicioso que él había sido y que había decidido no seguir siendo un ignorante pastor durante toda su vida. Disfruté intensamente con aquel momento ubicado fuera del tiempo, un momento de auténtica complicidad, aunque llegara con retraso. Continuó narrándome su historia mientras yo lo interrumpía por curiosidad o para que aclarase algo que no entendía o simplemente para incitarle a seguir. Yo estaba totalmente atento a aquellos detalles de su vida que tanto ignoraba, recién salidos del fondo de su memoria o quizás del olvido. Consciente de aquel privilegio, durante unos instantes se me cerró la garganta por la emoción. Mientras me contaba sus recuerdos, de vez en cuando me decía: “¡Me alegro mucho de que hayas regresado aquí, que estés entre nosotros, hijo!”.
Al ver yo cómo echaban la tierra para tapar el hoyo (aquel último domicilio de mi padre), las lágrimas no paraban de fluir de mis ojos. Sentí un gran vacío dentro de mí y también toda mi impotencia ante la muerte. Apreté otras manos, abracé a familiares y, al regresar a casa, fui a consolar a mi madre y a mis hermanas. Estas últimas no podían ir de visita al cementerio hasta el tercer día.
Han pasado dos años y ahora estoy sentado cerca de su tumba en el cementerio, por primera vez después de su entierro y, por primera vez, acepto que debo llevar a cabo este duelo.

Rkia
Rabat, 22 de mayo de 2010
(Texto basado en “Comienza el desfile” de Reinaldo Arenas)

DE VISITA
Poema escrito mientras pensaba en mi difunto पद्रे

Estoy aquí.
¿Me sientes, hija?
Voy a sentarme,
cerca de ti.
¿Cómo estás?
Cuéntamelo todo,
todo cuanto te ocurrió
durante mi ausencia.
¿Cómo viviste estos años
sin mi presencia ni mi apoyo?
Aquel día tuve que irme
sin despedirme de nadie,
sin un abrazo
ni un hasta luego.
¿Cómo estás?
Dímelo todo,
¿La vida es dura contigo?
¿Dónde están tus hijos?
Seguro que han crecido,
que te dan mucho cariño,
y que te devuelven aún poco
de tu amor y tu sacrificio
¡Mis disculpas, hija mía!
¡Disculpas por el retraso!
Debía venir de visita antes,
Pero, con el tiempo que ha pasado,
ya ni me acuerdo
de qué me lo impidió.
Aunque ahora que lo digo…
Me parece estar seguro
que fue por culpa
de la lápida, de la sepultura.

Rkia Okmenni
Rabat, mayo de 2010

3 comentarios:

  1. ay......... el final.... el final, aunque uno lo intuye, lo sabe... ay... el final...... vuelves a releerlo entonces y.... ay ...el final.....
    gracias por hacer sentir todo esto...

    ResponderEliminar
  2. Bonito texto Rkia. Respeta esta ida y vuelta en el tiempo, nos hablas de tu Oasis tan querido, sentimos el calor y vemos el polvo... y bueno el final, es verdad que es muy conmovedor... Menos mal que el tiempo lo cura todo amiga...

    El poema tambien me gusto ...

    Que sigues escribiendo ;)

    ResponderEliminar
  3. Gracias por haber compartido esta historia con nosotros y por haberla leído en público... Le tengo un cariño especial a esta historia y más sabiendo que realmente forma parte de tu historia.
    Un gran beso.

    ResponderEliminar

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«VEINTE AÑOS, HIJO», BAHIA OMARI

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Ensayando para el Día E junio 2015

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Recital 18 de junio de 2016

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21.00 Instituto Cervantes de Rabat

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015, 19.00 -INSTITUTO CERVANTES DE RABAT -

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014
Recital "A orillas del Bu Regreg 2014"