TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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miércoles, 6 de octubre de 2010

“ENCUENTROS” de FATINE SEBTI

Buenos aires, verano de 1943
Tengo ocho años, llevo una falda roja y el pelo suelto. Con mis primas mayores, Gabriela y Laura juego a la rayuela. Pasa por la calle un hombre alto y fuerte, de ojos verdes y de abundante barba, con una decena de canas y el torso desnudo. Lleva un pantalón verde gastado, una mochila sobre los hombros, un bastón en la mano y, en el rostro, una sonrisa que haría feliz a la gente de toda Argentina. Al verlo mis primas se alegran y van a su encuentro, les sigo y el hombre se sienta en el suelo, abre su mochila y saca de ésta unas cartas con unos raros dibujos. Laura dice:
- ¡Que este año soy yo la primera! ¡Acuérdate, Gabri, que el verano pasado empezaste tú!
- La verdad es que no me acuerdo… Pero, bueno, pasa, pasa, eres la mayor. Te sigo yo y luego Pepa.
Yo no comprendo nada de lo que pasa y observo la escena un tanto apartada. El hombre dispone ágilmente sus cartas sobre un pañuelo amarillo y le pide a Laura que elija una. Vuelve a mezclarlas y ella elige otras dos veces. Con mucha impaciencia, dando saltitos, le pregunta algo sobre su futuro. El hombre habla en voz baja y yo no logro escuchar nada. Ella se enfada, le dice que es un brujo, que no sabe nada y se va corriendo. Gabriela se acerca al hombre y coge al azar sus tres cartas. Él le dice algo y ella emite un grito de alegría, se arremolina sobre sí misma y, tomándome la mano, me pone ante el hombre, que me mira intensamente. Miro las cartas y pienso ya en las que voy a elegir, cuando el me dice que lo de las cartas no funcionará conmigo y que para decirme algo de mi porvenir tendría que ver las líneas de mis manos. Se las tiendo. Las suyas están heladas a pesar del calor que hace. Me mira y me pregunta:
- ¿Qué quieres hacer en el futuro?
Y yo, en un arrebato de osadía que me sorprende, le digo:
- ¡Eres tú el vidente, así que dímelo tú!
Imperturbable y sonriente me responde:
- Médico… Quieres llegar a ser médico. Y lo lograrás en el caso de que no te vayas al medio oriente. ¡Ah! ¡Pero no olvides algo: somos inmortales!
Gabriela me toma de la mano al tiempo que me recuerda que se nos está haciendo tarde y que le grita al hombre:
- ¡Hasta el próximo verano, Nahuel!

[La misma escena se repite durante los tres años siguientes. Laura siempre espera sacar cartas que cambien su destino, Gabriela teme sacar otras que puedan estropearle los buenos augurios y yo aprovecho la frescura de las manos de Nahuel sobre las mías y le escucho asegurarme que un día yo llegaré a ser medico si no me voy al medio oriente.]

Buenos aires, verano de 1954
Tengo diecinueve años, llevo un vestido de color malva y un sombrero de paja adornado con una flor roja; exhibo un vistoso maquillaje y me siento más guapa que nunca. Mi recién estrenado ligue de verano me espera cerca del parque y yo voy a su encuentro. Hace años que no estaba en Buenos Aires y me cuesta un poco encontrar el camino, pero me gusta la idea de hacer esperar a mi novio. En la calle Morón, un hombre esta sentado en el suelo, sobre un pañuelo amarillo, y manipula unas cartas con la increíble agilidad de un mago. Aminoro mi paso para acercarme a él. Levanta la cabeza y yo reconozco inmediatamente su mirada y su sonrisa contagiosa. Exclamo:
- ¡Quién lo iba a decir…! ¡Nahuel!
Él menea su cabeza de arriba a abajo para confirmar.
- ¡Pero, hombre! ¡Después de tantos años y sigues siendo el mismo, igual de joven y fuerte! ¿Te acuerdas de mí? Soy Pepa, y tú un lamentable vidente. No voy a ser médico, ni siquiera enfermera… Estudio periodismo!
Y él se ríe con muchas ganas.
- Dame tus manos, niña –me pide él.
Las suyas están heladas, como si el calor del mundo que rodea su cuerpo no lo penetrara, o como si su sangre fuera la de un reptil. Con su índice acaricia mi palma y dibuja las líneas de mi mano. No dice nada y yo le inquiero:
- ¿Qué? ¿Qué te dicen? ¿Te hablan mejor ahora? ¿Llegaré a ser una periodista admirada y famosa? –me burlo y me río.
- Llegarás a ser médico. Las líneas de la mano nunca engañan. Somos inmortales y uno tiene más de un destino. Pero no te olvides: no debes ir al medio oriente.
- ¡Ay, Nahuel! ¡Es que nunca cambiarás! ¿Que iría a hacer yo al medio oriente? ¡Déjame darte un beso, que mi novio me está esperando!
Le beso en la mejilla. Su barba es de seda.

Bogotá, Colombia, 1974
Tengo 39 años, llevo un pantalón gris y una camisa rosa. El cielo tiene un color indefinido, un azul soso, unas nubes más grises que blancas y un sol vacilante de rayos más bien tímidos. Llevo un moño y un maquillaje ligero, apenas perceptible. Soy periodista. Una periodista discreta. Intento ser escritora, pero no he logrado escribir más que unos cuentos infantiles sin gran importancia. Estoy casada y tengo un hijo, Emanuel. Mi marido es médico. El día de mi boda pensé en Nahuel. No soy yo el médico sino mi marido. Debió equivocarse de línea. Tal vez. Sonreí con un poco de tristeza.
Admiro a mi marido, pero a veces le envidio ya que todavía siento una cierta amargura por mi sueño roto. El de llegar a ser médico. Por eso, quizás, algunas veces le pido en plena noche que se ponga su bata blanca y me abrace. Extraño Argentina. Extraño la despreocupación de mi juventud, mi belleza y mi estúpida pretensión.

Buenos aires, verano de 1999
Tengo 64 años. Soy viuda y estoy sola. Mi hijo se ha ido a estudiar a Francia. Estoy de vuelta en Buenos Aires, tras treinta años de ausencia. Todo ha cambiado… Incluso yo. Mis huesos se han vuelto frágiles y mi cuerpo débil. Mi corazón va perdiendo progresivamente el aliento, pero el fervor de mi alma se mantiene intacto.
Es domingo y me dirijo hacia la iglesia. Estoy resfriada y tengo la voz ronca. Canturreo: «Dos gardenias para ti…» y disfruto del sonido alterado y agradable de mi propia voz. Estoy delante de la iglesia y una ola de nostalgia y de recuerdos me invade el alma. Entro. El olor es el de siempre, el de la madera y el de mi infancia. Cierro los ojos, respiro con avidez y me olvido del tiempo. No he rezado desde la última vez que estuve en esta misma iglesia, pero hoy siento deseos de hacerlo. Me arrodillo y rezo en silencio. Pasan unos minutos o tal vez unas horas. Siento una presencia a mi lado y entiendo que no estoy sola. Espero un instante y miro a mi vecina discretamente. Bajo la luz tamizada de la iglesia creo que soy víctima de una alucinación: mi vecina de banco es una copia perfecta de mí misma a mis veinte años. Cierro los ojos y vuelvo a mirarla, esta vez de una manera indiscreta y nuestras miradas se cruzan. Algo pasa entre nosotras, veo mi propia sorpresa en sus ojos y los acelerados latidos de mi corazón cansado me avisan ante esta situación inusual. Busco palabras para decirle algo, pero ella desvía su mirada, cierra los ojos, vuelve a abrirlos y me mira. Se mueve, se rasca los ojos con los índices y se agita.
- ¿Qué te pasa?
No me responde y no me mira, intenta levantarse y yo la retengo por el brazo, que tiembla de emoción.
- ¡Quédate…!
- ¡No, no y no! Sé que no existes, eres fruto de mi imaginación, como siempre. Te veo en mis sueños y en el espejo cuando me miro…Pero ¿cómo puedes perseguirme hasta en la iglesia, la casa de Dios…? ¿Cómo? ¡Déjame en paz porque yo no lo aguanto más, por favor!
Veo que está a punto de llorar.
- Soy real. Por lo menos esta vez… ¡Créeme!
- Nunca me hablaste antes, ni me tocaste…
- No era yo.
- Sí. Eras tú. Te veo en mis sueños, desde años, sin comprender. Siempre me sentí como más vieja por dentro… Y a veces sentía que una parte de mí no estaba conmigo… Como si estuviera en dos lugares al mismo tiempo, aunque “el otro lugar” no el otro lugar no lo ubicaba. Con el tiempo comprendí que me veía a mí misma siendo vieja y me creí morir. Pero no lo hice... Todo lo contrario… Debía decidir qué hacer con mi vida. En aquel entonces, empecé primero psicología, pero todo lo que aprendía me confundía más y más. Luego, cedí a los deseos de mi padre y empecé medicina. En aquel momento me parecía lo único que podía hacer: salvar vidas, vivir y comprender el dolor de los demás, darme completamente hasta morir de cansancio y, sobre todo, olvidarme de mí misma… Y ahora, ahora mismo, no entiendo ya nada…
Al hablarme de sus estudios de medicina, mi corazón salta en el pecho hasta dolerme. Estoy delante de quien yo era hace 40 años, de aquella estudiante de medicina. De repente, mis ojos se llenan de lágrimas y una fuerte emoción se apodera de mí. Con una voz temblorosa y apenas audible le digo:
- ¿Es que estás estudiando medicina?
Ella parece haberse tranquilizado un poco y me responde:
- Sí. Pero ¿qué importancia tiene eso? Ahora quiero comprender... Tú eres la mayor… ¡Explícame! Si no eres una ilusión, ¿cómo hemos podido encontrarnos? ¿Soy tu doble? ¿Existimos en la misma época? ¿Eres médico también?
- Soy periodista. O más bien, lo fui. Pero el sueño de mi vida siempre fue ser médico. Técnicamente no sé cómo hemos podido encontrarnos, pero el motivo sí. Un día lejano ya, un hombre me dijo que yo llegaría a hacerme médico, que uno tiene más de un destino y que somos inmortales. Y lo del destino también se confirma dado que no tenemos la misma vida ni la misma historia. Yo nunca lo tomé en serio, puesto que tiempo después empecé mis estudios de periodismo. Pero el insistía y yo me burlaba de él. Pero ahora entiendo, vas a cumplir mi sueño, tú. ¿Cuántos años de estudios te quedan?
Me mira con los ojos enormemente abiertos, redondos y dilatados. Seguro que no le da ninguna importancia a ese hecho dada la situación.
- Me gradúo dentro de un año. Pero creo que antes haré una pausa. Iré con una compañera a Kabul para contribuir a una misión humanitaria. Al volver, proseguiré el año de estudios que me queda.
- ¿Kabul? ¿Está en el medio oriente?!
Una impresión más y mi corazón es capaz de pararse. Ya no edad para tanta emoción…
- No debes ir. No, no vayas…
- Pero ¿por qué no?
- Ahora lo entiendo todo… Nuestro encuentro no es fruto del azar. Tenía que avisarte de un peligro que no sabré describirte con detalle. Aquel hombre llegó a decirme una cosa más: que había una sola condición para que yo consiguiera ser médico y es que no debía ir al medio oriente.
- Pero todo está preparado, mi compañera cuenta conmigo y no puedo abandonarlo todo en el último minuto!
- Tuvo razón en todo lo que me predijo, lo que nos predijo, y ¿debería equivocarse en este único punto?
Le aprieto la mano, le miro a los ojos y le digo:
- Confía en mí, y no vayas allí.
- ¿Crees que volveremos a vernos?
- No creo, pero ¿quién sabe?
- ¿Dónde vives?
- Bahía Blanca 600, entre las calles Felipe Vallese y Morón.
- ¿Te puedo ir a visitar?
Tengo un nudo en la garganta, me enternezco por ella y leo piedad en sus ojos. ¡Qué raros somos los humanos! ¡Nos queremos demasiado a nosotros mismos!

Buenos Aires, verano de 2000
Mis sueños son apacibles, y cuando me miro en el espejo la imagen que veo es la de una cara joven con rasgos dulces y finos. Tengo veintisiete años y llevo una bata de un blanco inmaculado. Antes de salir hago una última ronda de visitas en el servicio pediátrico del hospital en donde trabajo. Cada paso que doy es un regalo de la vida, cada respiración, cada gesto… No paro de pensar en que, si hubiera ido a Afganistán, hubiera ido al cielo con mi pobre compañera. Nunca olvidaré el sentimiento de extraña superviviente que tuve al oír que el hospital en donde trabajaba Olga había sido bombardeado. Ya hoy es un sentimiento mitigado, hecho de miedo, de alegría y de culpabilidad. Inmediatamente aquel día pensé en mi encuentro en la iglesia. Por más científica que sea, sé que siempre algo escapa a la lógica científica y al entendimiento humano…
Salgo a la calle y el aire fresco me hace bien. Mi novio me está esperando en un restaurante cerca, pero tengo ganas de ir a la iglesia. Le llamo para anular la cita. La iglesia es quizás el único lugar en el mundo que no cambia, un lugar en el que se pierde la noción del tiempo y a veces esto lo necesitamos tanto. Rezo un rato y echo una ojeada alrededor. Ella no está. Un poco decepcionada salgo sin saber adónde ir.
Decido vagar un poco en el barrio Floresta. Una dirección trota en mi mente y, al cabo de unos segundos de duda, decido ir en su busca. Bahía blanca…Estoy delante de la casa y tengo la impresión de vivir un déjà-vu. Un sueño. Mi corazón late muy rápido y mis manos tiemblan. Un joven abre la puerta, debe de ser el hijo. Pregunto por la señora Pepa. Con una mirada triste y una voz profunda, me dice que se ha ido ya hace más de cuatro años.
- Pero si yo la vi el año pasado…
Me mira con recelo y me dice
- No puede ser señorita. No puede ser. Pero…usted debe de ser de la familia, se parece mucho a mi madre…
- Sí, de la familia. Una familia muy cercana. ¡Adiós!
Por la calle Morón pasa un hombre que me llama la atención a pesar de su discreción. Es alto y fuerte, de ojos verdes y de abundante barba, con una decena de canas y el torso desnudo. Lleva un pantalón verde gastado, una mochila sobre los hombros, un bastón en la mano y, en el rostro, una sonrisa que reconozco…

Fatine Sebti
Rabat, 27 de junio de 2009
(Ejercicio basado en “El otro” de Jorge Luis Borges)

5 comentarios:

  1. ¿Ese Nahuel no es Julio Cortázar...? Si en principio no lo era, creo que ya lo es para quienes te conocemos... Otro magnífico y mágico cuento con doble.

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  2. Como siempre una ingenuidad increíble, un talento incomparable, un final inesperado, sigues encantarnos con tu maravilla pluma. Tú naciste para escribir.

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  3. ¡Qué placer, incluso cuando es una segunda lectura!
    Un placer diferente ya que no se trata de la trama del cuento, pero más bien la estructura, la imbricación de los hechos, las elecciones de las palabras…. etc.
    Leerte, releerte es una maravilla. Bravo Fatine.
    ¡Ahora, me preparo para otra lectura y te diré! Salvo si me propones un nuevo cuento
    Abdellah

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  4. Lo mismo te digo Fatine, releerte es un placer, ya habia leedo este cuento que me parece estupendo como tantos otros tuyos. Cada vez nos sorprendes con tus mundos diferentes y maravillosos. felicidades

    ResponderEliminar
  5. Querida Fatine,

    Descubrimos en el taller que estas liberando un amplio potencial de escritura que nos encanta a todos.
    Me ha mucho gustado “Encuentros” y te lo dije ya antes cuando lo lee por primera vez. ¡Enhorabuena!
    Te deseo mucho ánimo para seguir desarrollando tu capacidad creadora y espero leer otros textos tuyos en el Blog.

    Rkia

    ResponderEliminar

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Ensayando para el Día E junio 2015

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Grupo del Taller de Lectura y escritura 2015

Recital 18 de junio de 2016

Recital 18 de junio de 2016
21.00 Instituto Cervantes de Rabat

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Bahia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015, 19.00 -INSTITUTO CERVANTES DE RABAT -

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Viernes, 24 de abril de 2015

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA
Recital del 24 de abril de 2015

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014

RECITAL 11 DE JUNIO DE 2014
Recital "A orillas del Bu Regreg 2014"