El café estaba frío. No quise
molestar al camarero para que me lo calentara. Era
un joven que no tendría más de dieciocho años y que parecía un poco despistado.
En la cafetería no había mucha gente. Excepto una madre con su hija, todos
éramos clientes solitarios. Un joven ejecutivo que no paraba de mirar el
teléfono y que seguramente estaba esperando una llamada importante, un señor de
unos setenta años leía el periódico plácidamente ajeno a todo lo que le
rodeaba, una chica morena que estaba sentada en una mesa de espaldas a mí, dos
o tres personas más y yo.
Acababa de empezar mi segundo
nuevo trabajo. Hacía poco que me había instalado en la ciudad y no podía decir
que las cosas me iban mal. Tenía trabajo o, más bien dicho, trabajos bastante
sacrificados que me permitían poder vivir, pagar el alquiler y ayudar a Julia.
Fue ella la que me animó a salir del pueblo y buscar nuevas oportunidades. «En la ciudad –me decía– encontrarás a gente que te
ayudará, tendrás más facilidad para publicar tu libro»,
así que un día hice la maleta y me vine. Lo único que siento es haberla dejado
sola, sin nadie que la cuide. Jamás podré agradecerle todo lo que ha hecho por
mí. Jamás. Espero que pronto consiga la plaza en la residencia para que esté y
se sienta bien cuidada.
Por las mañanas, trabajaba en un
bar, el bar Tino, y por las tardes en un pub. Dos trabajos diferentes pero
iguales. Dos maneras de ver y encarar la vida, aunque con un único objetivo, servir a los clientes. El poco tiempo que me quedaba
lo dedicaba a terminar mi libro y a buscar contactos. Esperaba publicarlo algún
día para, así, poder compartir con los demás tantos años de esfuerzo y
dedicación. También hablaba con Julia una o dos veces a la semana, pero sobre
todo en mi día libre. La llamaba para animarla y darle fuerzas; aunque,
sinceramente, en realidad la llamaba para que ella me inyectara la energía y la
vitalidad de la que yo, en ese momento, carecía.
El bar Tino estaba en un barrio
humilde de la ciudad. Un barrio de gente honrada y trabajadora, frase que
repetían cada mañana al menos dos o tres clientes. Se abría todos los días a
las siete de la mañana y, como fui el último en incorporarme, me tocaba siempre
levantarme antes de las seis para ducharme, desayunar y salir corriendo a coger
el tranvía. Por las noches, entraba a las ocho. El tiempo de colocar y preparar
todo antes de que llegaran los primeros clientes, posiblemente los hijos de los
que se tomaban el café con la copa de anís o coñac por las mañanas, antes de ir
a trabajar. Siempre he admirado a este tipo de personas, trabajadores
impertérritos que luchan por sacar adelante a su familia, que saben del
sacrificio y la dedicación. Desde que comencé en el pub,
he sentido una sensación un tanto extraña, una impresión de lo dispar que es la
vida. Empezaba y terminaba el día con gente de intereses y necesidades
totalmente diferentes. Gentes que poco o nada tenían en común, excepto la basta
sensación de darse un momento de placer.
Un día, hace ya tiempo, encontré
en el bar, al retirar una mesa, un papel con un teléfono. Me llamó la atención
ya que las cinco primeras cifras coincidían con las del mío. No le di mayor
importancia, pues pensé que a algún cliente se le había caído o, simplemente,
lo había tirado porque no lo necesitaba. Luego, me olvidé totalmente del asunto
hasta que una noche, en el pub, volví a encontrar un papel con el mismo número
de teléfono. ¿Casualidad? Entonces ya no lo creí y un pensamiento me empezó a
rondar por la cabeza, llamar para ver quién respondía… Pero ¿y si alguien lo hacía?
¿Qué iba a decir? Lo estuve meditando durante algún tiempo, pero al final
deseché la idea. Me dije que podía ser el teléfono de un médico, de un taxista
o de alguna empresa de servicios, pues me parecía bastante extraño que fuera de
un mismo cliente que frecuentara los dos locales. Así que me olvidé del tema.
Una noche, estando en el pub, vi
a una mujer joven que parecía difuminada entre las luces y la gente. Tenía el
pelo lacio y oscuro. Moreno, recordé luego. Estaba parada, inmóvil, cerca de un
rincón y me miraba fijamente. Parecía una estatua, absorta y embebida por la muchedumbre
que llenaba el local. Tenía unos ojos fuertes, intensos y parecían dos profundidades
dispuestas a atrapar todo aquello que se cruzara en su camino. Esa sensación la
experimenté en primera persona, pues me dio un vuelco el corazón cuando
nuestras miradas se cruzaron y una descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo.
Su cara no me era familiar, pero había algo en ella que sí lo era. Luego,
empezó a andar, abriéndose paso entre la gente, esbozando una sonrisa y
dirigiéndose hacia mí. En ese instante, un cliente me llamó y volví la cabeza.
Cuando me di la vuelta, la mujer había desaparecido. Me quedé tan impresionado
o, quizás, tan atrapado en sus ojos, que no me la pude quitar de la cabeza en
toda la noche.
Más tarde, ya en casa, recordé
que no era la primera vez que nuestras miradas coincidían. La había visto en el
bar varias veces, aunque nunca había hablado con ella. Se sentaba en una mesa
del fondo, a espaldas de los clientes y mi compañero le servía un café con
leche bien caliente. Ella, mientras esperaba a que el café se enfriara, se
dedicaba a garabatear las servilletas, o eso era lo que a mí me parecía. De vez
en cuando, giraba la cabeza y me miraba fijamente mientras me sonreía. Reconocí
esa misma sonrisa en el pub. Me la había encontrado tres o cuatro veces en los
últimos quince días. Nunca la veía entrar ni salir, era como un fantasma que
aparecía y desaparecía a su antojo. Al recordarla, me invadió una sensación de
zozobra y desasosiego. Estaba intrigado y quería saber quién era esa
desconocida que parecía buscarme y luego desaparecía. Me llegué a preguntar si
realmente existía, si era fruto de mi imaginación o del cansancio que llevaba
acumulado y que me hacía confundir a la gente. Sin embargo, la angustia se
adueñaba cada vez más de mi cuerpo. Quería saber, necesitaba saber.
De repente, me desperté y abrí
los ojos lentamente. Me encontraba un poco aturdido y desorientado. Notaba una
presión en el pecho, un vacío que casi me impedía respirar. Tardé un instante
en reaccionar y en darme cuenta de que todo había sido un sueño. También me di
cuenta de que, a pesar del tiempo transcurrido, todavía no había conseguido
olvidarla. Recordé el número de teléfono y también que era mi día libre. Una
idea se empezó a forjar en mi mente. ¿Y si lo intentaba?
Anastasio García
Rabat, febrero-marzo del 2016
Actividad basada en un motivo de
“Hotel Almagro” de Ricardo Piglia.
Hola, Anastasio.
ResponderEliminarMe ha parecido un cuento entrañable. De esas historias con las que te puedes llegar a sentir identificado mientras la lees. Felicidades, compañero.
Muchísimas gracias, me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarAnastasio
ResponderEliminarTu cuento me encanta. Cada vez me sorprendes agradablemente.
Me gusta la última frase de tu cuento en forma de una cuestión sin respuesta.
Enhorabuena
Anastasio!
ResponderEliminarMe gusta mucho la manera tan impresionante de este cuento. Todo se revestió en la mente y creyendo una sensación de sueño desordenado, que se transmite al lector.
El texto està fluido con muchos vocabularios nuevos para mi. La descripción de los lugares, de las personas, està muy bien estructurada.
Al final, la respuesta a tu cuestión será la escritura de un otro cuento para elucidar el enigma.
Bravo amigo!!!
Bahia
Anastasio,
ResponderEliminar¡Me encanta tu cuento!
Es muy atractivo con una dosis bastante suficiente de suspenso para crear “una complicidad” creciente entre el lector y el protagonista y sobre todo para estimular su curiosidad.
Aprecio también la presencia del personaje de Julia, haciendo parte del fondo del retrato de la vida del futuro escritor, permanece presente desde el principio hasta el final.
Coincido con Abdellah y Bahia en lo que se refiere a la última frase.
En espera de “LA DESCONOCIDA”[2 ], no en el sueño pero como otro cuento,
¡Felicidades!
Rkia
Anastasio: Me gusta mucho tu cuento: por su trama,por su nudo y por sus palabras y expresiones profundas y habilmente elegidas.
ResponderEliminarEnhorabuena
Fatima
Queridos compañeros, muchas gracias por vuestros comenterios. Me alegra de que os haya gustado. Sin vuestro apoyo y sin la ayuda de Ester nada de esto sería posible.
ResponderEliminarUn saludo a todos y ánimo para seguir escribiendo.
Anastasio
¡Felicidades Anastasio!! ¡Me ha encantado! Muy buenas descripciones, me he sentido transportada a los dos ambientes, tan diferentes entre sí.
ResponderEliminarCoincido en que me ha gustado mucho la parte de realidad que aporta Julia al protagonista y el final también. Muy a "Lo que el viento se llevó". ¿Para cuándo la segunda parte? :)
Holà Anastasio ! No se todavia si tengo derecho o capacidad de comentar las realisaciones de uno de mis profesores ! No me atrevo , pero estoy segura de que tu relato me ha cautivado y estaba esperando el final de la historia hasta las ultimas palabras y todavia estoy esperando ! El misterio reina entre las lineas y sigue llevando nos hacia un final que no llega , maravilloso ! Ahora estoy haciendo suposiciones para adivinar la continuacion !! Muchas gracias por estas sensaciones !! Enhorabuena!
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