TALLER DE ESCRITURA "A ORILLAS DEL BU REGREG" DEL INSTITUTO CERVANTES DE RABAT

Bienvenidos a «A orillas del Bu Regreg», el blog de los integrantes del Taller de lectura y escritura creativa, un curso especial que realizamos desde hace doce años en el Instituto Cervantes de Rabat (Marruecos).

En este espacio damos a conocer los cuentos, poemas y otros ejercicios de escritura que se proponen en clase y que realizan nuestros alumnos, aunque también publicamos colaboraciones de nuestros lectores.

Muchas gracias por leernos y por compartir vuestras opiniones.
Ester Rabasco Macías (profesora del Taller)

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viernes, 9 de septiembre de 2016

«AMOR SIN FRONTERAS » DE ILHAM BENALI, IMANE SQAL, EL KBIR TABIT y ALI TIZILKAD.


Era un día luminoso y caliente de mayo, así que el Quaie de Seine estaba lleno de parisinos que salían para disfrutar del buen tiempo, vestidos con ropa más ligera de la que llevaban unos días antes. Ese  año, el invierno había sido muy largo y frío, así que, por fin, podíamos ver el sol y salir sin paraguas.

Yo estaba con mi pequeño grupo de amigos: Alberto y Manu, como de costumbre, al lado de los muelles. Hacíamos bromas a las chicas que pasaban y les echábamos piropos para ligar con ellas. Entre estas, algunas sonreían para desarmarnos, otras nos contestaban con palabras y gestos vulgares, y, finalmente, estaban las que volvían la cabeza como si no se hubieran dado cuenta de nuestra presencia.

Mis dos amigos y yo estábamos sentados a la orilla del Sena, en París. Echábamos piropos a todas las chicas que paseaban cerca de nosotros. ¡Estoy harto de este comportamiento  tan vulgar hacia las mujeres!

Terminé las clases a las cuatro de la tarde, pero no tenía ganas de ir a casa, y decidí  quedarme un rato allá, al lado del río, leyendo un libro para ir después directamente a la mezquita, donde mi abuelo suele rezar. Este lugar me gusta mucho por el sonido del agua, del viento y de los pájaros que cobija el ruido de los pasos de la gente y los automóviles. Es ahí adonde voy siempre para relajarme y olvidar todo el estrés.

Pero ese día no conseguía concentrarme o relajarme por culpa de algunos muchachos que se habían sentado a mi lado y que no paraban de echar piropos a las chicas. Además, por el ruido que había alrededor tenían que chillar para que ellas los oyeran. No se trataba  solamente de chicas que llevaban ropa muy provocativa o que llamaban mucho la atención, sino de cualquier chica que pasara por el paseo. ¡Qué chicos tan mal educados! Es lamentable, a mí sinceramente me indigna este tipo de comportamiento, me parece una falta de respeto que una no pueda ir tranquila por la calle, así que me alegraba  cuando algunas de ellas los intimidaban respondiendo a los piropos.

Después de algunos minutos, ya no podía aguantar más la estupidez de aquellos muchachos, así que decidí marcharme. En ese momento, pasaron otros chicos que me insultaron de manera racista. ¡Qué gilipollas!

En un momento dado, pasó por delante de nosotros una joven morena, alta y hermosa. Con un velo negro cubriendo su cabello. ¡Admito que aquello le daba un poco de encanto adicional, un poco de misterio!

Al irme corriendo, una piedra se me atravesó y me caí en plena calle ¡Qué idiota fui!

De pronto, a pocos metros de nosotros, la chica tropezó con una piedra que estaba en medio de la calzada. "¡Ay!" –gritó ella–, tratando de evitar su caída y proteger su cara.

No supe qué sentimiento me empujó a ayudar a la chica musulmana que cayó al suelo cerca de nosotros. Me dejó boquiabierto su belleza incomparable e innegable.

Uno de los tres se me acercó rápidamente para echarme una mano: me ayudó a ponerme en pie y a sentarme y con la poca dignidad que me quedaba, le di las gracias. 

Luego vimos cómo se alejaban de todos nosotros para dirigirse a un banco. Manu cogió a la chica por los hombros y le ayudó a ponerse el velo, mientras ella sonreía a su “salvador”.  La discusión parecía muy animada.

Pude comprobar lo mucho que se habían divertido al caerme yo, pero el chico me pidió perdón por el comportamiento de sus amigos y propuso ayudarme a ponerme el velo que se me había caído, ya que yo me había hecho algunos rasguños en las manos. El pobre no sabía cómo hacerlo, así que empezamos a reírnos de su torpeza.

La escena continuó con una foto de la chica que nuestro amigo tomó con su teléfono móvil y, luego, vimos cómo estallaban en risas mirando las fotos en el móvil.

Él me preguntó por qué me obligaban a cubrirme el magnífico pelo que tengo y añadió que ¡estoy muy guapa sin él!  Le expliqué que el velo es una parte de mi identidad, que lo llevo porque yo misma quiero y que nadie me obliga y que me siento más guapa con él. Pude ver en sus ojos que lo había convencido y me pareció muy diferente a la imagen que me había hecho de él. No sé por qué se había comportado tan mal; me dijo que eran sus amigos y no él quienes se divertían de aquel modo.  Por eso, le di un mensaje para que se lo pasara a sus amigos: «Diles a tus amigos que a las chicas no nos gustan ni los piropos, ni mucho menos ese tipo de hombres y que todas las mujeres son guapas de una manera o de otra.»

Desde donde estábamos no podíamos oír sus palabras sino simplemente ver sus acciones que reflejaban una cierta complicidad, como si se conocieran desde hacía mucho tiempo.

Me sentía muy bien charlando con él, pero no podía quedarme más aunque quisiera.  Me marché pensando en él, en ese chico respetuoso, bueno y divertido que acababa de dejar atrás sin saber ni siquiera su nombre.

La seguí hasta la mezquita.

En la mezquita encontré a mi abuelo, le conté lo que me había pasado y, sobre todo, cómo uno de los chicos, muy simpático y amable, me había ayudado.

Salió de la mezquita después de su oración acompañada de su abuelo que  era  un hombre mayor de barba blanca con un traje gris modesto y barato, y en la cabeza, una especie de takia. Tenía sabiduría en sus ojos y rostro.

Al salir de la mezquita vimos a un joven esperando  que nos miraba. Zarka me dijo que era el  chico que le había ayudado, así que invitó al joven a caminar por la ciudad con nosotros.

Zarka y yo intercambiamos miradas de enamorados. Su abuelo y él me hablaron con un tono tranquilizador; por tanto, yo me quedé convencido de que podíamos convivir juntos y dialogar sin obstáculos culturales.

Me alegré mucho cuando vi el mismo chico que me esperaba, con una sonrisa agradable. No creo que imaginara que yo iba a salir de la mezquita con mi abuelo, porque el pobre se puso muy serio y nervioso.
Le presenté a mi abuelo  y,  por fin, nos presentamos correctamente. Se llama François.

Después de presentarse, le pregunté si era estudiante y él me respondió que estudiaba historia. Yo le dije  que es muy importante que uno conozca su propia historia  y continué con tanto orgullo. Mi Zarca  quiere ser periodista en el futuro para hablar de Francia, de su Francia.


Ilham Benali, Imane Sqal, El Kbir Tabit y Ali Tizilkad.

Rabat, junio de 2016.

Actividad de “escritura coral” basada en el cortometraje «Quais de Seine» de la película Paris, je t´aime.

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PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Rkia. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Viernes, 24 de abril de 2015

Iman.PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Abdellah. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Fatima. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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Rabat, 24 de abril de 2015.

Aïcha. PUESTA EN ESCENA DE POESÍA ESPAÑOLA

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