Llaman a la puerta,
alguien espera mi respuesta.
En el replano, un hombre me asombra,
de aspecto alto vestido con largo
abrigo,
con sombrero de copa y gafas negras,
en su mano una rama de flores
amarillas.
Por una mirada inquisidora, le dije:
-Dígame usted, ¿qué desearía?
Me contempla, sonríe tímidamente,
balbuciendo excusas, responde:
-Busco a una mujer, el sueño
de mi vida,
su rostro, usualmente ronda mi alma.
Contesto yo:
-Lo siento señor, se ha
equivocado de dirección.
Pero ¿quién es usted? Dígame,
si no es molestia.
-Ya estoy dentro de tu mirada,
por tus ojos brillantes
obtendrás la respuesta,
querida, no me dejes en la puerta.
- ¡Oh! Está demasiado seguro de sí mismo,
aunque esté disfrazado.
Con tono más cierto, se quita sus gafas diciendo:
- ¡Amor mío! Soy el maestro de la
guitarra,
¿Has olvidado mi canción, mi
palabra?
¿Y el río donde dejamos deseos y
obra?
- Mientras lo miro Yo callo sorprendida,
La realidad está aquí, revelada.
¡Dios mío! ¿Cómo osas?
Tú, que fuiste mi amor;
infiel amor, fuente de dolor,
qué desencanto tu reaparición,
muy grande fue tu traición,
muy fuerte fue la decepción;
ahora estás aquí, ante mí inclinado.
-Amor mío, por mi error ando vencido,
déjame, presentarte mis disculpas,
la añoranza me quema las venas,
el eco de tu voz me viene de
lejos,
es un verdadero
amor sin fronteras;
ante tus miradas, estremezco
por alegría, por arrepentimiento;
querida, ahora no es como antes,
quiero abrazarte en silencio
atendiendo a latidos de tu corazón.
-Tú, que fuiste mi amor:
Ahora no es como
antes,
ahora es demasiado tarde,
el tiempo pasó como un torrente,
sin piedad, causando un terrible daño;
maldito tiempo, maldito recuerdo.
Sí, recuerdo aquel día:
Te había puesto una mesa
prestigiosa,
y reservado un ambiente majestuoso,
todos los honores te les habían
realizado
con atención, amor y sumo cuidado.
Maldito día de la mujer, maldita
mentira;
te esperaba, con gran amor te
esperaba
Y fue larguísima la esperanza.
El temor me torció el corazón. Salí.
De repente en la orilla del río te vi,
amor de mi vida, hombre de guitarra,
ahí,
en el barco calurosamente abrazando
a otra:
Otra mujer, otra canción, otra palabra…
El frío de la nieve me quema la
espalda,
La monstruosidad del engaño me
arroja
como hoja de otoño marchita.
Regreso huyendo, tropezando con mis
pasos,
el corazón desollado, los ojos
lacrimosos.
Ante la mesa decorada, pierdo la
razón;
de mi fondo ensangrentado brota,
por orgullo, un grito silencioso;
temblada, echo el mantel al suelo;
me desplomo, hundida en el llanto.
Todo se derrumbó. Todo se acabó.
El desastre tranquiliza mi alma.
Hace tiempos, días, noches y meses…
Sí, me acuerdo;
Ahora, pero ahora no es como antes.
No me importa tu provincia ni tu
destino,
ni tu declaración acerca de otros
tiempos.
El grito silencioso me resucita,
tu abandono me ofreció renacimiento,
más sensatez, más experimento.
“Tu amor”, entre paréntesis, se
esfumó.
Todo se convirtió en poema maldito.
Levántate, no te arrodilles,
no me gustan los hombres débiles.
Más allá, sobre las nubes oscuras,
la serenidad del cielo inspira…
Fátima Ezzehar
Rabat, 8 de marzo de 2019.